Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Las grietas del éxito

Jasmine

Reseña de la película Blue Jasmine de Woody Allen.

La desventura en la que cae Jasmine French no invita a la contemplación morbosa ni azota el alma a fuerza de compasión. Es una pobreza altiva, que no baja la cabeza a pesar de la contundencia de los hechos. Por extraño que suene, no es la caricatura de los años de gloria, sino su continuación en un escenario diferente.

El desarrollo de la cinta es el desmoronamiento de Jasmine. Algo en su cabello, en el tono de piel, en el temblor de la voz, insinúan a cada instante, la desintegración que se gesta en los entresijos de su alma. Algunas veces tiene ataques de pánico, otras habla sin parar. Sin embargo, estos arrebatos no son histriónicos ni exagerados, ni mucho menos son la repetición de otros personajes de Allen. Simplemente son producto de una vida que naufraga sin remedio.

Quizás se hace palpable dicha decadencia, en el instante en el que Jasmine está en un restaurante acompañada de sus sobrinos. Ellos la contemplan asombrados: poco queda de aquella mujer de aire aristocrático que llegó meses atrás con maletas Louis Vuitton. Ahora es una mujer sudorosa, alcoholizada, con la razón extraviándose. En medio de uno de sus habituales diálogos, afirma: “hay pocos traumas que una persona puede soportar…. Hasta que salen a la calle y comienzan a gritar”.

En efecto, en Jasmine los complejos y temores gritan, destrozan ventanas, acuchillan días. Habitan una vida que estaba atormentada desde mucho antes de la quiebra, incluso desde antes de los años en los que la abrumaban las dudas y los celos. Sus temores estaban presentes cuando Jasmine estudiaba antropología y no sabía, o no quería saber, nada del enojoso trabajo de existir. Sólo esperaba, al igual que Blanche DuBois, protagonista de Un tranvía llamado deseo (tan cercana en argumento a esta película), que un hombre resolviera su destino (“Siempre he dependido de la bondad de los extraños”, afirma Blanche).

Al fin de cuentas, sus traumas son la materia de la que está hecha la película. Cada temor, cada complejo, son las puntadas que unen el pasado y el presente, son las soportes en los que apoya la narración. A cada minuto se altera la corriente sin que se encrespe la superficie. Todo sucede en el fondo del alma: el fango se conmueve, las rocas se desprenden y las algas emigran hacia lugares menos hostiles, mientras la película avanza hasta que los cabos se atan y la verdad emerge concreta, sin espacio a discrepancias…

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