En un día de nubes que parecían hechas de ceniza, nació Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, más conocido como Juan Rulfo. El mismo Juan Rulfo que viajaba con Celerino, el tío borracho, ateo y boquiflojo que le contaba historias para acortar la travesía. El mismo Juan Rulfo que se iba a los cementerios a buscar los nombres de los personajes que parecían hechos de humo y tierra apretada. El mismo Juan Rulfo que recreo la miseria y la soledad de los campesinos que nunca lo leyeron. El mismo Juan Rulfo que aún recoge sus pasos en regiones en las que sólo hay polvo y viento que murmura como almas en pena. El mismo Juan Rulfo que tomó fotografías de niños asustados (la fotografía de esta nota es de su autoría). El mismo Juan Rulfo que “dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras”.