El rumor de carros es tan tenue, que parece que emergieran del recuerdo. Las personas deambulan sin afanes y el ánimo de los peatones se hace afable. Incluso en algunos casos se toman la libertad de saludar a quien cruza en sentido contrario.
Así empieza el último día del 2013.
Digo último día porque el 31 de diciembre no le pertenece ningún año gracias a su condición de día-puente: en él sólo habrá espacio para las promesas que se irán borrando a medida que transcurren las semanas.
En cambio el 30 de diciembre es un día edificado sobre las cenizas de lo que pudo ser. Amores que no cuajaron, trabajos que no llegaron, viajes que no se hicieron. También, para ser justo con la distribución, es un día para convocar los triunfos que llegaron a nuestra vida de uno en uno, tímidos, con paso lerdo. Finalmente las conquistas, al igual que la sabiduría, caminan con la mano en los bolsillos, contemplando la ruta, deleitándose con el canto de los pájaros que se emboscan en las ramas.
Estas características hacen que hoy sea un día brumoso, que se aferre al silencio derivado de aquello que empieza a desintegrarse física y simbólicamente. Incluso estaría tentado a decir que es un día cubierto por la neblina del olvido. Sin embargo no es él quien ciñe este amanecer. Por el contrario, es la memoria quien hace presencia, materializándose en la necesidad de evocar al año moribundo.
Ahora, si quisiera cumplir con el objetivo de repasar el 2013, debería apelar a agentes externos para eludir las trampas del corazón. Quizás lo más aconsejable sea recurrir al informe de facebook.
Para esta red social, el año se resume en cinco fotografías (dos de Tunja y tres de Bogotá), dos link y trece estados. Es evidente que el criterio está relacionado con el número de likes que tiene cada una de ellas. Lo que no es avalado por los contactos, no existe. Por tanto los recuerdos pasan de ser un rumor de emociones, a ser fotos y frases que tuvieron la fortuna de concitar el fervor de decenas de pulgares.
Debo confesar que me desilusiona esta racionalidad que se apoya sobre el volumen de aplausos. En mi criterio los recuerdos no están relacionados con la popularidad. De hecho, si hago un balance de ellos, encuentro que la mayoría son eventos que sólo sucedieron en mi mente: sueños que no le conté a nadie, desamores que padecí en secreto, pequeñas victorias que celebré al amparo del silencio. Pocas personas (o eventualmente ninguna), les daría un «Me Gusta» aunque supiera de su existencia.
Sin embargo eso es lo poco que sobrevivió a los embates de una memoria que aplasta los recuerdos débiles y pule los fuertes. Quizás por esta razón el 2013, a pesar que aún existe, empieza a perder los contornos, a decolorarse como si fuera un dibujo expuesto a la intemperie. Por supuesto que algo de él resistirá la embestida del olvido hasta que la muerte, que es El Olvido con mayúsculas y en negrilla, los borre de un golpe.
Para que esta desintegración suceda en un tiempo razonable, los invito a que se dediquen al hermoso oficio de recordar. Permitan que la vida y el tiempo confluyan en su mente y que luego crezcan, corran y se multipliquen en los recovecos del alma, hasta que desemboque en la eternidad de la que venimos y a la que volveremos en algún lugar de esta larga avenida de esperanzas…
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Nota 1: Fotografía de Carlos Olmedillas
Nota 2: Mañana @karlarcn cerrará el Especial de Fin de Año de la Comunidad, con una entrada en su blog Viviendo Por Fuera . No se lo pierdan.
Nota 3: A todas y todos, les deseo que el 2014 sea un año en el que todos los caminos estén llenos de flores…