Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Consciencia y esperanza

Reseña de Aún el agua. Juan Álvarez (Seix Barral, 2019)

Debe resolver varios interrogantes quien escribe una novela que sucederá en el 2232: ¿en qué condiciones está el planeta para ese año? ¿Está habitado? ¿Quiénes lo habitan? ¿Hubo una catástrofe que los redujo a cenizas? De ser así, ¿hubo sobrevivientes? ¿Cuántos? ¿Cómo, por qué, cuándo, de qué manera sobrevivieron? ¿Quién narra la historia? ¿El narrador está en el 2232 o narra con posterioridad a los sucesos? ¿Qué palabras se usarán para sumergir al lector en el lugar y momento de los hechos?

La última pregunta no es caprichosa: la palabra es la unidad fundamental de la literatura: con ella se construyeron Macondo, Yoknapatawpha y Santa María. Esto no se logra nombrando las emociones o haciendo una descripción pormenorizada del mobiliario. La palabra debe estirarse hasta el punto que el lector sienta calor, le incomode el polvo que revolotea en las calles, se contagie de la alegría o melancolía de los personajes.

El autor decidió, para Aún el agua, que en el 2032 el planeta estaría dividido en dos hemisferios cuya frontera es una nube tóxica. El hemisferio sur no sólo sobrevivió al cataclismo, sino que logró resurgir de sus cenizas. Este avance renueva un interrogante: ¿cómo se usarán las palabras para que el lector experimente este nuevo planeta y para que empatice con los protagonistas? Álvarez trabajó las frases como el relojero que acomoda engranajes milimétricos: algunas veces cambió el orden de sujeto y predicado, creó resonancias y musicalidades y trabajó la puntuación para que la novela no perdiera vitalidad. Los cambios fueron pequeños pero suficiente para que nos situemos en un escenario acuático, brumoso, opaco. Un escenario cargado de esperanza: “Así hasta cubrir las ochenta parcelas de suelo biorremediado del valle de Tenza, nuestra cápsula alimentaria más grande y exitosa, aislada y conservada a partir de domos inmensos hechos de polímeros inteligentes. Luego los árboles frutales; después los corrales de animales de proximidad. Al final del recorrido de ciento cincuenta kilómetros reporto datos mientras la esfera de titanio me vuela de regreso por el camino de los vientos bajos”.

Pero el presente narrativo genera nuevas preguntas: ¿Qué existía antes de la devastación? ¿De qué manera la Tierra llegó a esta encrucijada?

Antes del cataclismo existían entidades supranacionales que decidían quiénes podían reproducirse y cuantos hijos tendría cada uno. También había corporaciones que velaban por la preservación del planeta. Unas y otras sostenían al mundo en un equilibrio que se fue al traste con la noticia de que habría un sacudón tectónico. A partir de ese momento cada humano decidió la estrategia para sobrevivir: se lanzaron al espacio, construyeron bunkers y se apretaron en edificaciones incrustadas en los márgenes de ciudades de altura. “Estos millones de desprevenidos de territorios de producción industrial y agrícola, o desinteresados de territorios de población improductiva, son hoy, para asombro de la propia idea de destino, los padres y madres de sus congéneres de sector. Son manifestaciones vivas de la caducidad de la metáfora del arca”.

Después vino el cataclismo: nueve mil millones de seres humanos con la tierra rota de bajo de sus pies esfumados en el furor de tres bocanadas tectónicas. El Antropoceno al abismo”. “Un cataclismo más allá de cualquier noción humana de destrucción”, dice el Algoritmo Narrativo Inorgánico. “La tierra mudando de piel”, concluye.

El escenario ha sido dispuesto con acierto: no hay grietas en los antecedentes ni incongruencias en los consecuentes. Es afortunada la construcción de las frases y la elección de las palabras. En el escenario fluye una historia en la que se diluyen pasado, presente y futuro. Una historia en la que la vida, la tecnología y las estructuras sociales están asociadas al agua que desperdiciamos sin que nos importe ni preocupe. El agua que es estructura social y cultural. El agua que es consciencia y esperanza. El agua que es conocimiento.

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