Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Colombia, país negligente

Hace treinta y tres años, a las nueve de la noche, el Nevado del Ruiz expulsó tefra dacítica a más de treinta kilómetros de distancia, generando una avalancha que mató a 22 mil personas. Tristemente la tragedia pudo evitarse: el volcán llevaba casi un año con fumarolas y lluvia de ceniza. Gabriel Muñoz Ferrada, vulcanólogo chileno, había establecido que el nevado del Ruiz tenía deshielos cada 100 años. De acuerdo a la información histórica, estableció que habría una nueva erupción a finales del siglo XX. Ninguna autoridad colombiana le hizo caso. Pero eso no es lo peor: en septiembre de 1985, Hernando Arango Monedero, representante a la Cámara por Caldas, advirtió en el Congreso sobre la inminencia de la erupción. Sus colegas se burlaron de él, bautizándolo el Nostradamus caldense. Iván Duque Escobar, ministro de Minas (padre del actual presidente) tampoco le hizo caso. Días después, Ramón Antonio Rodríguez, alcalde de Armero, pidió una cita con Iván Duque (padre) para advertirle de la inminencia del desastre, pero el señor ministro no tenía tiempo para recibir alcaldes. Ramón pidió cita con Eduardo García Alzate, gobernador del Tolima, quien tampoco lo atendió. A las nueve de la noche del 13 de noviembre de 1985 se encendieron las alarmas. La única emisora que llegaba a Armero se negó a transmitir la orden de evacuación porque no quería interrumpir el partido de fútbol. En Colombia es más importante un partido que la vida de 22 mil personas.

*Imagen tomada de El Nuevo Herald

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