Bloguera Invitada: Trilce Ortiz
¿Quién se iba a imaginar que yo, la más romántica de todas mis amigas, iba a terminar conociendo a mi adorado compañero de vida en una aplicación de citas?
Soy fiel creyente de que las cosas llegan cuando tienen que llegar, cuando uno está lista, cuando ha hecho el trabajo. Además de deshacerme del título de “clínica frustrada de rehabilitación” que me había auto-adjudicado, cerrando las puertas de mis afectos a drogadictos, infieles, maltratadores psicológicos, constipados emocionales y en general a cualquier paciente sin expectativa de permanencia o mejoría, tuve que pelear también con la idea idealizada de lo que es el amor. Tú sabes, esa en la que el príncipe azul de los cuentos de hadas infantiles va a venir en su Uber blanco a rescatarte de la tragicomedia que es tu vida, para llenarla de rosas que nunca marchitan, sonrisas que nunca se enojan, obsequios ilimitados y hasta un pelo divino que se mantiene perfecto aún recién levantado.
Me tomó tiempo entender que amar no es equivalente a sufrir, pero tampoco a vivir en una fantasía color rosa donde todo es perfección y felicidad. Aun así, la romántica que vive en mi (y que probablemente estará conmigo hasta el último de mis días) se imaginaba, como mínimo, que se chocaría con el amor de su vida en una librería, por andar los dos despistados con las narices clavadas en algún libro fascinante. En los días de más actividad creativa visualizaba que el susodicho iba a ver cómo me subía en uno de los vagones del metro, en alguna estación de Nueva York, mientras las puertas se le cerraban en las narices, obligándolo a correr hasta la próxima estación para poderse subir al tren en el que y viajaba y pedirme mi número de teléfono.
Ya en la realidad el tiempo seguía pasando, y aunque una parte de mi sonreía con la idea de ser la tía buenona que nunca se casaría, seguiría escribiendo y viajando por el mundo en una versión mejoradísima de Sex and the City, otra parte se moría de ganas de escoger colores de sábanas con un chico bello y de limpiarle las babas a su propio bebé. Estaba por cumplir 35, la edad satanizada por los médicos en aquellas mujeres que quieren ser mamás, cuando una boda y par de otros casos de éxito salidos de Tinder, me animaron a bajar la aplicación.
La app puede ser avasalladora y cómo no, cuando en Colombia se mantiene como la más usada con 8 millones de swipes y 500.000 mensajes diarios intercambiados entre usuarios. Tinder es un completo sancocho de edades, razas, gustos, formas, intenciones y así como hay de dónde escoger, también hay, sin duda alguna mucho por qué desanimarse (y hasta espantarse). A mí me produjo urticaria el asunto del swiping: que si te gustaba la foto la deslizas hacia la derecha, que si no te gusta lo haces hacia la izquierda, ¡como vitrina de carnicería! A las semanas de uso me había encontrado con más hombres conocidos de los que hubiera creído o querido, conocía más BBC’s de Bogotá que sus accionistas mayoritarios, había tenido un almuerzo incomodísimo con un tipo de 40 y tantos que aún no sabía qué quería de la vida y vivía en casa de su hermano y había tratado (fallidamente) de salir con un hombre obsesionado con su trabajo que me tenías más aburrida que yegua en pecera.
Estuve a punto de colgar la toalla, cuando la foto del que ahora es mi compañero de vida me distrajo los ojos, y más que los ojos la energía. Yo fui la primera en escribirle, mientras estaba de viaje, hablamos un par de semanas como loras mojadas, de sol a sol casi sin parar (ahora pienso incluso que no sé cómo hicimos para trabajar esos días), nos conocimos cuando yo regresé, nos dimos el primer beso en el aeropuerto y…vivimos felices para siempre. ¡No es cierto! Seguimos en un continuo proceso de construcción de cada uno y de la pareja que elegimos a diario alimentar.
Mi proceso parece haberles devuelto la fe a varias chicas que, tras oír mi historia, han bajado y vuelto a bajar la aplicación. A mí sin lugar a duda me enseñó algunas cosas, que quiero compartir contigo:
-Antes de lanzarse al ruedo de las aplicaciones de citas, o de tratar de atraer a tu versión del “príncipe azul”, lo mejor es hacer un trabajo consiente contigo misma. Tómate el tiempo de conocerte realmente, no lo que tus papás quieren que seas, no los estereotipos de belleza (y Photoshop) que te han metido por los ojos los medios de comunicación, no lo que tú mejor amiga dice que deberías ser o hacer, lo que TÚ eres y que está súper bien. Perdónate por las metidas de patas románticas que hayas tenido, eso sí procura aprender la lección para no repetirla y conviértete en tu mejor porrista diaria.
-Define lo que quieres, dentro de expectativas razonables. Es decir, no hay nada de malo en anhelar casarte con el príncipe Philippos de Grecia (ahora que se nos casó Harry), pero tiene más sentido apuntarle a terrenos más alcanzables. Define lo que es innegociable para ti (si quieres o no hijos, dónde quieres vivir, cómo te sientes frente a la religión) y no te enfoques tanto en pendejadas como la estatura del susodicho. Puedes escribirle una carta de petición al universo, pero debes creer en el fondo de tu corazón que esa persona existe, que la mereces y que se encontrarán en algún momento.
-Gánale al ego. Si estás parada muy firme sobre los terrenos del amor propio, ni te hincharás como pavo real porque te manden 10 mensajes, ni entrarás en drama al mejor estilo de la Rosa de Guadalupe si pasan semanas y no te da like nadie.
-Una vez te decidas, escoge un par de fotos en las que creas que te ves bien (nada ultra sexy, a menos de que tu objetivo sea conseguir una serie de amantes furtivos), donde preferiblemente salgas sola, haciendo lo que te gusta y empieza.
-Desataniza el asunto. El hecho de explorar tus opciones románticas por Internet no te hace una looser. En pleno 2018 la mayoría de las personas pasamos mucho más tiempo en línea que en el mal llamado “mundo real”. Facebook, Instagram, Twitter y sí, Tinder, son sólo otras herramientas que tenemos disponibles y a las que les podemos sacar un jugo positivo, si así lo queremos. Créeme, para nada eres la única. Tampoco juzgues como ñoños o perdedores a los posibles candidatos, recuerda que tú también estás ahí.
-Ten en cuenta que Tinder es una opción más. Puede ser que termines conociendo al indicado en una fiesta, en la ciclovía, en el gimnasio, en una cena con amigos. No se vale esconderse debajo de una roca y pretender que una aplicación haga todo el trabajo.
-¿Te acuerdas lo que te dije de definir lo que quieres? Ojo, no te vayas a las nubes pensando que tú eres la última Coca-Cola del desierto y que “nadie te merece” sino eso es exactamente lo que vas a recibir, a nadie.
-Escucha. La gente no suele mentir, uno acomoda lo que le dicen que es distinto. Si el tipo te dice que no quiere nada serio, no pienses que lo que necesitaba era que llegaras tú para que cambiara de opinión.
-Créele a tu intuición. Si algo dentro de ti te dice que por ahí no es, hazte caso y no gastes tu tiempo en una conversación que no te da buena espina.
-Lánzate. No te estoy diciendo que tengas listo un par de pasajes con fecha abierto con destino a Cancún, pero si alguien te gusta anímate a ser tú la que diga el primer el primer “hola” (preferiblemente seguido de algún tipo de pregunta que genere conversación). ¿Qué es lo peor que puede pasar, que un completo extraño del que no sabes nada y que ni siquiera has visto en persona te deje en visto? Seguro podrás vivir con tan duro golpe.
Una vez lleves hablando con alguien un tiempo prudencial, procura pasar a verse en persona. La química, mi querida, es algo que no se puede sentir por una aplicación. Si finalmente va a surgir algo tienen que ver cómo interactúan face to face. Véanse en un lugar público, avísale a alguna amiga dónde vas a estar, mantén la cosa ligera y sobre todo pásala bien (ya estás afuera, arreglada, por lo menos goza) y ten un plan para después, así quedarán con ganas de más.
Por último, te comparto algunas de las aplicaciones más usadas en Colombia, para que te animes a lanzarte a la que más se ajuste a lo que quieres:
-Tinder. Le he dedicado el artículo entero y solo puedo agregar que será lo que tú quieres que sea: una opción de sexo sin compromisos, una herramienta para conocer amigos y ampliar el círculo social o tal vez el principio de una relación más seria.
-Mi Media Naranja. Está en Colombia, México, Perú y Chile y se enfoca a personas que están buscando una relación seria y a largo plazo. A diferencia de Tinder, este app tiene formularios con preguntas más complejas de compatibilidad para ayudarte a conocer un poco más a los prospectos.
-Grindr. La aplicación más usada en el mundo por la comunidad gay, bisexual, transexual, queer en el mundo entero.
– OK Cupid/ Colombian Cupid. Ideales si tu intención es conocer extranjeros.
-Facebook Dating. Quien fuera el rey de las redes sociales en algún punto, y que claramente está quedando en el baúl de los olvidados, están intentando renacer con una opción de citas en línea, enfocada a las personas que quieren conseguir pareja seria. Por ahora la versión demo está en sus primeras fases de prueba, sólo disponible en Colombia así que, amanecerá y veremos.
Ante todo, pásala bien (¡y feliz cacería!).
Trilce Ortiz
Nota: Trilce Ortiz es periodista y blogger especializada en temas de educación emocional, sexual y empoderamiento. Es dueña del blog y tienda de placer sexual femenino Ella y Su Sexo, guía tantra, tallerista y coach de relaciones. Amante de viajar, el yoga, los cristales y los aceites esenciales. Parte entrenada, parte intuitiva y fiel creyente del amor lindo.
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