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Por mejores días

Atardecer en Miami sábado 1 de mayo 2021 – Foto de mi hermana Angélica Villate Gaitán

Había dejado de llover al final de la tarde, decidí cerrar el computador por un par de horas y alejarme de las redes sociales. Todo lo que leía, sumado a las cifras alarmantes de un día más de pandemia, había hecho que me sumergiera irremediablemente en el mar de desesperanza colectiva que tiene sus playas abiertas por estos días. Casi que automáticamente me puse una chaqueta, me recogí el pelo con una cola, tomé las llaves, el tapabocas y salí con mi perrito a dar una vuelta.  

Iba totalmente ensimismada, ni siquiera había levantado la mirada al cielo, cosa que siempre acostumbro a hacer, asumiendo que estaba gris como los últimos días que acompañaban de forma casi poética la situación actual.  Entré al parque, al mismo parque donde había visto a una familia reunirse hace un par de meses, pensé en ellos y en su hijo que ya debió haberse regresado a Holanda y seguí caminando con mis pensamientos dando vueltas en la cabeza, pensando también en las casi 500 familias que ese día habían perdido seres queridos.  

De un momento a otro sale una niña detrás de un árbol, con dos colitas, jean, chaqueta, tapabocas en la barbilla y grita “99 Y 100, YA TERMINÉ DE CONTAR, VOY A SALIR A BUSCARTE”.  y mientras caminaba decía “TE VOY A ENCONTRARRRRRRRR”, me dio tanta risa y dulzura. La niña era feliz jugando así que la seguí con la mirada y también fijándome a quién estaba buscando. Seguí caminando y veo entre unos matorrales a una mujer joven, en cuclillas y se reía también. La niña la vio y gritó “YA TE VIIIII” junto con una risa feliz. Salió corriendo para dar los golpes al árbol y decir con otro grito “GANEEEE”. 

Tan pronto vi esa escena y seguí mi camino,  agradecí la risa de esa niña que me sacó inmediatamente de mi estado lúgubre y triste y comencé a ver todo diferente. Pise las hojas secas de los árboles, vi otros perritos corriendo y levanté la mirada al cielo, casualmente aunque todo estaba nublado se veía en el ocaso una luz rojiza, como la noche despidiendo al sol.   Decidí subirme a una montañita que había en el parque y me quedé ahí un buen rato viendo el paisaje, respire profundamente, le entregué al universo todo lo que me aflige de la situación actual, hasta que el sol se ocultó. Regrese a casa renovada.  

La realidad no tiene buena cara ahora, pero esto que estamos viviendo pasará, tarde o temprano, pero pasará.  No sabemos qué sucederá mañana, pero hoy más que nunca veo pertinente y necesarios los actos de amor, de amistad, los instantes, el disfrutar la vida con las pequeñas cosas.  Bajarle un poco a las noticias y vivir con lo que tenemos ahora, si no estamos de acuerdo con los mandatarios, mandemosle luz y sabiduría para que tomen las mejores decisiones para todos, qué sirve más, ¿eso o la crítica incesante? que siendo honestos, altera todo el organismo, el estado de ánimo. Y no me refiero a ser indiferentes, pero sí disfrutar más los pequeños instantes de la vida con que alimentan verdaderamente nuestra alma. 

Demos lo realmente importante. Demos esos abrazos donde se funde el corazón propio al lado de otro. Demos muchos besos que, la verdad, nunca serán suficientes.  Dejemos salir todas las caricias que nazcan por otra persona, porque solo las tenemos por instantes.  Al tomar el primer sorbo de café cada mañana, saboreemos en la boca antes de pasarlo. Digamos Te quiero. Tomemos vino, comamos pizza, veamos cosas que nos alegran, que nos alimenten el alma.  Tengamos mejores días. 

No volverás a tener este día de nuevo, así que como decían en la película Titanic, 

Haz que este día cuente. 

 

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