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La historia de Jeremy, su mascota y las redes sociales

Fotografía tomada del Facebook de Jeremy
Fotografía tomada del Facebook de Jeremy

 

Era el verano de 2017, en Canadá.  Jeremy, de 45 años, vivía solo con su perrita,  una labradora de color negro.  No tenía familia cercana y estaba viviendo en Calgary, Canadá, por trabajo.

Un día Jeremy no encontraba por ninguna parte a su mascota.  Utilizo las redes sociales, como es habitual en estos tiempos,  solicitando ayuda para encontrarla.  Mucha gente se solidarizó con el tema y  compartieron la noticia y se unieron a la búsqueda de su amada mascota.

Pasaron dos días. La mascota de Jeremy apareció en su propio vehículo. Había muerto encerrada en el carro en pleno verano con las más altas temperaturas.   Jeremy fue acusado de un delito no penal en virtud de la Ley de Protección Animal.

La noticia pronto se dio a conocer y las acusaciones en redes sociales no se hicieron esperar.   Jeremy intentó defenderse del odio en línea.  Explicó lo sucedido a cualquiera que quisiera escuchar su versión de los hechos: Que no sabía cómo su perrita había aparecido allí, que su mascota era su mejor amigo, su compañía, que  jamás le haría daño de forma intencional, que tal vez él no se dio cuenta y fue su error.  Pero respondía cada vez más  afligido y devastado cada uno de los cientos y cientos de mensajes agresivos que le llegaron a su Facebook.

Mensajes que le decían que no merecía vivir, otros de la manera más agresiva le decían que por qué no se metía en su propio carro y se mataba igual que había matado a su mascota, otros aseguraban que si lo veían en la calle lo matarían.   Incluso le ponían fotografías mostrándole una soga oscilante.

Jeremy terminó suicidándose.

Su familia que vive en Quebec y Ontario no entiende ese odio del que fue expuesto su hijo, la forma en que los periodistas informaron la noticia y la forma en que mucha gente corrió a juzgarlo.

¿Qué sentirán las cientos de personas que le escribieron deseándole la muerte a Jeremy en sus redes sociales?

Debe ser muy complicado que uno se ponga a juzgar una situación que no conoce y desde la comodidad de un celular o un computador al caído, caerle, y luego darse cuenta que influyó su agresión directa hacia una persona.

Creemos habitualmente que las redes sociales son un chiste que podemos opinar, juzgar, agredir, pelear y no pasa nada. Pues resulta que las redes sociales como todo lo que hacemos en la vida tienen consecuencias.

No podemos actuar pensando que nuestras palabras a desconocidos no van a influir. Que agresiones a cualquier persona no van a tener repercusiones.

Nadie tiene la verdad absoluta y tenemos que aprender a vivir con eso.

Creo que historias como estas sientan un precedente. Y es precisamente la responsabilidad que hay que tener al manejar redes sociales.

Los expertos en salud mental dicen que el suicidio es un acto complejo, nunca el resultado de un solo factor.  Pero se necesita un detonante, que por lo general puede ser un sentimiento profundamente doloroso que creemos no poder controlar y se activa con cualquier aspecto exterior.

Jeremy se encontraba en un punto difícil de su vida, estaba pasando por un complicado momento laboral, trabajos de corta duración, viviendo de sus ahorros, la soledad, unido a la situación con su perrita a quien adoraba y la actitud de odio de la gente, que ni siquiera lo conocían, que no sabían cómo se sentía, por lo que estaba pasando, sino que prefirieron juzgar la situación, como si  a ninguno le pudiera pasar algo similar.

Las palabras tienen poder.  Así como esta historia tan triste termino en suicidio, otras pueden terminar en guerra o destruyendo la integridad de una persona.

Los invito en esta mañana a no juzgar, a cuidar las palabras que decimos y escribimos en redes sociales, a tratarnos más compasivamente, todo lo que hacemos o decimos en la vida tiene consecuencias.  Todo lo que vemos que le ocurre a otros, nos puede ocurrir a nosotros mismos.

En Twitter: @AndreaVillate

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