Las Herramientas

“En una carpintería nueva estaban como siempre todas las herramientas trabajando en la elaboración de unos muebles. A medida que pasaban los días comenzaron a tener problemas entre ellas. A una herramienta no le gustaba el ruido de la otra, a otras no les gustaba el reguero que dejaba otra a su paso y así, algunas incomodas con otras. 

Las herramientas comenzaron a tener roces entre ellas. Un día hubo en la carpintería una extraña asamblea; las herramientas se reunieron para arreglar sus diferencias. El martillo fue el primero en ejercer la presidencia, pero entre todos comenzaron a juzgarlo y a criticarlo y le pidieron que renunciara porque hacía demasiado ruido y se pasaba el tiempo golpeando. El martillo reconoció su culpa, pero pidió que fuera también expulsado el tornillo: había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.

El tornillo lo acepto, no sin antes dejar claro que era su manera de trabajar para dejar las cosas bien. Aceptó  su retiro, pero a su vez pidió la expulsión de la lija: Dijo que era muy áspera en su trato y dejaba reguero cada vez que trabajaba. 

La lija, no tuvo otra cosa que aceptarlo, pero con la condición de que fuera expulsado el metro, pues se la pasaba midiendo a los demás, como si él fuera perfecto.

En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo, utilizando alternativamente el martillo, la lija, el metro y el tornillo.

Al final, el trozo de madera se había convertido en un lindo mueble y el carpintero quedó muy satisfecho con su obra.   Cuando la carpintería quedó sola otra vez, la asamblea reanudó la deliberación. 

Dijo el serrucho: “Señores ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestras flaquezas, y concentrémonos en nuestras virtudes”. La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba solidez, la lija limaba asperezas y el metro era preciso y exacto. Se sintieron como un equipo capaz de producir hermosos muebles, y sus diferencias pasaron a segundo plano”.  

Las relaciones que tenemos con las personas no son fáciles para nadie, pero lo que sí es supremamente fácil es comenzar a ver solo lo malo en ellas. Pasa en las relaciones laborales, familiares, de pareja, de amistad o de simples conocidos. Y eso nos ocurre a todos.  Hay días de días en que a uno le cae mal el mundo o no le gustó algo de alguien y si uno alimenta ese “algo” que no le gustó,  es como si uno se pusiera las gafas que hacen ver a X persona con todos sus defectos y entre más uno alimente eso que tanto le molestó, crea problemas en las relaciones, termina lastimando a otros y más que todo, a uno mismo, pues hace que su día a día sea una tortura albergando solo lo que le molesta de alguien.  

Siempre he pensado y lo he escrito cientos de veces en estas páginas,  que estoy convencida que lo que vinimos a aprender en este paso por el mundo terrenal, está en las relaciones humanas. En cómo tratamos a los otros, en lo que vemos en los otros, en lo que nos enfocamos.  Muchas veces no se trata solo de ver cualidades sino tener presente cómo nos complementamos unos a otros. 

He visto en redes sociales muchas veces y esta semana más que nunca, que algunas personas están pendientes de criticar y de mofarse de otras, si alguien se atreve a hacer un video critican como hablan, como se visten y en esos pequeños detalles también está esa humanidad en la que tenemos que evolucionar. ¿En qué nos estamos enfocando, en la forma o en el fondo?   

Es facilísimo encontrar defectos en otros, cualquiera puede hacerlo, pero encontrar esas cosas buenas, esas cualidades, esas cosas bonitas y únicas que tiene cada ser que pasa por nuestro lado, es una labor supremamente importante y ojalá sea lo que más nos pese en una persona cuando la vemos. 

“Mira la luz en los demás y trátalos como si fuera lo único que ves en ellos” 

 Wayne Dyer

En Twitter: @AndreaVillate

En Facebook / AndreaVillate Periodista

En Instagram /andreavillate_cielos