
Después de una larga noche con intensa lluvia esa mañana amaneció el cielo despejado haciendo un sol radiante. Después de tantos días fríos y paseos cortos, al ver ese cielo azul aproveché y salí con mi perrito Copito a caminar. Eran pasadas las ocho y treinta de la mañana, fui al parque y me encontré con una escena maravillosa: En un arenero, que estaba convertido en lodo por las lluvia de la noche anterior, estaba un niño de unos cinco años aproximadamente, ojos grandes y brillantes y unos hermosos rizos color castaño que lo hacía lucir precioso, como un niño salido de un cuento. Tenía unas botas rojas, un saco de Spiderman y estaba acompañado de su abuelo. Su abuelo, vestido con saco de lana, chaqueta, pantalón color beige y zapatos mocasines, estaba sentado en el pasto jugando a su lado. De un momento a otro el niño se pone de pie y se metió en la arena pero las botas se le hundieron en ese charco de lodo, su abuelo en el intento porque no se cayera no tuvo de otra que meter sus mocasines en el lodo, el cual salpicó al niño por todos lados. El niño se reía a carcajadas, su abuelo también, mientras miraba cómo salirse de ahí. El niño, mirando que tenía lodo hasta el pelo y con su manito limpiándose y con la otra agarrado a su abuelo, le dice: – Abue, mi mamá me va a regañar- El abuelo lo mira con ternura y le dice -Yo hablo con tu mamá- y el niño interrumpe y dice – Abue, también te va a regañar a ti- El abuelo soltó una carcajada y el niño comenzó a pisar duro con sus botas el lodo, salpicando a todos lados. El abuelo lo dejó un rato divertirse y al ratico salen del arenero llenos de lodo y se van caminando felices…
Me encantó ver esta escena, no hay nada más hermoso que la risa de un niño, verlos reír felices, disfrutando el momento siendo libres, sin preocupaciones. Creo que de las cosas que siempre deberíamos tener presente en nuestra vida de adultos es vivir el momento. Si ellos se hubieran puesto a pensar en que se ensuciaba la ropa con la arena, tal vez no hubieran disfrutado tanto. Y creo que a veces uno comete ese error, de estar limitándose a cosas, porque todo no está como considera que debe ser y termina perdiéndose momentos cuando la vida está en sesión.
Hay que usar la vajilla fina y las copas que tenemos guardadas para visitas, así el único comensal seamos nosotros, así se rompan. Hay que abrir esa botella de vino que tenemos reservada para momentos especiales. Hay que comerse esa torta de chocolate.
Si supiéramos la fecha de caducidad de cada uno de nosotros y de nuestros seres amados, seguramente viviríamos de manera diferente y no nos preocuparía si algo se ensucia, si algo se rompe, qué pasa si nos damos gusto en un antojo… sino que viviríamos más felices…
Hoy quiero invitarlos a que nos metamos en el arenero así se ensucie la ropa, así quedemos untados de lodo, juguemos, disfrutemos el cielo azul…
Vive el momento, solo este momento es la vida…
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