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Intenciones

He escrito en estas páginas durante estos tres años y medio la importancia de ayudar a otros, de ser compasivos, de ser solidarios, porque creo fielmente que la razón de la vida está en lo que hacemos por los demás.   Otras veces he escrito acerca de la muerte y lo necesario que se hace tenerla en cuenta, así suene repetitivo y me digan una y otra vez que hablo mucho de este tema. El tiempo se nos agota y la vida tal cual como la vivimos hoy nos puede cambiar en un segundo y a veces posponemos lo que queremos, esperando tal vez que todas las piezas del rompecabezas cuadren para ahí sí llevar a cabo lo que queremos hacer.

A veces esto ocurre cuando queremos ayudar a alguien, le damos largas a las cosas, tal vez jurando que mañana lo haremos y posponemos esa ayuda… tal vez con la mejor intención en el corazón pero, el tiempo pasa, para todos y las situaciones cambian, como la vida misma… 

Hace un poco más de un año conocí al adiestrador de Estrellita, la perrita que mi sobrinita había adoptado, me dio la impresión de ser una persona muy dulce.   Era increíble la emoción de Estrellita al verlo, mi hermana nos había contado varias veces que cuando era el momento del paseo siempre halaba la correa y era feliz cuando él llegaba a recogerla.  Poco a poco Héctor Ballesteros, ese era su nombre, se hizo muy famoso en el sector, precisamente por el cariño con que entrenaba a los perritos y la manera tan servicial y correcta de ser con las personas.

La foto que tenía Héctor Ballesteros en su WhatsApp

Era un señor muy noble, rodeaba los 45 años. Pocas personas inspiran tanta bondad y confianza, eso nos decía mi hermana. Era un señor muy trabajador, a las 6:30am llegaba a recoger los perritos a cada edificio y se le veía en el parque trabajando bajo el sol junto a todos ellos. Mi hermana le ayudaba de vez en cuando, pagando un poco más de lo que él cobraba. 

Era una persona muy correcta y amable.    Llegó la pandemia y con ella se suspendieron los entrenamientos. Mi hermana siempre nos decía que quería ayudarlo porque su trabajo, totalmente, había quedado congelado. Durante la extensa cuarentena, en alguna ocasión, le ayudo con algo, pero no mucho más.  Cuando levantaron la cuarentena él siguió entrenando a los pocos perritos que decidieron retomar, otras personas no lo hicieron por el temor al coronavirus.  Constantemente mi hermana nos decía que lo tenía en mente y que estaba por llamarlo para preguntarle cómo estaba y si necesitaba algo y en qué le podía ayudar, incluso pensó recoger dinero junto a todos los vecinos que lo conocían o hacerle un mercado, pero el tiempo fue pasando y todo quedó en “mañana lo hago”. 

Meses atrás lo habían atracado por robarle el celular, los ladrones lo golpearon tan fuerte que le causaron un daño en la cabeza y hace pocos días le ocasionó la muerte.    Mi hermana quedó con un hueco en el corazón, se le quebraba la voz esta mañana recordando cuántas veces pensó en llamarlo, pensó en preguntarle cómo estaba si necesitaba algo y la pregunta que queda cuando ya no se puede hacer nada:  ¿Por qué no lo hice? 

A veces tenemos buenas intenciones en el corazón, queremos ayudar a las personas pero lo posponemos y si no lo hacemos realidad, se queda solo en una buena intención. Hay que ayudar en el momento porque mañana puede ser tarde. Y por eso hablo tanto acerca de la muerte y estas historias me confirman una vez más, que si tuviéramos presente que la muerte es una realidad, tal vez la única certeza que tenemos, no dejaríamos nada para mañana.  

Siempre con mis hermanas conversamos acerca de la importancia de ayudar a otros, de cómo desde donde estamos, desde lo que tenemos, desde quienes somos, podemos hacer algo por los demás y lo que más me gusta es que hay tanta gente a quienes ayudar, que es bonito que a todos nos conmueven diferentes cosas, diferentes personas para así cada una hacer su parte. 

Otra de mis hermanas siempre le compra aguacates a un señor que estaciona su carretilla cerca a su casa, su nombre es Rubén.  El señor tiene una dificultad para hablar y mi hermana le sonríe cuando él le habla.  En una ocasión lo vio llevando su carretilla bajo la lluvia, bastante retirado de donde se estaciona siempre.  Por eso desde hace un mes le quiere dar un regalo y le compró una chaqueta impermeable y se la dará para Navidad. Esto me ha parecido tan lindo, pues ayudar no solo es dar dinero o algo que nos sobra, se trata también de mirar con los ojos del corazón a las personas y ver cómo podemos hacer, de alguna manera, su vida mejor. 

Ya que este mes se mueven tantos corazones por la época, la cual debería ser todo el año, si hay alguien que nos conmueve y queremos ayudarlo, hay que hacerlo hoy. 

No podemos ayudar a todos, pero todos podemos ayudar a alguien

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