Alicante, España –

Hace unos días pensaba en la ternura que todos los seres llevamos dentro y que si miramos detenidamente a quienes nos rodean podremos observarlos y ser espectadores de instantes hermosos. 

La semana anterior salí con Copito a ver el atardecer, realmente necesitaba un espacio de desconexión. Esa tarde las noticias estaban reportando lo sucedido en Ecuador y vi imágenes, que hubiera preferido no ver, que me hicieron doler el corazón, así que necesitaba respirar. El cielo estaba particularmente hermoso en tonos pastel y poco a poco iban saliendo las estrellas en el cielo.  Algunas personas caminando con sus perritos, otros viendo su celular, otros haciendo ejercicio, algunos niños jugando. 

A medida que me adentraba al parque escuchaba una discusión de tres niños que estaban trepados en un árbol mirando el cielo y a grito herido, uno de ellos decía que esa, señalando con su dedo al firmamento,  no era una estrella sino un planeta, la niña decía que eran los tres reyes magos y el otro niño decía que no eran, porque faltarían las otras dos estrellas para completar los 3 reyes, que eso era la estrella de Belén que todavía no se había ido. La niña buscaba desesperadamente en el cielo las otras dos estrellas y se emocionaba al encontrar otras que confirmaran, de alguna manera, su hipótesis. Eran tres niños maravillados mirando el cielo… Sus voces tiernas y dulces en medio de una discusión muy seria por algo maravilloso que se presenta todas las noches.

Tal vez no deberíamos perder la capacidad de sorprendernos al ver la luna, las estrellas, una flor, un perrito, una sonrisa… detenernos a descubrir si es o no un planeta o una estrella… Discusiones que seguro acabarían con una sonrisa…  Finalmente los tres niños no se pusieron de acuerdo, pero tranquilos, se bajaron del árbol y se pusieron a corretear y a competir por quién llegaba primero en medio de risas y gritos de emoción. La ternura de la infancia…

Todos los días me encuentro con una pareja muy bonita, Paula y Juan Pablo. Son muy amables y siempre saludan a Copito, lo consienten y le dan galletas, así que mi perrito todos los días quiere ir a saludarlos. Los perritos reconocen a los buenos seres humanos, definitivamente. La semana anterior nos encontramos y mientras Paula consentía a Copito noté en la mano de ella un anillo hermoso y le dije que era un anillo muy lindo, ahí mismo levantó la mirada hacia Juan Pablo, ambos se miraron con amor y con una sonrisa tierna, ella respondió que era un anillo de promesa de matrimonio. Fue un instante hermoso, era como estar en presencia del amor.  Dos personas que se miraban con amor el uno al otro, con esperanza hacia el futuro.  La ternura del amor… 

Esta semana de cielo azul en Bogotá, muy temprano vi pasar a un padre de familia con un perrito negro grande, una niña como de 6 años, otra de 2 o 3 años, tomada de la mano de su papá y por momentos se soltaba para caminar solita.  La niña menor quería llevar al perrito y el papá le entregó la correa. Al subir al andén, ví que el perrito se detuvo como esperando que la niña subiera primero para ahí si subir él, parecía cuidando los pasos de la niña, como teniendo consideración con ella. La ternura de la comprensión. 

En ocasiones nos centramos en ver lo malo, por ejemplo cuando estamos en la calle, ver si alguien hizo algo malo para reprenderlo, para pitarle, para decir, para quejarnos… Tal vez deberíamos centrarnos más en ver las cosas buenas, la ternura, la amabilidad, la sonrisa, en cada persona que nos cruzamos.  Puede que sea cierto eso que dicen que todos somos un espejo de lo que vemos, sentimos y pensamos. Si nos centramos más en buscar lo hermoso de cada día tal vez reflejemos eso a otros. 

En miradas, en actitudes, en palabras, la ternura está en el aire.

La ternura de los gestos, revela, la delicadeza del alma.

 

Andrea Villate – [email protected] – X:  @AndreaVillateFacebook/AndreaVillate Periodista – Instagram /andreavillate_cielos

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