Reflexiones

Publicado el RicardoGarcia

Pensar la ciudad, la revista

Por: Ricardo García Duarte*

Junto con algunos colegas pertenecientes a distintas perspectivas disciplinarias -arquitectos, economistas, juristas, ingenieros, sociólogos y politólogos- nos hemos dado cita en un campo común, el de los estudios urbanos, para crear una publicación que de cuenta de la comprensión, tanto material como simbólica, de lo que es la ciudad; de sus vibraciones pero
también de sus latidos internos, de su crecimiento aluvional y de sus agregados conurbados; igualmente de los circuitos sanguíneos que le dan irrigación a su geografía humana.

PENSAR LA CIUDAD es todo un programa cultural y político; al mismo tiempo, un compromiso ético.
A ese universo complejo -el urbano- habitado por historias sin cuento y por anónimos héroes de mil facetas, podría decirlo Joseph Campbell, lo sentimos a diario. Y demasiado.
Percibimos sus olores; vemos como en una máquina giratoria su paisaje sucesivo de edificaciones; sufrimos el tráfago incesante de sus vehículos; y oímos la vocinglería, también sinfonía, por qué no, de sus conversaciones sin fin que por momentos nos llegan como un rumor sordo y omnipresente; incluso, escuchamos el silencio disonante y fracturado de sus noches, en las que se multiplican y adivinan las imágenes del sueño, sus
voces sin sonido. En otras palabras, a la ciudad la vivimos en el sinnúmero de sensaciones que nos pertenecen; igualmente en las acciones repetidas dentro de cuyo formato organizamos la rutina de nuestros quehaceres y placeres, la atonía de nuestras frustraciones y la efusión de
nuestras diversiones. La vivimos mucho, aunque la pensemos menos. Sentimos intensamente la ciudad, pero tal vez no la pensemos tanto como debiéramos.
Ahora bien, sentirla y vivirla es antes que nada una experiencia humana, experiencia que significa un multicolor mosaico de imágenes y una ráfaga de hechos; muchos de los cuales desaparecen al instante en la memoria, mientras otros adquieren el tono desvaído de los
recuerdos lejanos; aunque por otra parte los más escasos pero los más intensos se fijan en la conciencia, por lo que los diseñamos como técnicas que hacen posible la convivencia con los demás habitantes de la ciudad; todo ello en el marco de una proximidad física que se
reproduce siempre. Asimilar las experiencias cotidianas y alojarlas en la conciencia es parte de nuestro rol como individuos en trance de convertirnos en sujetos. Procesarlas en nuestra conciencia,
ordenarlas y darles significación, es un trabajo de construcción social que abre paso a la reflexión.
Evocar esta última como práctica intelectual, remite sin duda a la universidad, mundo de pensamiento y espacio de saberes, en cuyas líneas misionales, la formación, la investigación y la proyección social, cabe el estudio de lo urbano, ese entorno ineludible y
asimismo nutricio para los análisis por parte de la comunidad académica.
La reflexión es la actividad por la que somos capaces de darle un sentido a nuestras experiencias, pero también por la que estamos en condición de evaluarlas y visualizarlas como ensayos de transformación. De eso se trata cuando esbozamos este proyecto periodístico inclinado al examen sistemático y profundo de la ciudad. Es un ejercicio reflexivo. Que sin embargo abre el camino a una pragmática de avanzada. Es decir, a un
horizonte de convivencia, de paz y de equidad social, en la ciudad: he ahí el contenido de su programa cultural y político. Y también despeja el horizonte para observar la formación democrática de ciudad, con atención al bien general, más allá de los intereses particularistas o corporativos; más allá de la ideologización o moralización del debate público: he aquí, su
compromiso ético.

@rgarciaduarte

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