Por: Ricardo García Duarte*
¿Repetirá presidencia Trump, el millonario de los elementales gestos retadores? ¿o el electorado lo despedirá como inquilino de la Casa Blanca, después de un solo período? Tal es el punto en cuestión, el interrogante-resumen de las inquietudes que rodean los comicios de la potencia #1 del mundo.
Este primer martes de noviembre, como siempre el día previsto para la elección presidencial en Estados Unidos, los electores, que por cierto ya empezaron a consignar anticipadamente sus decisiones, definirán si castigan, o no, la crispación que produce el estilo del presidente, su simpleza y la retórica enervada contra ciertas posibilidades de avance social.
EL COLEGIO ELECTORAL
Hace cuatro años, aunque Trump perdió con Hillary Clinton en el voto popular por tres millones de sufragios, ganó en cambio en el Colegio Electoral, en donde paradójicamente aseguró con cierta facilidad más de los 270 votos, pertenecientes a los grandes electores; ese número mágico que garantiza el triunfo de quien los consigue, independientemente de los resultados en las urnas.
En las elecciones gringas cuenta naturalmente el efecto de la voluntad popular, pero también, y de qué modo, el sentido de orientación que tome ese Colegio, en cuyos miembros reside en última instancia la facultad para señalar al ganador. Dicha instancia colegiada, también fruto de las urnas, está conformada por 538 compromisarios, salidos de las listas, por las que en cada Estado, votan los ciudadanos, al mismo tiempo que lo hacen por el candidato de sus preferencias.
La lista que salga avante en cada Estado gana todos los ‘escaños’, así sea por un voto de ventaja. Y toda la lista, va para la bolsa del candidato que la cobijó bajo su nombre. Estos grandes electores no se reparten proporcionalmente para los candidatos presidenciales en cada Estado. La lista vincula sus miembros a la causa del candidato ganador. Si, por ejemplo, Arkansas, tiene derecho a 6 grandes electores, todos ellos, y no una parte, se suman al candidato que haya ganado allí, en esa especie de gran circunscripción estatal, no importa cómo haya sido el tamaño de la mayoría en las urnas.
En 2016, Trump se vió favorecido en el Colegio Electoral porque le ganó por un ínfima suma de votos a Hillary Clinton, en tres Estados, tradicionalmente demócratas; a saber: Michigan, Wisconsin y Pennsylvania; con lo que, solo disponiendo de una muy pequeña mayoría electoral en ellos, atrapó sin embargo casi 100 votos dentro del Colegio Electoral; o sea, 100 grandes electores. Además, ganó en la Florida, un swing state (o Estado oscilante), con derecho a 29 de esos compromisarios, que se lo disputan a muerte cada cuatro años demócratas y republicanos.
Para la elección de ahora, las encuestas castigan en el voto popular a Trump, en la medida en que le dan a Biden, el candidato demócrata, una ventaja del 10% a nivel nacional, proporción superior a la que mostraba en las últimas elecciones Hillary Clinton, candidata que sobrepasaba al hoy presidente en un 5%.
Ahora bien, algo que puede ser especialmente significativo, en los pronósticos electorales, es el hecho de que Biden adelanta en los sondeos al presidente en Michigan y Wisconsin, y lo hace con cierta holgura; ventaja que también se ha evidenciado en Pennsylvania, solo que de manera muy estrecha, casi en los términos de un empate. Con aquellos Estados, casi en el bolsillo, además de Ohio, podría ganar el Colegio Electoral, en forma simultánea con el triunfo en la votación popular. Sin embargo, las tendencias continúan muy inciertas en la Florida, un Estado cuyas mayorías son tremendamente cambiantes. De ese modo, si el candidato republicano lograra en la recta final un triunfo en este Estado, en donde la minoría cubana es muy influyente, podría amenazar seriamente la casi segura victoria del demócrata Biden; salvo que, por otro lado, sobreviniera una votación sorprendente en un fortín conservador, como Texas, esta vez, eventualmente inclinado en favor de Biden, algo insólito, pues allí los demócratas no ganan desde 1976.
LOS NUEVOS VIENTOS
La victoria del candidato demócrata, tal vez el resultado más previsible, estaría respaldada, a la manera de un valor agregado, por el voto de los jóvenes y los independientes; por el de las mujeres y por el de las minorías, tales como los latinos y los afroamericanos. Un plus (otro valor adicional) estaría representado por la posible deserción que afecte a Trump, por una parte de los votantes de 65 años o más, una franja antes colonizada por los republicanos, pero que ahora abandonaría a su candidato, en razón de su política indolente frente a los necesarios cuidados que deben predicarse respecto de los peligros de la pandemia; sobre todo, cuando esta acosa a una población particularmente vulnerable.
Un eventual triunfo del ex-vicepresidente de Obama significaría el regreso a cierta moderación en el debate político; a arenas de lucha menos polarizadas; con mayor razón si además la campaña de Biden le da impulso a la conformación de una mayoría demócrata en el Senado. Así mismo, representaría la salvaguardia del seguro de salud universal, también llamado Obamacare, siempre amenazado por las tentativas, hasta ahora fracasadas, del presidente Trump; por cierto, encaminadas todas ellas a desmontar este sistema social, con el que, se ha dado una cobertura nueva a más de 15 millones de ciudadanos.
También implicará la puesta en práctica de una política más flexible en el campo de la migración; sin excluir por cierto un compromiso con la agenda de lucha contra el cambio climático. Por último, es posible que en la Presidencia y en el Departamento de Estado se le ponga un acento especial al multilateralismo, en política internacional, a fin de recuperar los mejores nexos con la Unión Europea, mientras se distensionan las relaciones con China, el otro gigante.
En el combate al coronavirus, podrá tomar forma una reorientación favorable a los mayores cuidados colectivos, como el uso masivo y sistemático del tapabocas. Al mismo tiempo, la nueva administración manejaría las aperturas de una manera gradual en todo el país. Por otra parte, la reactivación económica flotará como una posibilidad cada vez más cierta, mientras llega la vacuna contra el COVID-19.
Si la Florida y Pennsylvania, en otra perspectiva del asunto, le dieran finalmente el boleto ganador al presidente Trump, ya todo el mundo conoce el libreto, por lo que no habría sorpresas; pero, eso sí, el mundo se quedaría sin ver cómo se diluye la crispación, ni cómo se corrige el caos y la incertidumbre; hasta ahora, las normas prevalecientes en el ‘orden’ internacional.
Rector, Universidad Distrital Francisco José de Caldas
@rgarciaduarte