Todo parece indicar que somos presas fáciles para caer en la trampa de las noticias falsas. Tenemos un desbordado apetito por consumirlas y compartirlas descuidada e irresponsablemente; y hasta hemos permitido que desequilibren nuestras emociones y menoscaben el criterio para tomar decisiones.
Los mecanismos mentales que explican esta vulnerabilidad son variados. Para el caso de Colombia, una investigación ha identificado cuatro. El estudio fue adelantado por el Proyecto para Desintoxicar la Información (DIP) (1), una empresa especializada en Ciencias del Comportamiento, después de sostener conversaciones con miles de personas. Las actitudes que hacen propensa una persona a creerse todos los cuentos, son: la desconfianza, la intolerancia a la ambigüedad, la percepción de discriminación, y la deshumanización de los otros.
Antes de seguir adelante no sobra recalcar la pregunta: ¿por qué preocupa la vulnerabilidad ante las noticias falsas? Por una parte, porque cerca del 60 % de los colombianos siente que ha sido engatusado por ellas; por otra, porque a partir de este tipo de noticias elaboramos preferencias políticas y cultivamos sentimientos de rabia y miedo; tomamos partido por malas causas; la convivencia social y familiar se deterioran; la reputación de una persona o empresa es lesionada. Con noticias falsas se pretende ofender a alguien o ensalzar a otro, quizás para apoyar un candidato o para denostar a su oponente. Y aunque son un viejo mal de la humanidad, hoy las redes sociales han amplificado el fenómeno hasta dimensiones inconcebibles.
Retomemos los síntomas de vulnerabilidad encontrados en los colombianos. Primero, la desconfianza general en todos y en todo. Esta actitud debilita el pensamiento crítico y el sentido común. Empuja a creer las cosas más inverosímiles y a aceptar toda teoría conspirativa por rebuscada que parezca. La incredulidad extrema pone a dudar si el hombre pisó la luna, a aceptar que lo de las Torres Gemelas fue un montaje de la CIA, que el Acuerdo de Paz fue la entrega de Colombia a las Farc, que Petro es uno de los hombres más ricos del país. La peor consecuencia es que dificulta cualquier acuerdo con otros para crear proyectos comunes y emprender acciones colectivas. En síntesis, en modo desconfianza absoluta es fácil caer en brazos del sinsentido y la desfachatez, el extremismo y el desgano político.
Segundo, la intolerancia a la ambigüedad. Hace referencia a la dificultad para desenvolverse en ambientes complejos donde los problemas no tienen una causa única y las soluciones a su vez crean nuevos problemas. Exigimos respuestas rápidas y concretas. Muchos creen que las cosas son en blanco o negro, sin grises. Que cualquier cambio debe ser total o ninguno, se rechaza el gradualismo. Que es preferible tener respuestas mediocres a formular buenas preguntas. Un candidato seduce con respuestas cortas, simples y contundentes, y no nos detenemos a reflexionar en su seriedad y posibilismo. Gustamos de las fórmulas y caemos de rodillas ante los eslóganes pegajosos que todo y nada dicen. Los autores de noticias falsas saben de esta debilidad y las producen deliberadamente. Tonterías simplificadoras para asuntos complejos.
Tercero, la percepción de discriminación. Una especie de complejo de inferioridad por alguna cosa relacionada con nuestra condición: el estrato, el género, la edad, la raza, el barrio, el colegio, el trabajo, la educación. Esta sensación nos hace susceptibles de interpretar cualquier frase, gesto, acción u omisión bajo el filtro de la exclusión. Lo que nos lleva a la radicalización y a la victimización (que es la identidad en boga). Entonces al recibir una noticia falsa que confirme nuestra sensación de exclusión, la aceptamos sin deliberación.
Cuarta, quizás la más perniciosa: la deshumanización del otro. Ver en los demás no un ser humano, una persona, sino un animal, cosa o monstruo. Cuando el contradictor o el que piensa diferente es percibido como menos humano que nosotros, no se vacila en atentar contra su integridad física o moral, ni es digno de ser escuchado ni atendido, y menos comprendido. Predispone para creer cualquier barbaridad que se diga de otros, sobre todo si no nos simpatiza. Los gobernantes son muy dados a deshumanizar a los delincuentes («Rata de alcantarilla», dice Duque de Otoniel), manifestantes o simplemente críticos. Cuando dejamos de ver en los demás unas personas como nosotros que simplemente profesan otras ideas, vienen de otro contexto y cargan otras historias y dolores, ingresamos a un campo minado: desconocemos su inteligencia y nos permitimos el odio. Y cuando así ocurre, las noticias que confirman nuestra manera de ver la realidad nos envuelven y fascinan.
Para concluir, todos presentamos estos síntomas en algún grado. Hacernos conscientes de estos sesgos puede ayudar a gestionarlos y de esta forma podría reducirse el riesgo de ser víctimas de falsas noticias. No me cabe duda de que, como personas y ciudadanos, saldríamos fortalecidos en lo emocional y en lo cognitivo: ganaríamos cordura emocional e inteligencia.
Por esas razones invito a autoaplicarse un sencillo y divertido test (2) desarrollado por DIP, que diagnosticará su índice de vulnerabilidad, y luego recibir guías sobre cómo hacerse cargo de su estado. Es un proyecto de alfabetización digital e informativa. Esto suena a consulta de crecimiento personal, sin duda; pero también tiene un propósito de crecimiento político. No solo es una defensa de nuestra integridad como individuos sino de la conversación democrática que está siendo devorada por las noticias falsas. Saber qué nos hace vulnerables es un buen primer paso para remediarlo.
(1) https://www.somosdip.com
(2) https://www.somosdip.com/herramienta