La Directora Laura Mora con el actor Claudio Cataño en un momento de la filmación de la serie “Cien años de Soledad” (imagen de Netflix).

(A modo de respuesta al escritor Sergio del Molino)

Nota preliminar: Reproduzco la columna de opinión que he publicado con mi nombre de pila en el periódico El Correo del Golfo.

Muchos años después, frente a una pantalla audiovisual, el Coronel Aureliano Buendía, habría de rememorar aquel libro que su padre le leyó de pequeño, “Cien años de Soledad”. Para ser más precisos, cincuenta y siete años después de otro episodio digno de novela, cuando una pareja remitió la mitad de un manuscrito a una editorial, porque el dinero no alcanzaba para enviarla totalmente y la esposa le dijo al escritor “Ahora lo único que falta es que la novela sea mala”. Pero la novela no fue mala, fue mucho más que buena, la gran obra que partió en dos la literatura mundial desde su primera edición en 1967. 

Nunca se había realizado una versión audiovisual de “Cien años de Soledad”, por lo cual el lanzamiento en la plataforma Netflix, de una serie de 16 capítulos dividida en dos partes, cuyos ocho primeros capítulos ya se pueden ver, se convierte en un verdadero acontecimiento cultural. Ahora bien, a quien no le pareció mala esta serie televisiva, sino horrorosa, fue al escritor español Sergio del Molino, quien en una columna publicada en el periódico El País, la compara con un anuncio interminable de café[1]. Su crónica que arrasa al Macondo audiovisual, como si fuera una segunda epidemia de la terrible epidemia del olvido, me ha motivado a escribir mi propio testimonio al frente de la pantalla.

Desde la otra orilla, en este caso del espectro crítico, pero también físico, pues me encuentro en Bogotá, esa ciudad cuyo frío fue el peor descubrimiento para el joven caribeño Gabriel García Márquez, con absoluto respeto por la opinión contraria, debo decir que no comparto lo manifestado por Sergio del Molino.

Mi primera reflexión es que el espectador no debe comparar la serie con la novela, porque resulta injusto con dos obras de arte que tienen un lenguaje particular y una manera diferente de llegar a su destinatario. Una obra de las características de Cien años de Soledad, es imposible de copiar en otro tipo de formato, pero no por ello, hay que denostar una versión tan bien elaborada en lo cinematográfico, que desde su presentación advierte que está inspirada en ese clásico. No es una copia o una caricatura, es un respetuoso y cuidadoso homenaje.

Se ha escrito mucho, sobre la reticencia de Gabriel García Márquez para que “Cien años de Soledad”, fuera llevada a la pantalla grande, en vida recibió varias ofertas millonarias desde Hollywood, pero sabiamente las rehusó, sabía que era imposible en una cinta de dos o cuatro horas, sintetizar la compleja historia de varias generaciones de la familia Buendía, tampoco se podía imaginar a un Paul Newman o un Robert Redford interpretando sus personajes en inglés.

Como lo han expresado Rodrigo García Barcha y Gonzalo García Barcha, productores de la serie, seguramente su padre, el autor de la novela, estaría viéndola y estaría contento, porque se respetaron tres principios básicos, que fuera una serie y no una película, en español y filmada en Colombia. Para cumplir los deseos del premio Nobel de literatura 1982, se conformó un equipo colombiano, alrededor de una producción que no es de Hollywood, es latinoamericana y especialmente colombiana hasta la médula.

Valoro mucho que una producción nacional se atreva, desde la humildad y el desparpajo a presentarnos su visión de Macondo, para lo cual se construyó una ciudadela en el Departamento del Tolima, se filmó en escenarios increíblemente bellos como las salinas de Manaure (en la Guajira colombiana), en una fotografía increíble como la que se aprecia al inicio del capítulo cuarto. Los personajes hablan con el acento de la gente nacida en el Magdalena y esas regiones de la Ciénaga Grande, a pesar que los actores son de diferentes regiones de Colombia, país que lleva su diversidad hasta en la lengua. 

El desfile de talento latinoamericano es impresionante, desde la dirección de Laura Mora y Alex García, el guion de Natalia Santa, Camila Brugés, el puertorriqueño José Rivera, la música de Camilo Sanabria y Juancho Valencia (les recomiendo escuchar la banda sonora, con esas impresionantes gaitas y flautas de millo), la fotografía a cargo de la mexicana Sarasvati Herrera y el caleño Paulo Pérez. En cuanto al reparto actoral, deseo destacar a Susana Morales, Marco Antonio González, Viña Machado, la impresionante Marleyda Soto y decirle a Claudio Cataño, que su rostro era el que siempre me había imaginado del Coronel Aureliano Buendía. Sincera felicitación a la productora colombiana Dynamo.

En lo personal, la serie me ha servido para rememorar episodios olvidados de un libro, al que primero llegué obligado por una tarea de colegio y al que regresé años más tarde para caer atrapado en su arquitectura narrativa. Pero también me he dado cuenta de algo, que Úrsula Iguarán, aquella esposa lúcida y aterrizada en medio de la imaginación desbordada de su esposo José Arcadio, no es otra que Mercedes Barcha, la misma que se encargó de la administración y los gastos del hogar, mientras su marido llenaba páginas y páginas con historias que mezclaban realidad y fantasía, eso que terminaron llamado realismo mágico. 

Laura Mora, la extraordinaria realizadora colombiana, quien comparte la dirección de la serie con el argentino Alex García López, lo ha explicado bien en un reportaje en El Espectador de Bogotá, al decir que su intención es que la serie sea un complemento al libro, que ha intentado plasmar en imágenes la belleza poética de la novela y en mi opinión lo ha logrado en su lenguaje cinematográfico, de planos largos y amplios, con una puesta en escena coral en la cual vemos desarrollar a los personajes encarnados en actores que no han resultado pequeños a tan descomunal reto.

Estoy seguro que gracias a esta magnífica serie, llegarán miles o quizás millones de lectores nuevos a la novela, para encontrar la fuente original de donde se alimentó esta adaptación. Muchos jóvenes que van a llegar por gusto y curiosidad, esos nativos digitales a quienes resulta tan difícil el asombro, no como los de mi generación, que tuvimos que leerla en el colegio, por obligación y no la entendimos. Me encantaría que Sergio del Molino, le diera una segunda oportunidad a esas estirpes macondianas condenadas en su escrito, mientras se toma un delicioso café colombiano.

Aprovecho para desearles a los lectores una feliz navidad y si quieren un buen regalo, pueden dárselo viendo esta serie inspirada en un verdadero clásico literario y si todo este ruido les motiva a leer Cien años de Soledad, el regalo será múltiple.

Dixon Acosta Medellín

En lo que antes se llamaba Twitter a la hora del recreo me encuentran como @dixonmedellin 


[1] Para el lector que desee revisar la crítica de Sergio del Molino se puede leer aquí: https://elpais.com/television/2024-12-13/cien-anos-de-soledad-en-netflix-una-serie-horrorosa-un-interminable-anuncio-de-cafe.html

Avatar de Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.