“Si contaminamos el aire, el agua y el suelo que nos mantienen vivos y sanos, y destruimos la biodiversidad que permite que funcionen los sistemas naturales, ninguna cantidad de dinero nos salvará”, David Suzuki
Por: Dixon Moya Acosta**
Desde la propia experiencia del autor, se identifica como problema la ignorancia general de los funcionarios del Estado sobre la biodiversidad, materia que podría llegar a orientar la política exterior de Colombia en el futuro mediato, ante la realidad amenazadora del cambio climático. El Ministerio de Relaciones Exteriores debería promover una política integral que convierta la biodiversidad colombiana, en pilar fundamental de nuestra política exterior.
Tenemos la posibilidad de aprovechar un tema de alta política, considerado hasta el momento como de manejo doméstico y sin darle su valor estratégico. La misma naturaleza conceptual de la biodiversidad, obliga a un análisis y tratamiento comprehensivo, para buscar su máximo beneficio. El 2030 se ha fijado en el mundo, como el límite temporal, para evitar la catástrofe global climática. Colombia tiene el mismo plazo para activar su gran recurso estratégico.
La ignorancia sobre la biodiversidad, premisa con la que iniciamos
El problema inicial con el que debemos tratar es la ignorancia sobre la biodiversidad colombiana, por parte de los funcionarios del Estado, en nuestro caso particular, por parte de quienes laboramos en Cancillería, lo cual puede representar la potencial pérdida del tema que oriente la política exterior del país, en los próximos años[1]. La biodiversidad es el gran capital natural con el que cuenta Colombia, fundamental en la coyuntura política interna, pero también como carta de negociación en el campo internacional.
Durante la investigación previa que sustenta este artículo, se ha evidenciado la activa presencia de actores no estatales, tanto en el plano local como internacional, en el manejo de asuntos pertenecientes a la biodiversidad y al cambio climático, lo que obliga a un Estado como Colombia, a tomar las medidas pertinentes para la defensa de su soberanía natural, y potencialmente liderar un movimiento internacional que podría llegar a concretarse en un organismo con sede en el país.
Me ha motivado mi propio desconocimiento sobre un tema que debería ser manejado con cierta fluidez por cualquier diplomático colombiano, pues si un país es rico en un recurso, sus representantes deben tener información cualificada sobre el mismo, para divulgarlo e incluso defenderlo en el exterior. Solemos repetir, cual mantra, que “Colombia es el segundo país megadiverso del mundo”, pero en ocasiones esto es lo único que sabemos sobre un tema imprescindible, máxime ante la delicada implementación del “Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, pero también por lo que significa para el mundo y la supervivencia del género humano, frente a la amenaza real del cambio climático[2].
Todos los funcionarios de Cancillería, pero especialmente los diplomáticos de carrera, directivos, jefes de misión y oficinas consulares, deben recibir formación especializada sobre la biodiversidad colombiana y el cambio climático. Como se afirma en el Segundo Reporte Bienal de Actualización de Colombia ante la CMNUCC: “…el éxito para enfrentar el cambio climático inicia con la construcción de información sólida”[3].
Es tradicional que el conocimiento y manejo de estos temas sea solo competencia de los funcionarios del área multilateral. No se pretende desconocer la gran tarea desarrollada desde lo multilateral en nuestra Cancillería, todo lo contrario, se busca potenciar ese trabajo técnico y político, proyectándolo al Ministerio en su conjunto. Desde lo multilateral se llevaría a cabo la coordinación del proceso, guiado por el despacho de quien detente la condición de canciller. Lo que se identifica como un problema, se convierte en la oportunidad de llevar al Ministerio a un escenario de liderazgo en el plano interno e internacional.
La biodiversidad en un contexto de posconflicto y en el escenario del cambio climático, es inmejorable ejemplo de la interméstica o lo glocal. Un tema que involucra actores y escenarios locales, nacionales y globales, estatales y de manera evidente los no tradicionales, haciendo parte de la tendencia dominante mundial, desde las últimas décadas del siglo XX. El Convenio de la Diversidad Biológica de 1992, define la biodiversidad como “la variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos, entre otras cosas, los ecosistemas terrestres y marinos…”. El convenio cuenta con tres objetivos básicos: La conservación de la biodiversidad, el uso sostenible de sus componentes y la justa repartición de los beneficios de los recursos genéticos.
Las cifras de Colombia en materia de biodiversidad son impresionantes, lo cual es casi proporcional a la amenaza del cambio climático. Para quien desee profundizar, recomiendo ampliamente el Segundo Informe Bienal de Actualización de Colombia a la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC) que hemos mencionado, preparado por el IDEAM, PNUD, MADS, DNP y la Cancillería entre otros en 2018.
Los datos de biodiversidad los aporta el SiB Colombia, el Sistema de Información de Biodiversidad, establecido por el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, corporación civil sin ánimo de lucro, vinculada al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Es el brazo investigativo en biodiversidad del Sistema Ambiental (SINA). En un informe más reciente, el SiB informa que hay 51330 especies registradas en nuestro país, que contrasta con las 62829 de la GBIF (Global Biodiversity Information Facility, red internacional de investigación biológica con sede en Copenhague, Dinamarca. La disparidad de las cifras obedece a que se trata de aproximaciones, realizadas con algoritmos y en constante actualización.
Revisando el informe, se insiste en que biodiversidad y cambio climático, deben ser abordados desde una visión integral, dejan de ser exclusivamente ambientales, para tener un carácter social, económico y político. Los dos conceptos aparecen en el “Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, firmado en 2016, en el cual se menciona la planeación en el uso de la tierra, delimitar la frontera agrícola, mitigar los riesgos originados por el cambio climático y salvaguardar el patrimonio genético y la biodiversidad como recursos soberanos de la nación.
Esto coincide con el planteamiento del Plan Nacional de Desarrollo 2018 – 2022, citado por el presidente Iván Duque: “El patrimonio más grande que tiene Colombia es su biodiversidad”[4]. Allí se expresa la necesidad de modernizar y fortalecer la institucionalidad ambiental. La biodiversidad es concebida como un activo estratégico de la nación, siendo la deforestación uno de sus principales problemas.
Ha sido notorio el mejoramiento de la imagen internacional del país. De haber sido catalogado como Estado fallido en los años ochenta, actualmente Colombia es visto como un destino interesante para la Inversión Extranjera Directa y el turismo. Uno de los atractivos es la realidad biodiversa del país, desde lo ambiental, pero también desde lo económico. Muestra de ello, que un estudio cinematográfico como Disney, hubiera escogido el país como protagonista del maravilloso musical animado “Encanto”. Un elemento para ser aprovechado por la diplomacia colombiana, por embajadas y consulados en su quehacer cotidiano.
Es necesario conocer cómo preservar la biodiversidad, ante los promotores de las economías ilegales, quienes han sido los primeros actores no tradicionales en la historia de Colombia en perturbar el desarrollo de su política interna e internacional. Debe identificarse cuál es el tipo de inversión que nos interesa, cuáles compañías multinacionales pueden representar un riesgo a nuestra soberanía biodiversa[5].
La lucha contra los cultivos ilícitos se fortalece con el PNIS, plan nacional de sustitución de cultivos. Ante el debate científico y jurídico, el gobierno debería abstenerse de utilizar productos como el glifosato, apoyándose en el principio de precaución[6]. La legalización de la marihuana, en diversos lugares del mundo, como varios Estados de los EE. UU., debe ser un tema de reflexión al interior del gobierno, como carta de negociación, sin olvidar el principio de responsabilidad compartida.
Colombia ha venido cumpliendo sus compromisos en materia de cambio climático. El país genera el 0,57% mundial de emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI), ocupando el puesto 34 entre 184 países que monitorea el Instituto Mundial de Recursos del Banco Mundial. Existe la intención de reducir las emisiones de GEI en un 20% en el 2030, e incluso aumentarla a 30% si se recibe ayuda financiera internacional. Nuestra nación plantea reducir a cero la deforestación a 2030 y aumentar el patrimonio de áreas terrestres a 17% y marinas a 10%. Conforme lo plantea el Acuerdo de París, para cumplir estas metas, un país como Colombia, requiere de la cooperación internacional.
Las cifras nacionales actuales en materia de deforestación son preocupantes, 219 mil hectáreas deforestadas por la expansión desordenada de la frontera agrícola, acaparamiento de tierras, aumento de actividades ilegales como minería, cultivos ilícitos y extracción de madera. Además, Colombia es catalogado como uno de los países más vulnerables al cambio climático conforme la clasificación mundial realizada por el banco HSBC, que lo ubica en el número 7, siendo de hecho, el primer país latinoamericano en esa lista[7].
Colombia pertenece al grupo de 17 países megadiversos[8], una clasificación propuesta por “Conservation International” un actor no tradicional (ONG) con gran influencia en el manejo del tema. Aquí no entraremos a calificar con juicios de valor, pero una somera investigación evidencia que en los temas de biodiversidad y cambio climático los actores no estatales han sido relevantes.[9]
Otro dato alarmante es el de las especies amenazadas en Colombia, que se calcula en 1200, algunas de las cuales son emblemáticas como la Rana Dorada (Cauca, Chocó, Valle), el Oso Perezoso (Amazonía, Orinoquía), el Mono Tití cabeza blanca, el Manatí, las Tortugas Marinas, el Oso de Anteojos, entre otros.
Frente a la compleja coyuntura y comparado con los actores no tradicionales, la velocidad de reacción de los Estados ha sido más lenta. México en 2002, convocó a una reunión internacional de la cual surgió una declaración, firmada por ministros de temas Ambientales, creando un mecanismo de consulta y cooperación, el GPMA (Grupo de Países Megadiversos) que realiza reuniones periódicas, pero da la impresión de llevar una agenda cerrada, sin mayor divulgación pública sobre su impacto global.
Luego de los compromisos adoptados en el Acuerdo de París y en cumbres posteriores como la reciente COP26 celebrada en Glasgow, ante la amenaza climática y la incertidumbre del financiamiento internacional, es prioritario buscar consensos con los otros países megadiversos, como bloque, que fortalezca procesos de negociación. De allí la idea de impulsar la creación de un organismo internacional que defienda los intereses de la biodiversidad.
Conclusión
Desde mi perspectiva como funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, pienso que hay varias iniciativas que se pueden implementar al interior de la Cancillería, para concederle el peso específico que merece la biodiversidad, como tema fundamental de nuestra política exterior.
Iniciando por lo básico y para combatir la ignorancia que hay sobre el tema, de la que hablé al inicio, se puede crear en la Academia Diplomática, un diplomado virtual permanente sobre “Biodiversidad colombiana y cambio climático”, para todos los funcionarios; obligatorio para Directivos, Jefes de Misión y oficinas consulares. Debería ser materia en todos los procesos del centro de estudio, desde los cursos de ingreso al Ministerio, hasta los de ascenso y actualización. Con la tecnología actual y la comprobada capacidad de la Academia, cualquier funcionario podría tomar el curso sin problema de tiempo y lugar. Se puede realizar mediante acuerdo con el SiB. Algo que puede aportar grandes beneficios para la entidad. Incluso se puede ofrecer un módulo básico para público en general, como los colombianos en el exterior.
Si la biodiversidad se convierte en principio rector de la Cancillería en su devenir cotidiano, sería necesario orientar los planes de acción, tanto de las oficinas internas, como de las embajadas y consulados, sustentados en un mensaje potente de marca país, basado en la biodiversidad, para realizar gestiones de atracción de IED en negocios verdes, energías renovables y promoción turística responsable y sostenible.
En el caso de los consulados, se desconoce su potencial diplomático como promotores de Colombia, en lo cultural, comercial y social, pues se les concibe como oficinas que deben concentrarse en los trámites y asistencia de la comunidad colombiana en las ciudades en donde están acreditadas. Propongo una “revolución consular”, redefinir los consulados, reforzarlos con presupuesto para actividades culturales y promocionales, enfocadas en la biodiversidad, dirigidas a las comunidades extranjeras, no solo colombianas, a las que tienen acceso. Esta “revolución consular” implica un esfuerzo presupuestal, sin duda, pero los beneficios para el país son incalculables.
La “marca país” es un elemento fundamental de promoción, concepto sobre el cual la Cancillería ha estado ausente en su definición, pues es competencia del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo y ProColombia desde 2005. Estando a tono, con este planteamiento general, la biodiversidad colombiana, debe convertirse en la única marca país. No es necesario entrar en conflicto con el MINCIT y ProColombia por el tema de “marca país”, con una buena coordinación interinstitucional se puede lograr el objetivo de divulgación de los mensajes en el exterior.
Al interior del Ministerio, en las Direcciones temáticas que atienden fronteras, como Soberanía Territorial y Plan Fronteras, el componente biodiverso sería el principio orientador. Es prioritario dar especial atención a las fronteras marítimas y posesiones marinas, en donde hay necesidades particulares en materia de biodiversidad y se esperan algunos de los peores efectos del cambio climático. La región amazónica debe ser igualmente prioritaria en su atención, en la coordinación interinstitucional nacional y en lo externo con la OTCA (Organización del Tratado de Cooperación Amazónica).
Para no perder lo que se ha llevado a cabo en esta materia, dentro del Ministerio, el área multilateral, sería la encargada de coordinar el proceso que consagre la biodiversidad como el gran principio orientador de la política exterior colombiana. Fortalecer la presencia nacional ante organismos especializados, encargados de estos temas como la FAO ó IRENA (Agencia Internacional para las Energías Renovables). Dejo para la reflexión, la viabilidad de crear un organismo internacional que agrupe a los países megadiversos con sede permanente en Colombia, lo cual sin duda sería un reto gigante, pero representaría una gran oportunidad para la proyección e identificación de nuestro país como líder positivo ante el mundo.
Los diplomáticos colombianos debemos repetir el mantra sobre la biodiversidad, pero con conocimiento y con el propósito de liderar el tema. En últimas, lo que propongo es la apropiación por parte de la Cancillería y sus funcionarios, del tema de la Biodiversidad, una apropiación desde lo externo que se convierta en acicate para que todos los ciudadanos en el plano interno, nos concienticemos del gran recurso que poseemos y de las múltiples amenazas que lo acechan.
Bibliografía
Betancourt Vélez, Ricardo. Los organismos hemisféricos y regionales en el posconflicto colombiano. En Política Exterior Colombiana. Escenarios y Desafíos en el Posconflicto. Editorial Javeriana. Konrad Adenauer Stiftung, 2015.
IDEAM, PNUD, MADS, DNP, CANCILLERIA. Segundo Informe Bienal de Actualización de Colombia a la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC), 2018.
Oatley, Thomas. International Political Economy. October, 2018.
Paun, Ashim, Acton, Lucy & Chan, Wan-Shin. Fragile Planet. Climate Change Global. HSBC Global Research. March, 2018.
Plan Nacional de Desarrollo 2018 – 2022. Pacto por Colombia, pacto por la equidad. Departamento Nacional de Planeación.
Uribe Botero, Eduardo. El cambio climático y sus efectos en la biodiversidad en América Latina. CEPAL, NACIONES UNIDAS, 2015.
* Este artículo fue publicado por primera vez en la revista ORBIS de la Asociación Diplomática publicada en su edición del año 2022. Su título fue cambiado para ajustar al formato blog.
https://www.diplomaticos-colombia.org/assets/revista-orbis-digital-2022_web_.pdf
Reseña del autor**
Dixon Moya Acosta. Embajador de carrera. Bogotano, felizmente casado con Patricia. Sociólogo (Universidad Nacional de Colombia) y especialista en Relaciones Internacionales (Academia Diplomática). Diplomático de Carrera desde el año 1996, ha tenido experiencia en el servicio exterior en Venezuela (1997 – 2000), Nicaragua (2003 – 2008), Emiratos Árabes Unidos (2011 – 2015), Cónsul General de Colombia en Chicago (2017 – 2023). Autor de los libros “Colombia en el cine universal. La caza de citas” (2011), “Partes de Guerra” (poesía, 2016), “Relatos Extemporáneos. Cuentos de ciencia-ficción” (2016), coautor de la primera biografía en español del fundador de los Emiratos Árabes Unidos (2016), “Relatos Diplomáticos” (2019). Textos en los cuales aparece como Dixon Acosta Medellín (su identidad literaria). Columnista del periódico El Correo del Golfo y bloguero de El Espectador de Bogotá. En Twitter aparece como @dixonmedellin.
[1] Como expresa Ricardo Betancur Vélez, la violencia ha influido por muchas décadas en la política exterior de Colombia, siendo identificado como país problema. En este caso, tenemos la oportunidad de liderar un tema de agenda positiva en el mundo.
[2] Aquí no entraré en el detalle de la relación Biodiversidad y Cambio Climático, pero recomiendo la lectura de “El Cambio Climático y sus efectos en la Biodiversidad en América Latina”, citado en la bibliografía.
[3] IDEAM, PNUD, MADS, DNP, CANCILLERIA (2018). Segundo Informe Bienal de Actualización de Colombia a la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC) p. 6.
[4] Plan Nacional de Desarrollo 2018 – 2022. Pacto por Colombia, pacto por la equidad. Departamento Nacional de Planeación, p. 461.
[5] El viejo conflicto entre compañías multinacionales de países industrializados y los países en vías de desarrollo, ilustrado en el texto de Thomas Oatley, citado en la bibliografía, quien nos recuerda la Resolución 1803 de 1962 de la Asamblea General de Naciones Unidas “Soberanía permanente sobre los Recursos Naturales”.
[6] La Corte Constitucional ha mantenido en firme la sentencia de 2017, que impone una serie de requisitos para retomar las fumigaciones con Glifosato, una herbicida considerado potencialmente cancerígeno. Sería necesario contar con investigaciones científicas concluyentes que demuestren que no hay riesgos para la salud ni el ambiente.
[7] No deja de ser llamativo que esta clasificación sea establecida por un banco privado y no por un organismo internacional o una entidad técnica especializada. El estudio que es señalado en varias fuentes se realiza con la finalidad de orientar inversiones internacionales en los países. Debería resultar muy preocupante para Colombia, por el doble riesgo en lo ambiental y económico. Ubica a nuestro país como el segundo más dependiente de combustibles fósiles detrás de Qatar.
[8] El Centro de Monitoreo de la Conservación del Ambiente del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, adoptó los 17 países propuestos por Conservation International: Australia, Brasil, China, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, India, Indonesia, Madagascar, Malasia, México, Papúa Nueva Guinea, Perú, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Venezuela.
[9] El Global Biodiversity Information Facility, que presenta el inventario de especies registradas del mundo, trabaja con otras organizaciones como the Encyclopedia of Life, Consortium for the Barcode of Life, Biodiversity Information Standars, Catalogue of Life. Sin mencionar al organismo no gubernamental quizás más importante, the World Wide Fund for Nature (WWF). En el caso de Conservation International, no ha sido ajena a la controversia por su aparente cercanía con firmas como BP, Chevron, Cargill, Monsanto, Shell, que ha justificado por la necesidad de trabajar con “compañías de alto impacto ambiental”.
El último hito no gubernamental en materia de la lucha contra el cambio climático, ha sido el liderado por la joven sueca Grata Thunberg que a los quince años inició una protesta en su país, llamando a la huelga de estudiantes de colegio, los días viernes, para exigir acciones concretas contra el cambio climático, con una repercusión mundial sin precedentes.