La Franja De Gaso

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Para eso es el poder

Con el final del año comienzan las campañas políticas a encender las hogueras para quemar en ellas a todo el que piense distinto a lo que nos ha impuesto el régimen que nos gobierna sin descanso desde hace más de 200 años. La clase política nacional mantiene en el mundo la idea de que somos una de las democracias más antiguas de América, cuando en realidad somos la única dictadura que no ha caído desde que nos independizamos de la dictadura española. La falacia logra imponerse porque somos expertos en mantener las apariencias, y esto nunca es tan claro como cuando llega cada nueva elección presidencial.

La política colombiana ha sido atizada siempre con la consigna de mantener el poder, cueste lo que cueste, para una manotada de privilegiados, y para lograrlo han hecho de todo: una constitución infame, surgida de la avaricia de Rafael Núñez; o una matazón descomunal a mediados del siglo 20 para achicar el número de bendecidos por el poder, que terminó en un empate de sangre saldado con el ignominioso frente nacional; o pactar con todas las mafias existentes las guerras y las paces convenientes; o corromper el sistema hasta donde se pueda, para doblegar al ciudadano con las migajas del Estado y pervertir al elector con las migajas que dejan los que se comen las migajas del Estado.

Se acercan otras elecciones en las que un gran número de pretendidos líderes irán reagrupándose para vencer al enemigo común, que es cualquiera que intente sabotear sus intereses roñosos. Es un carnaval de máscaras y musarañas, en el que todos pretenden ser cualquier cosa mientras llega el momento de que el pueblo, azuzado con mentiras y terrores, llegue a las urnas a votar emberracado, la estrategia desalmada que hace rato les sirve tanto para dispararle a la paz, como para elegir incompetentes que obedezcan sin preguntar.

Al final del camino, como hace cuatro años y dos siglos, proclamarán al que sea y se irán sobre el que quede en pié para derrotarlo al precio que haya que pagar y haciendo lo que sea necesario. Para eso es el poder. Esa es la respuesta que no encontró Echandía porque era un tipo decente y no podía entender, aunque ocurriera ante sus ojos, que en este país, desde entonces y desde siempre, el poder que otorga la demo-cracia no viene del pueblo ni deriva hacia el pueblo. Tenemos la dictadura civil más vieja del contienente que cada cuatro años refrendamos en las urnas. Esa es la monstruosa realidad.

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