Mujeres y filosofía en Colombia: Angélica Montes y el pensamiento de El Caribe.
En Filosofía y coyuntura hablamos con la filósofa franco-colombiana Angelica Montes sobre su último libro “Édouard Glissant. El pensamiento de la créolisation errante” (Herder, 2023). Un texto imprescindible para pensar problemas actuales como los de la relacionalidad del mundo, el problema de la identidad y la cosmopolitización.
Continuando con el conjunto de artículos titulados Mujeres y Filosofía en Colombia publicados previamente en el Magazine de El Espectador, donde abordamos parte del pensamiento de filosofas como Teresa Houghton, Blanca Inés Prada, María del Rosario Acosta, Laura Quintana, publicamos en Filosofía y Coyuntura esta entrevista con la filósofa franco-colombiana Angélica Montes Montoya, Doctora en Filosofía por la Universidad de Paris 8. Aquí conversamos sobre su libro “Édouard Glissant. El pensamiento de la créolisation errante” (Herder, 2023). Hablamos sobre pensamiento caribeño, geopolítica del conocimiento, identidad, créolisation, géneros filosóficos, entre otros temas.
Angélica, gracias por aceptar la invitación a conversar sobre tu libro en este espacio de El Espectador.
En la academia normalmente hablamos de América Latina y El Caribe, sin embargo, el pensamiento caribeño goza de un menor reconocimiento y difusión que el pensamiento continental. Ya Ramón Grosfoguel había puesto de presente, por ejemplo, como el pensamiento postcolonial europeo no se había ocupado de las herencias coloniales en El Gran Caribe. ¿No es este un efecto de lo que el pensamiento decolonial llama geopolítica del conocimiento? Y, ¿por qué, a tu juicio, la ciencia social no ha prestado suficiente atención a esta especie de “injusticia epistémica”, para decirlo con Miranda Fricker?
Es muy acertado lo que menciona, pues en nuestro entorno latinoamericano no se le ha dado el lugar central de “dialogo” que muy probablemente tienen estos y estas autoras del Caribe, en tanto que “bisagras” entre el mundo “occidental” (otra gran ficción fabricada desde el Sur Global) protagonista y gran gestor de la “empresa de la colonización” y nuestra geoespacialidad Caribe-latinoamericana.
En la región geopolítica del pensamiento latinoamericano, se conocen los trabajos de muchos estadounidenses en su relación con el Caribe, como, por ejemplo, James Baldwin, Malcolm X, Angela Davis, Ralph Ellison. Se sabe del trabajo insulares como Derek Walcott (Santa Lucía), Jamaica Kincaid (Antigua y Barbuda), Eduwidges Danticat (Haiti) Junot Díaz, Jean Rhys (República Dominicana), Maryse Condé (guadalupeña ). No obstante, han sido poco significativas las figuras del Caribe hispanófono y francés. Es decir, si, pero no, ya que con excepción de Franz Fanón y Aimé Césaire, gran parte de las referencias intelectuales al Caribe insular se reducen al legado que los y las autoras han hecho a la literatura y los escritos acerca de la caribeñidad, en esta categoría suelen incluir a Édouard Glissant (Martinica).
Ahora bien, para mí unos y otras han hecho, a través de sus obras literarias, una suerte de sociología histórica del caribe; han recreado una ontología desde la insularidad del Caribe. En este sentido, pienso que es labor de las Ciencias Sociales y Humanas de nuestra región latinoamericana, el abrazar esas otras disciplinas que la constituyen (incluida la literatura), pues existen formas de acercarse a los problemas fundamentales de la sociedad y de la propia filosofía, abordando otras gramáticas del pensamiento, desde los procesos creativos y los imaginarios de la literatura, las artes plásticas y la música.
No se trata de ver en esas obras de los caribeños, arriba mencionado(as), simples ejemplos de la creatividad, sino más bien de tomarlos como punto de partida de un pensamiento filosófico en sentido amplio, es decir, como trabajos que exploran las formas de ser y estar de las comunidades, sus cosmogonías y su poética. Como una forma de comprensión y expresión que abarca todas las dimensiones de la vida y las experiencias humanas.
En los 70 la traducción filosófica posmoderna, tuvo en cuenta este tema y por ello el eslogan de “la muerte del gran relato” racionalista (del método científico), que relego la imaginación casi que a los confines del misticismo. En esas décadas, las obras artísticas de Andy Warhol, Jean-Michel Basquiat, Niki de Saint Phalle o Cindy Sherman se consideraron emblemáticas del giro epistémico posmodernismo. Lo propio ocurrió con la literatura de Salma Rushdie.
El arte en sus múltiples expresiones, incluida la literatura, es fuente de aperturas epistémicas y permite en muchos momentos de la historia, abrir puertas a la reflexión política y gubernamental. Inspirando y oxigenando a la filosofía.
En relación con la pregunta anterior, hay que decir que en Nuestra América es conocido el pensamiento de Franz Fanón y Aimé Césaire, más no el de Édouard Glissant. ¿Cómo arribaste a su pensamiento? Y, ¿Por qué su obra no ha sido suficientemente reconocida en el ámbito filosófico?
A Édouard Glissant se le ha incluido como un claro teórico de las corrientes de la poscolonialidad y de la decolonialidad latinoamericana. Sin embargo, como lo explico en mi libro, Édouard Glissant es demasiado «fluido» y rizomático como para circunscribir su pensamiento a una única constelación, él encarna una rareza dentro de la filosofía. Se trata de un pensamiento inclasificable, desestabilizador e inesperado. Efectivamente, la pluma de Édouard Glissant no es de fácil acceso, ni su filosofía poética se parece a los textos de los intelectuales que estamos acostumbrados a frecuentar, con un pensamiento lineal y sistematizado de entrada.
Esa particularidad es la que me interesó, permitiéndome llegar a la obra de Glissant en momentos en que hacia mi tesis doctoral. Desde ese momento he acogido su trabajo como expresión de la filosofía y le reconozco a él como filosofo. Creo que ello guarda relación con el hecho de que me defino como una filosofa de márgenes, no academicista, que se nutre de la errancia intelectual. Si bien soy filosofa de formación, no obstante, tengo una gran sensibilidad hacia la literatura, alguna poesía (social) y las artes plásticas (pintura y escultura). Creo que en la filosofía ganamos mucho cuando hacemos uso de los imaginarios y de la creatividad. Es así como nos es posible pensar lo impensable, nombrar lo que no tienen nombre y hacer el ejercicio reflexivo de la crítica.
La filosofía para mi es una disciplina que se sitúa en el campo de las humanidades y es holística. Ahora bien, ello no significa que desconozca que en la filosofía también puede haber especificidades en los intereses de investigación. De hechoy hay quienes consideran que lo propio de la Filosofía (con mayúscula) es la reflexión crítica por acumulación de saberes (historia de la filosofía) y en este sentido aborden los temas de interés desde ciertas corrientes de pensamiento (liberalismo, Marxismo, Estoicismo, Romanticismo, etc.…) o desde ciertos autores (Foucault, Arendt, Hegel, Mouffe, Husserl, Buttler, Kant, Marx, Deleuze, etc..).
Desde mi punto de vista, todas esas corrientes y autore(as) son herramientas para abordar problemas, pero no son en sí mismas objeto de investigación ni de interés primigenio. En este sentido, yo no me considero especialista de ningún(a) autor(a). Los utilizo cuando el problema así lo exige, mas no conozco con exhaustividad la obra de ninguno, ni siquiera la de Édouard Glissant.
En cuanto a entender ¿por qué Glissant no ha sido suficientemente reconocido en el ámbito filosófico? Puedo decir que la obra de Glissant ha penetrado escasamente los círculos académicos del pensamiento latinoamericano en general y la filosofía en particular, por tres razones: primero, la barrera de la lengua (sus obras originalmente en francés han sido esencialmente traducidas al inglés). Segundo, el propio estilo del autor ha sido catalogado de barroco y complejo. Algunos de sus contemporáneos y coterráneos afirmaban que su prosa era «elitista» e «incomprensible». A ello, debe sumarse el que Glissant, siendo filosofo de formación, construyo su pensamiento básicamente a través de la poesía y la literatura, de manera que durante décadas se le considero como un poeta en su Martinica natal y en Francia.
Finalmente, la tercera razón, por la cual Glissant es escasamente conocido obedece a la centralización en los intereses de gran parte de las casas editoriales y de los grupos de investigación. Unas y otros alineados -como lo mencione- en considerar que la filosofía tiene su mayor aporte en el acervo de la historia de la filosofía y la generación de trabajo exhaustivo de las obras de los clásicos. Se pierde de vista que la filosofía debe ocuparse de analizar y responder a problemáticas, y se la reduce a una suerte de neo enciclopedismo cuando se pretende hacer de ella una ciencia fundamental en la que se generen verdades a la manera que lo hace la física. Por ello es frecuente que quienes hace investigación filosófica suelan quedarse en el sendero de lo ya admitido y reconocido en la filosofía academicista, es decir, usar los y las mismas autoras para validar sus propios análisis e hipótesis. Ello termina descartando otros saberes y pensamientos, incluidos no solo el de Glissant sino también de otras orillas epistémicas como el de las denominadas culturas ancestrales.
Claramente Glissant es un filósofo poeta o un poeta filosofo poco fácil de sintetizar y aun difícil de “agotar” en un texto corto. Lo que hice en mi trabajo fue ponerme en modo detective y rastrear tres conceptos, para mí claves, en su pensamiento poético y en su literatura. Esos conceptos son: Relación, Todo-mundo y Créolisation.
En estricto sentido, es en El Caribe donde inicia el proceso de europeización de las culturas precolombinas. En tu libro, la dimensión geográfica y espacial juega un papel relevante para el análisis de algunos problemas contemporáneos. ¿Cómo estas dos dimensiones configuran y componen el pensamiento de Glissant? En este sentido, ¿el pensamiento de Glissant no resuena con lo que en la actualidad llamamos pensamiento situado?
El que Glissant haya nacido y permanecido en el espacio caribeño insular, permite explicar los intereses intelectuales y subsecuentes desarrollos teóricos entorno a la identidad caribeña que caracterizan la obra intelectual del autor. No es equivocado afirmar que solo en ese caribe insular, espacio de archipiélagos y geografía fragmentada, que formaba parte del antiguo territorio colonial francés, podía ser parida la noción de créolistion, como algo prioritaria pero no exclusivamente propia del mundo colonial, es decir, propio de las regiones que han vivido una historia de dominación.
Como lo he explicado en mis entrevistas y artículos, es en ese gran caribe insular y continental, en donde toma cuerpo y sustrato la empresa de la colonización. Se produce, ahí, el encuentro del europeo con los pueblos de las Américas y de las Áfricas, propiciándose la consolidación de la «identidad-Europa» (geosituada). Esta situación contribuyo en gran medida a la edificación del pensamiento y la cultura eurocentrados. Ahí, en este lugar situado del caribe -espacio de cruces y fractal- acontece un largo y complejo proceso en el cual la idea de «raza» se convierte en el instrumento que permitirá naturalizar la relación superior y/o inferior ampliamente practicada en variadas geografías y sociedades a nivel mundial y, en particular, a lo largo de los períodos del colonialismo europeo entre los siglos XVI y XX.
En este sentido, pienso que efectivamente la idea del pensamiento situado si “resuena” en la lectura que Édouard Glissant hace del mundo insular caribeño. Ahora bien, en honor a la verdad, creo que esto del “pensamiento situado” no es una idea original de algún(a) pensador reciente. De hecho, la imagen según la cual el “pensamiento es situado” siempre ha existido. Tan es así que ya en el siglo XVII quienes hablaron de universalismo, lo hicieron partiendo de la idea de la Modernidad, esta última situada primigeniamente en un espacio geográfico bien definido (Grecia y en sus antenas: Europa, Francia, Inglaterra, Alemania).
Justamente esta condición de “situar” la construcción teórica de la Modernidad es en parte causante de la colonización del pensamiento descrita ampliamente por un autor como Aníbal Quijano. Ello provocó que, durante más de tres siglos, la Modernidad como paradigma incluyera la idea de su necesidad universal, entendiendo que donde quiera se impusiera la Modernidad las sociedades y pueblos tendrían que ser equivalentes (en su sentir, pensar y actuar) al espacio geográfico referente ideal que sirvió a trazar la base de las abstracciones históricas que fundaron el saber de los pueblos europeos.
Volviendo a la obra intelectual de Glissant, yo no la observo desde una perspectiva identitaria ni esencialista del Gran Caribe. Glissant está pensando un Caribe rizomático y tan abierto que -para parafrasear a Alberto Abello, en La Isla encallada- se sitúa no ya en una escala de lo local, ni de lo nacional sino explícitamente transnacional de lo que es el Caribe. Un Caribe conectado no exclusivamente con los archipiélagos o las costas del mar Atlántico (el continente), sino más bien un Caribe que se extiende y toca las amplias y diversas geografías del “Sur” y del “Norte”.
En esa concepción del Caribe, el concepto de créolisation de Glissant ha de ser entendida como un fenómeno del pasado y un horizonte del futuro, antes de ser una categoría de negación y ruptura total con la filosofía modernidad. En efecto, el pensamiento de Édouard Glissant dialoga con la modernidad europea y no parece tener como intención una ruptura epistémica definitiva. De hecho, la idea de créolisation ofrece una comprensión actualizada de las relaciones de poder que nos permite hacer a nosotros una lectura renovada de dos categorías del pensamiento moderno: el cosmopolitismo y cosmopolitización.
El concepto de relación, como lo muestras en tu libro, es fundamental en el arsenal conceptual de Glissant. Actualmente en América Latina, de la mano de pensadores como Arturo Escobar, corrientes como el Buen Vivir/Vivir Bien, la filosofía afectiva de Laura Quintana, entre otros, el tema de la relacionalidad viene cobrando cada vez mayor importancia. ¿Podemos hablar de una ontología relacional en Glissant? ¿Cómo su concepción de la relación permite redefinir, por ejemplo, la noción de identidad (personal, colectiva, de los pueblos)?
El tema de lo “relacional” es un aspecto siempre presente y constate en las y los autores que abordan el tema de lo común, esto es, de aquello que hace posible la “comunidad” como proyecto político y cultural, sin desconocer la alteridad (otredades). En el caso del pensamiento de Glissant, esta idea de la relación, uno de sus conceptos nodales, él la define como la interacción dinámica y compleja entre individuos, culturas y geografías. Es decir, el autor martiniqués no solo habla de la relación en un sentido interpersonal o intersubjetivo, sino que la amplía para abarcar las interacciones entre culturas, geografías, tierras y memorias y cosmovisiones.
Desde la mirada poética-filosófica de Glissant, la relación es un concepto amplio, no se limita a lo ético e intersubjetivo (Quintana), sino que abarca el diálogo intercultural, la diversidad de expresiones humanas y es ella misma resistencia. Ello es así porque Glissant insiste en que se debe pensar la relación como una interconexión dinámica, diversa y de resistencia. Dicho esto, debo afirmar que no creo que Glissant buscara construir una ontología relacional, en el sentido que toda ontología suele cerrarse en sí misma, es decir, convertirse en formas exclusivas de aprehender el ser y en ocasiones se convierten en una matriz secas. Por el contrario, Glissant buscó siempre la apertura, el dinamismo, la performatividad en la comprensión de la relación. Quizá sea por lo que recurrió a la poesía y la literatura para pensar la “relación” en tanto que interconexión de lo humano y de las varias expresiones de este.
Llegados a este punto, es importante precisar que la categoría de relación se encuentra estrechamente vinculada a otro concepto clave de Glissant, la créolisation. Para Glissant, decir de un pueblo o sociedad que es créole significa que es un pueblo o sociedad compuesta e inextricable (abigarrado). El mundo créole es un mundo que no reclama la unidad, sino que aspira a la diversidad como un fin en sí mismo, un mundo habitado por lo inesperado. Esto es posible porque, para el autor, la créolisation no busca identificar las individualidades con sus contornos bien definidos, sino nutrir lo inextricable de la identidad, su compleja condición de rizoma en constante mutación y formación, orgánicamente vivo y no atávico.
En ese mismo sentido, Glissant propone la idea de identidad relacional, opuesta a una identidad fija y esencial. Esta última que están siempre viendo en el retrovisor y se definen por su lugar en el pasado mas no por su potencia de vida y su capacidad de penetrar y de transformar otras formas de identidad (individuales y colectivas). No hay identidad univoca, ella es plástica y compuesta, por ello lo propio de la identidad de un individuo es su apertura, su hospitalidad a los Otro.
El pensamiento latinoamericano ha construido y ha abordado conceptos como los de transculturación, mestizaje, abigarramiento, interculturalidad, entre otros, cada uno con sus respectivos matices. Palabras más, palabras menos, con ellos se ha buscado dar cuenta de la compleja realidad cultural, social, racial y económica de América Latina. ¿Qué es la créolisation y cuál es la especificidad de este concepto? Y, dado que los conceptos abren un campo posible de experiencia, ¿Qué potencialidades ve usted en el mismo para pensar algunos problemas actuales?
Claramente se pueden encontrar similitudes, por ejemplo, con las categorías de “abigarramiento” (Zavaleta Mercado) y “transculturación” (Fernando Ortiz). Estas dos categorías abordan -como lo hace la céolisation- el carácter rizomático e intrincado de las relaciones subjetivas y culturales. Ellas son, también, expresiones de resistencia a toda homogenización.
Ahora bien, como lo dialogué recientemente con el colega y amigo Santiago-Castro, la transculturalidad es una categoría en respuesta a las limitaciones de las nociones de aculturación y asimilación, en este sentido la transculturalidad es un proceso que establece un dialogo cultural en tres momentos: Desculturación, cuando en el dialogo (impuesto o voluntario) se pierden ciertos elementos originales; Aculturación, cuando se adoptan elementos culturales otros; Neoculturación, nacimiento de esas nuevas formas culturales que se dan tras los dos momentos anteriores. Por su parte, la creolisation, no es pensada por Glissant como un proceso por etapas, fragmentada, sino que se trata de un acontecer continuo en el cual cobra importancia la relación y la opacidad, estas no poseen fases claramente definidas.
Algo similar ocurre con la idea de “abigarramiento”, una categoría que explica la coexistencia de múltiples formas de organización social, cultural y económica. Si bien, el abirragamiento, plantea la complejidad y heterogeneidad de los elementos que componen las culturas postcoloniales, tanto la transculturalidad de Ortiz, como el abigarramiento de Zavaleta Mercado, pensadas desde un contexto bien especifico (Cuba a para el primero y Bolivia para el segundo) de alguna forma se circunscribieron a esa condición localizada de su origen.
Por el contrario, la créolisation de entrada fue pensada por Glissant, desde Martinica, pero abarcando una idea amplia del Caribe insular y continental, en sus propios textos el Caribe parece extenderse desde las aguas cálidas del Atlántico latinoamericano hasta conectarse con el propio mediterráneo y las costas africanas. Glissant de entrada está pensando la créolisation como un acontecimiento que esta conectado con la globalidad de las historias y de las culturas del norte y del sur global. Lo anterior explica la particularidad teórica de la créolisation, su fuerza, sin negar que exista una convergencia entre Glissant, Ortiz y Zavaleta Mercado, su pensamiento es algo aparte.
Debemos comprender que la Créolisation es un acontecimiento imprevisible, un habitar el mundo que exige abandonar la raíz atávica y aceptar el anudamiento rizomático en el que los hombres y mujeres de esta contemporaneidad estamos inexorablemente inmersos, esto hace que Glissant afirme que no hay “nada más imprevisible que la créolisation”. Másque una cuestión de biología elemental y de mestizaje cultural, se trata de relación entre imaginarios. Pero ¿qué es el imaginario (l’imaginaire) para Glissant? En sus textos y en las numerosas entrevistas que concedió, pude observar que para él hablar del imaginario es hablar de expresiones de lo humano más allá de las razas y de los a priori deterministas; l’imaginaire se expresa aún mejor en la literatura, las lenguas, la música, la pintura (las artes).
Puede decirse que la créolisation es un concepto filosófico, es una categoría, una representación mental que recoge y condensa una multiplicidad de acontecimientos o situaciones, a saber, el carácter inconmensurable de la realidad histórica, cultural, social y de los imaginarios del gran Caribe. Es intrincamiento e intercambio cultural, es un proceso natural que no puede ser impuesto desde arriba. Ella, la créolisation, opera por medio de la abstracción para generalizar rasgos comunes identificables que pueden expresarse (ser nombrados) con una o varias palabras: Todo-Mundo/Caos-Mundo/Identidad-relación/Opacidad. De esta forma, Glissant, más que proponer una taxonomía normativa (y metafísica) para especificar lo que debe ser la créolisation como proceso, la utiliza como un concepto fractal, que comunica y ofrece sentido a la “realidad” del mundo caribeño e insular.
Respecto a la pregunta ¿Qué potencialidades ve usted en el mismo para pensar algunos problemas actuales? Preciso he de decir que esta pregunta apunta al objeto de la tercera parte de mi obra dedicada a la biografía intelectual de Édouard Glissant, en este capítulo titulado “La créolisation y la política”. Ahí exploro cuales son las posibilidades y los límites de la teoría de Glissant en el campo de la política. Para ello busco mostrar de qué forma la categoría de créolisation nos ofrece una lectura renovada de la vieja idea moderna del cosmopolitismo.
A partir de una revisión conceptual, muestro las dos tipologías del cosmopolitismo. Primero, el normativo (filosófico), el cual refiere a un mundo portador de una historia común más allá de los nacionalismos exacerbados. Trata de buscar la armonía por encima de las fronteras nacionales y culturales, pero siempre con una perspectiva ontológica. Por el contrario, el segundo cosmopolitismo real (sociológico), es más descriptivo, inconsciente y se nos impone. Se trata de un fenómeno ineludible que acaece. Este segundo cosmopolitismo hace parte del registro de lo existente, es decir, de la vida de nuestras sociedades. Ulrich Beck lo llama cosmopolitización.
La cosmopolitización debe entenderse como un proceso multidimensional, que toma en cuenta la multiplicación de los modos de vida en el mundo. En este sentido, la perspectiva de la cosmopolitización se acerca a la idea de la créolisation del mundo en la medida en que observa el mundo como un “asilo babilónico” y presupone que son los propios sujetos -desde su imaginación, sus intercambios y mezclas- quienes pueden redefinir sus intereses y su punto de anclaje en el mundo. Esta realidad favorece el surgimiento de una comunidad en la transnacionalidad de los imaginarios sociales; en la empatía emocional que nos acerca a los Otros, más allá de las fronteras nacionales y de las simples empatías de la pertenencía nacionalista.
Pese a esta disonancia, o gracias a ella, la créolisation como “acontecimiento” en el mundo contiene una parte de cosmopolitización y cosmopolitismo. Al igual que en la cosmopolitización, Glissant toma nota de la globalidad del mundo: las corrientes migratorias que dan lugar a intercambios a todos los niveles, el desvanecimiento de las fronteras, la aparición de nuevos pensamientos y de otros que han sido relegados o descartados durante mucho tiempo (el pensamiento indígena abyayalistas, por ejemplo).
Al igual que en el cosmopolitismo normativo, el mundo tiene un horizonte, una especie de destino común: se va creando, mezclándose hasta el punto de que ya no se puede distinguir lo uno del otro. El futuro del mundo, los destinos de las sociedades están en su créolisation. La créolisation es tanto el resultado como el prerrequisito para la re-construcción del mundo en su conjunto.
Pensar en la créolisation dentro del marco teórico de la cosmopolitización sirve para mostrar el alcance del potencial político de esta idea. Con la créolisation como “filosofía de la relación” y “poética de la extensión”, Glissant nos invita a repensar el mundo a partir de un nuevo lenguaje de lo político: el vagabundeo, el archipiélago, el temblor, lo imprevisible, el rastro, la incertidumbre, todas las nociones que permiten proyectar la créolisation como una conjunción de lugares, pensamientos, imaginarios y donde lo político se convierte en poder de la relación.
Ello supone, parafraseando al propio Glissant, que el poder de una persona o de una nación se evalúa según su capacidad para conectarse con los distintos lugares del mundo, aprovechando sus recursos y diversidades para crear las mejores formas de compartir y convivir. De allí que en la créolisation el lema sea cambio intercambiando con los otros, sin perderme ni desnaturalizarme.
En la medida en que los pueblos comprendan que ellos son intrincados y que esta condición no es, ni será nunca, una esencia, ya que no están encallados a un origen atávico (sin génesis sin raíz fija). Este distanciamiento de los atavismos y de los orígenes implica también un distanciamiento de las jerarquías y de las relaciones de dominación instaladas en los discursos de poder que convierten los orígenes identitarios en una ontología insuperable.
Para terminar, recordemos que Aristóteles decía que el ser se dice de muchas maneras. Los mismo podríamos decir de la filosofía, pues históricamente esta se ha expresado y vertido en cartas, diálogos, tratados, aforismos, meditaciones, etc. ¿Qué nos puedes decir sobre la forma de trabajo filosófica de Glissant y cómo esta contribuye a cuestionar las formas de trabajo hegemónicas en el campo filosófico?
Como lo mencioné al inicio de este diálogo, Glissant constituye una rareza dentro del espacio disciplinario de la filosofía. Su filosofía poética dista de los trabajos a los que estamos acostumbrados, perfectamente lineales y sistematizados. A la filosofía del autor se accede desde la literatura y la poesía, pero también desde sus ensayos y las múltiples entrevistas ofrecidas a lo largo de sus últimos 15 años de vida.
Lo que intento decir es que la prolífica producción intelectual de Glissant, al utilizar el lenguaje poético para articular sus ideas filosóficas, no está catalogada en términos claramente filosóficos, puesto que en sus trabajos la frontera entre la filosofía y la poesía es difusa. Estamos ante un pensador que trasciende las categorías tradicionales, integrando la filosofía y la poesía en su obra para explorar la complejidad del mundo contemporáneo.
Esto es lo que nos permite encontrar en sus textos lo que yo llamo los “conceptos metáforas”, como todo-mundo, caos-mundo, opacidad, pensamiento del temblor o pensamiento del archipiélago. Todos esos conceptos-imágenes, como lo explico en mi libro dedicado a Glissant, se relacionan entre sí a la manera de una intrincada figura en filigrana, en rizoma, que le da forma a la créolisation. Por ello, creo que el trabajo filosófico-poético de este autor ofrece una renovada gramática conceptual.
A mi modo de ver, la mejor manera de cuestionar las formas de trabajo hegemónicas en el campo filosófico es aceptando el reto de ser una filosofa o un filósofo de los márgenes o si se quiere ejercer un “pensamiento filosófico freelance” no necesariamente está anclado a una corriente filosófica particular, a una institución académica o a un conjunto de ideologías específicas.
Este pensamiento “freelance” requiere de la imaginación creativa, de la interdisciplinariedad y del nomadismo intelectual que permite la adaptación a contextos variados. De cierta forma esto se puede encontrar en Glissant, quien tomando elementos de diversas corrientes filosóficas, artes y la propia experiencia personal, genera un discurso propio para responder a preguntas relevantes de su época.
Damian Pachon Soto
Profesor titular de la Universidad Industrial de Santander y Visitante Asociado del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Estudios Extranjeros de Kobe (Japón). Doctor en Filosofía y miembro de la Sociedad Colombiana de Filosofía. Comprometido con el uso público de la razón para pensar los problemas nacionales y mundiales. Convencido de que la filosofía contribuye a la cualificación de la democracia.
Autor de los libros “Estudios sobre el pensamiento colombiano, volúmenes I y II (Bogotá, ediciones Desde abajo 2011, 2020), “Espacios afectivos. Instituciones, conflicto, emancipación” (en coautoría con Laura Quintana, Barcelona, Herder, 2023), “Política para profanos” (Universidad Industrial de Santander, 2022), “El imperio humano sobre el universo. La filosofía de Francis Bacon” (Bogotá, 2019), entre otros.
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