Ese extraño oficio llamado Diplomacia

Publicado el Asociación Diplomática y Consular de Colombia

TE SOBRA MALICIA*

Ana María cruza la frontera porque ya no da más, porque las cosas están muy difíciles, porque ya no se puede vivir. Empaca un poco de ropa, junta todo el dinero que puede, agarra a su hijo y emprende un viaje que algo tiene de odisea. Llega sin tener muy claro qué hacer, cómo vivir. Tiene miedo, claro. Está en un lugar que no conoce, dejó atrás dolor y sufrimiento, pero también la comodidad de lo conocido. Tiene miedo, pero se atreve. Tienen suerte, no es separada de su hijo, no lo pierde en el camino. Mete a su hijo a estudiar en algún lugar y le piden papeles. Quiere entrar a trabajar y le piden papeles. Anda por la calle y teme que le pidan papeles. No sabe qué hacer, teme que ir a las autoridades se convierta en un problema. Teme, pero se atreve.

Las autoridades están para ayudar, o deben estar para eso. La reciben funcionarios que escuchan su historia e intentan ayudarla. Le piden papeles, muchos papeles. Ana María no entiende, pregunta, pide ayuda. Consigue algunos, otros no se consiguen. Los funcionarios miran con desconfianza los papeles, escuchan con desconfianza las explicaciones de Ana María. Hay cosas que no encajan. Ana María explica que de donde viene hacen los papeles así, que no es culpa de ella, que además los otros que le piden no se consiguen, no hay forma. Los funcionarios desconfían, claro. Se ven muchos casos de falsificación, la regla es estricta, no se quieren meter en problemas, hay que ponerle malicia. Finalmente, niegan la solicitud y despiden a Ana María.

¿Qué ocurre con Ana María? ¿Qué ocurre con el hijo de Ana María? No quieren, no pueden regresar. Tiene las alternativas de insistir, de permanecer irregularmente, o de caer en las garras de redes de corrupción que trafican con las necesidades de las personas y prometen conseguirles los papeles en forma fraudulenta.

¿Dónde ocurre este caso? ¿De dónde viene Ana María? ¿A dónde ha llegado? Miles de personas cruzan fronteras cada año huyendo, algunas logran regularizar su situación solicitando refugio o mediante el acceso a algún tipo de visa. Muchas veces estos migrantes no pueden acceder a estas visas por carecer de cualquier documento de identificación, o porque sus documentos presentan errores sustanciales. Es comprensible entonces que los funcionarios desconfíen y nieguen solicitudes, se curen en salud, eludan los casos más difíciles para evitar inconvenientes: es una alternativa inteligente.

Confundimos inteligencia con malicia. La inteligencia es la capacidad de entender problemas y resolverlos, la malicia termina siendo la incapacidad de entenderlos y la decisión de esquivarlos ¿Cómo superar ese sesgo de malicia? Es comprensible la aprehensión y la desconfianza ante las irregularidades documentales. Es más fácil pensar que “hay algo raro” y negar una solicitud que entender exactamente qué es lo que está mal y cómo se puede resolver el problema. La mayoría de los funcionarios tienen una seria intención de ayudar y apoyar los procesos de migración; sin embargo, muchos creen (y a veces creemos) que la rigurosidad consiste en ponerle malicia al trabajo y entorpecer los procesos para evitar que se pase por alto un error. Esto no soluciona nada. El objetivo no debe ser entorpecer sino ayudar, encontrar la forma de solucionar los problemas, no la forma de esquivarlos. Especialmente porque, al esquivarlos, los problemas solo crecen.

Es cierto que hay muchos casos en los que la respuesta es simplemente negar la solicitud. También es cierto que muchas personas intentan hacer trampa. Sin embargo, también es cierto que muchas personas se acercan de buena fe a buscar ayuda y, por desconocimiento o por sus circunstancias, terminan recibiendo una negativa que muchas veces se puede solventar. La ley tiene muchas herramientas para enfrentar toda clase de situaciones. Muchas veces ignoramos esas herramientas porque se apartan de los casos más frecuentes y usuales, y de esta forma preferimos esquivar el caso. El problema es que no se trata de casos, no se trata de solicitudes; se trata de personas, de familias, de realidades complejas que desatendemos. Si nos detenemos a comprender, a entender estas realidades, es probable que encontremos una forma de resolver los problemas.

Las dinámicas se repiten en todo el mundo. Así como miles de colombianos salen a otros países, miles de extranjeros, especialmente venezolanos, entran a Colombia para escapar de una realidad atroz. Hay centroamericanos caminando al norte, sirios huyendo de la guerra, africanos tratando de escapar del hambre, la violencia y la pobreza. Todos pueden encontrar apoyo y funcionarios dispuestos ayudar y mecanismos creados para facilitar sus procesos, pero también pueden encontrar el mismo sesgo de malicia y la misma confusión entre rigurosidad y entorpecimiento que en algunas ocasiones termina dejándolos en situaciones de desamparo. Muchas de estas situaciones no se dan por mala fe o por falta de diligencia, sino por la triste tendencia a reemplazar inteligencia con malicia. Poco a poco tenemos que empezar a superar este paradigma  a entender que más que malicia, necesitamos comprensión. Contamos con leyes y herramientas necesarias para ayudar. Podemos hacerlo.

**Carlos Arturo García Bonilla. Ingeniero de la Universidad Industrial de Santander con Maestría en Educación. Segundo Secretario de Relaciones Exteriores. Ha prestado servicio en los Consulados de Colombia en Esmeraldas, Ecuador y Mérida, Venezuela.

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