La académica y periodista Sandra Borda, a quien admiro por su trayectoria, ha firmado un artículo titulado “El Servicio Consular”[1], el cual, me ha dejado una mezcla de sentimientos encontrados, pero también me ha motivado, no a dar una respuesta, sino a dejar un testimonio, que quizás sea útil a la hora de analizar el trabajo consular colombiano.
Por ende, reitero a los amables lectores, esta no es una réplica, simplemente es la vivencia de alguien que ha tenido el honor de prestar el servicio consular, dentro de múltiples funciones en el Ministerio de Relaciones Exteriores, aprovechando esta tribuna pública del Blog de la Asociación Diplomática y Consular de Colombia.
Tengo el privilegio de servir en el Ministerio de Relaciones Exteriores desde hace casi 25 años. Durante este periodo de tiempo he tenido funciones consulares en tres destinos diferentes, Puerto Ordaz (Venezuela), Managua (Nicaragua) y ahora en Chicago (Estados Unidos). Aunque mi vocación realmente se decanta por temas multilaterales, académicos y culturales, nunca me he negado al ejercicio del servicio consular. Este requiere de una disposición especial, pues su esencia es la atención a la comunidad, no solo con sus trámites cotidianos, sino por la asistencia a sus necesidades y problemas.

¿Por qué me atrevo a comparar el servicio consular colombiano con un apostolado? Porque, a pesar de no contar con recursos o muchas veces insuficientes para temas concretos, como la asistencia a connacionales, la promoción de nuestro país, la divulgación cultural, o incluso algo que pareciera obvio como la celebración de nuestro día nacional, el 20 de julio, realizamos todas esas tareas, apelando a la creatividad e imaginación. Resulta una paradoja, pero lamentablemente ha sido tradicional no dar la importancia que tiene a la función consular, a pesar de que, en tragedias colectivas, como la que estamos viviendo por cuenta del Covid-19, demuestra con creces que es la parte más sensible de los temas que son responsabilidad de la Cancillería.
Los grandes titulares en la prensa no se los lleva un acuerdo bilateral firmado con un país asiático en materia de cooperación agrícola, ni el voto de Colombia en un organismo internacional, sino casos de asistencia de compatriotas en el exterior. Un ejemplo de ello en la actual coyuntura es el caso de los colombianos que quedaron atrapados en otros lugares allende la frontera, sin poder retornar, en medio de la pandemia mundial. También se hace evidente esto cuando hay una tragedia individual, como la de un fallecido, un desaparecido, un detenido o cualquier otra circunstancia destacable de un colombiano en el exterior.
Es por ello que efectivamente, como lo señala la profesora Borda, el servicio consular debe estar integrado por personas capacitadas, pero ante todo, con una profunda y clara vocación de servicio a los demás. Cierta tendencia aristocrática pervertida, en ocasiones, distorsiona el trabajo diplomático, cuando algunas personas designadas en estos cargos creen que son ellos a quienes los demás deben servir, cuando es totalmente lo contrario.
Me enorgullece pertenecer a una carrera profesional en la cual la inmensa mayoría comparte ese criterio, pero hay que ser justos y reconocer que también hay funcionarios provisionales y de libre nombramiento y remoción que hacen un buen trabajo en el servicio consular, así como hay colegas de carrera que algunas veces evaden esa labor, todo hay que decirlo con sus letras. Muchas veces esta diferencia corresponde a la naturaleza de cada cual o al enfoque profesional; pero sin duda, la garantía de tener un servicio cada vez más profesional, eficiente y humano, se logra fortaleciendo la carrera diplomática y dotando de más recursos y personal a los consulados, así como reconociendo su potencial en la divulgación del país y su promoción cultural.
Debo decir que, durante la actual pandemia del Covid-19, los consulados y algunas embajadas, se han consagrado de lleno a la atención de los compatriotas que requieren retornar a nuestro país. Gracias a la modalidad de trabajo en casa, no han conocido descanso alguno, pues el trabajo se ha desarrollado desde finales de marzo hasta la fecha, de manera continua, sin parar. Tanto en oficina como en los hogares, con jornadas sin fines de semana, ni feriados, respondiendo a las solicitudes de los compatriotas.
Pero esto es un logro institucional fruto del apoyo permanente de las Embajadas y de las dependencias competentes del Ministerio de Relaciones Exteriores, así como de otras entidades involucradas. La gran mayoría de las oficinas consulares han desarrollado una labor que debe resaltarse. Las cifras no pueden ser más elocuentes, más de 25.000 compatriotas han sido repatriados gracias al trabajo de la Cancillería y sus funcionarios.

Ha sido un proceso agotador. Debo confesar que nunca, durante todos estos años de trabajo, tuve un tema crítico que fuera tan sostenido en el tiempo. Sin embargo, estoy seguro de que como para mí, también para mis colegas ha sido de los más satisfactorios. Desafíos adicionales hemos enfrentado quienes hemos tenido la responsabilidad de gestionar vuelos directos de repatriación, desde ciudades que no cuentan con vuelos comerciales directos con Colombia, o quienes lo hacen desde remotos lugares sincronizando vuelos de conexión a las ciudades de donde parten los vuelos directos humanitarios, todo es un verdadero logro. Es una labor compleja, dedicada, pero que al final del día deja una gran tranquilidad en la conciencia.
Debo resaltar a los equipos de trabajo de consulados y embajadas, cuyos integrantes son funcionarios profesionales, comprometidos y con sensibilidad humana. a pesar de su número reducido, si se compara con las circunscripciones a cargo, trabajan con un espíritu entregado al servicio. En unos años, cuando otras personas nos pregunten qué hacíamos durante la pandemia del Covid-19, podremos afirmar con orgullo que estuvimos prestando un invaluable servicio, atendiendo y retornando cientos de colombianos a su hogar.
El apostolado, fuera de su sentido primigenio religioso, se entiende como una labor abnegada, desinteresada, con gran sentido de entrega y dedicación. La experiencia que hemos tenido en las oficinas consulares y misiones diplomáticas, durante estos meses, trasciende un trabajo remunerado, tiene que ver con el sentido de humanidad, con la manera en que uno puede sentirse útil en este mundo, en la medida en que puede tender una mano, dar aliento a quien pierde la esperanza, al menos escuchar a quien no tiene voz porque usualmente no se le oye. Las fotos que acompañan este texto intentan resumir todos los buenos sentimientos que se experimentan cuando se realiza con satisfacción la labor.
Quien ingrese al servicio consular de Colombia, pensando en aquella presunción del imaginario colectivo sobre una vida color de rosa que pasa entre cocteles y recepciones, es mejor que lo piense dos veces. Sea de carrera o no, si no cuenta con una disposición natural de apoyo a quien lo requiere, mejor que no acepte porque es un honor que cuesta. Estoy de acuerdo en muchas de las afirmaciones que hace la profesora Borda en su artículo, menos cuando utiliza el término cliente. Considero que es mejor hablar de usuario, porque cliente remite automáticamente a una transacción comercial y en ocasiones la confusión sobre el servicio consular, precisamente, proviene de la falta de una definición adecuada de esta labor y de quienes la ofrecen.

Los funcionarios diplomáticos y consulares colombianos no somos perfectos ni infalibles, erramos como todos los seres humanos. Seguramente no podemos atender todas las solicitudes que recibimos ni dejar contentas a todas las personas, pero nos guía la mejor buena fe y una vocación de servicio a toda prueba. Lo hemos demostrado durante esta terrible contingencia y lo seguiremos haciendo, fieles a la comunidad colombiana, nuestra principal razón de ser.
Dixon Moya Embajador de Carrera Diplomática y Consular. Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Ha prestado servicios en Venezuela, Nicaragua y Emiratos Árabes Unidos. Actualmente Cónsul de Colombia en Chicago.
[1] El Servicio Consular. Sandra Borda Guzmán. Columna de opinión publicada en el diario El Tiempo, el 6 de julio de 2020. Se puede leer aquí: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/sandra-borda-guzman/el-servicio-consular-columna-de-sandra-borda-515000
Nota Las opiniones expresadas en nuestro blog “Ese extraño oficio llamado Diplomacia” son responsabilidad de los autores, no comprometen a la Asociación Diplomática y Consular ni al Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia.