Ese extraño oficio llamado Diplomacia

Publicado el Asociación Diplomática y Consular de Colombia

¡SALUD, EDUCACIÓN Y EQUIDAD, PARA QUE UNA PANDEMIA NO SE REPITA!*

De 1918 a 1920 sucedió la última pandemia, la de la Gripa Española. En estos 100 años, muchos sucesos han ocurrido: se terminó de industrializar la economía hasta llegar a la revolución digital, hubo dos guerras mundiales, se creó un nuevo orden mundial, se sufrió la Guerra Fría, se acabó esta e inició un proceso lento y doloroso de destrucción de ese sistema multilateral construido con gran esfuerzo desde la fundación de la Organización de las Naciones Unidas en 1945, de la mano de los diplomáticos. Organización que apoyó la masiva independencia de territorios en todo el globo terráqueo, pasando por África, Asia y El Caribe, entre otras transformaciones mundiales.

En forma paralela, el mundo se dividió en norte, donde están la mayoría de los países desarrollados y sur, donde hay un sin fin de países subdesarrollados. Lo que, en última instancia, significa que en el sur conviven los pueblos con mayores deficiencias en sus sistemas de salud y en cobertura educativa gratuita de calidad; por lo tanto, hay unas sociedades inmisericordemente inequitativas. Lo cual también ocurre en el norte, aunque más atenuado, es decir, menos evidente; al menos hasta ahora que vemos morir tantos europeos y norteamericanos por el Covid-19.

El capitalismo salvaje se apoderó tanto del norte como del sur, al punto de que la pandemia que hoy azota al mundo comenzó en la provincia de Hubei en China en noviembre de 2019. Sin embargo, la información se escondió y se sigue escondiendo porque los Estados no quieren o no pueden dar todos los datos en tiempo real a la ciudadanía, como ocurre en el continente africano. Se estima que habrá entre 30 y 50 millones de fallecimientos en el mundo o, incluso, hasta 100 millones, de acuerdo con el artículo de prensa titulado la gripe española y el Covid-19: «Hemos cambiado de escala y de mundo”, publicado en la página web de France24 el 23 de marzo pasado.

El 15 de diciembre de 2019, el número oficial de personas infectadas en China era de 27; el 20 de diciembre, de 60; el 31 de ese mismo mes, de 266 y a 1º de enero de 2020, 381, cuando el gobierno chino informó a la Organización Mundial de la Salud. Es decir, solo para empezar se perdieron, al menos, 6 semanas. Mientras tanto, las personas se movían de Hubei a otras partes de China y de allí, al resto del mundo. El 11 de enero de 2020 se tuvo noticia de la primera muerte en Hubei. El 21 de ese mismo mes se supo que la neumonía podía transmitirse entre los seres humanos. El 23, la ciudad fue cerrada totalmente, al mejor estilo oriental. Es decir, tres semanas más tarde, según datos de Blu Radio en su artículo titulado Una persona de 55 años, el primer infectado por coronavirus en China, del 13 de marzo.

Por lo menos, durante 9 semanas el virus estuvo viajando libremente por un planeta globalizado aceleradamente desde hace 20 años. Se cree, por datos indirectos y no oficiales, que solo en ese gran país del Lejano Oriente han fallecido, al menos 140.000 personas.

A mediados de febrero, la BBC de Londres reportó que un turista chino falleció en Francia después de contraer el Covid – 19, convirtiéndose en la primera muerte fuera de Asia. A mediados de marzo murió el primer paciente en Panamá. El resto es historia conocida.

¿Cómo puede ser esto posible en pleno siglo XXI? La falta de salud, educación y equidad en todo el sentido de la palabra ha hecho posible que el Covid-19 nos tenga en Jaque Mate. En el mundo pululan los mercados húmedos o mercados de vida silvestre, con todo tipo de animales salvajes sin ningún control sanitario; donde el pueblo ignorante no logra comprender las consecuencias de sus acciones y come cualquier cosa, porque el hambre no tiene asco. Y eso sin entrar en más detalles sobre las desventajas de los seres humanos en estado de vulnerabilidad ante un sistema económico corrupto, indolente y deshumanizado. Al escribir esta nota, por ejemplo, aparece en las noticias que en los Estados Unidos de Norteamérica, en al menos dos Estados de la unión, el 70% de los fallecidos son afroamericanos, cuando en esas mismas zonas la proporción de su población es mucho menor. No quiero pensar en lo que sucederá pronto en Latino América. Habrá sudor y lágrimas.

Ese sistema capitalista salvaje que beneficia a muy pocos en el mundo y que obliga al resto, la gran mayoría, a sobrevivir como mejor pueda, es el mismo que hoy ve al sistema económico decaer en picada y que eventualmente puede llevar a una nueva Revolución Francesa, a un nuevo Contrato Social, en medio de una crisis social sin precedentes. Recuérdese que una de las causas principales de la caída del Imperio Romano fue una epidemia y otra, fue la corrupción.

Ocultar la información para no afectar la economía es lo que la está destruyendo a nivel planetario. Es hora de reconocer que solamente los estados, unidos a través del multilateralismo, podrán sacarnos de esta debacle sanitaria, económica y social, cumpliendo de lleno con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pactados hace un lustro por diplomáticos del mundo con el liderazgo de Colombia. Estos se pueden resumir en salud, educación y equidad para que no sigamos destruyendo nuestro único hogar conocido en el universo hasta el momento, el planeta Tierra.

La humanidad tiene una nueva oportunidad y hay que aprovecharla bajo el principio del derecho internacional de la cooperación internacional. No hay que volver a inventar la rueda. Los diplomáticos llevamos 75 años estructurando un sistema político, económico y social para beneficio de todos, pero los políticos y líderes nacionalistas han imperado en los últimos años y lo han debilitado, atando las manos de los profesionales de la diplomacia. Esto se ha hecho evidente con la pandemia, en donde las primeras respuestas han sido unilaterales, aunque poco a poco los organismos políticos, económicos y sociales internacionales comienzan a despertar de su letargo.

Recientemente el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, calificó al covid-19 como la crisis más complicada desde la Segunda Guerra Mundial y propuso un plan global en estas palabras: “Esta no es una crisis financiera, es una crisis humana” y se requiere actuar bajo el principio de la responsabilidad compartida, con solidaridad mundial y unidad para afrontar las consecuencias de la pandemia y mitigar la tragedia.

El Plan del Secretario consiste en crear una Fondo de Respuesta y Recuperación Covid–19 para financiar 3 objetivos: i) Detener la emergencia de salud; ii) Aumentar los mecanismos de protección social y iii) Cooperar con los Estados a recuperarse con el fortalecimiento de sus sistemas en salud. Por lo que se debe expandir la capacidad del Fondo Monetario Internacional, así como de otras instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, mediante la emisión de derechos especiales de giro para transferir rápidamente a todos los estados que los necesiten, entre otras medidas económicas, como un plan de alivio a la carga de las deudas externas.

¡La humanidad está en juego! como en la mejor de las partidas de ajedrez, inventado por una cultura milenaria de oriente. Esperemos que finalmente nuestros líderes del mundo comprendan a consciencia que la salud, la educación y la equidad son necesarios para que una pandemia no se repita, porque el Covid-19 no es el problema real, lo es la ausencia de una vida digna para aproximadamente 3400 millones de personas que aún tienen dificultades para satisfacer sus necesidades básicas, como por ejemplo, por la falta de agua y el jabón, según el Banco Mundial.

Esperemos que el amor entre la humanidad florezca, como en los tiempos del cólera, si queremos sobrevivir.

*Martha Cecilia Pinilla Perdomo. Embajadora de carrera diplomática actualmente designada en Trinidad y Tobago. Abogada y periodista.

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