
Estimados amigos lectores:
Este blog no tuvo entrada el lunes pasado teniendo en cuenta que la atención nacional estaba concentrada en los resultados del plesbicito del 2 de octubre. Pero, pasada la semana turbulenta de nuestra Colombia, no así los retos que como país enfrentamos, retomamos nuestro blog con un texto sobre la utilidad de las Embajadas, colaboración de Dixon Moya.
Comité Editorial
Parafraseo el subtítulo de una columna de opinión escrita por Mauricio García Villegas, publicada el 8 de julio en El Espectador, cuyo título era un contundente “Contra las embajadas”, en el cual manifiesta que actualmente las embajadas no tendrían sentido, no al menos, como en el pasado, sobre todo cuando la tecnología ha acortado las distancias y en su opinión no es necesario mantener una burocracia tan costosa. El autor destaca la figura del cónsul en contraposición a la del embajador, por sus funciones cercanas a la comunidad y finaliza diciendo que, si se mantienen las embajadas, al menos deberían ser ocupadas por funcionarios de carrera diplomática. Para quien desee leerla completa, antes de abordar este blog, con gusto comparto el enlace para acceder al texto:
http://www.elespectador.com/opinion/contra-embajadas
Retomando el argumento central del artículo mencionado, aunque es cierto que las tecnologías de la información han tenido un desarrollo notable, borrando algunas fronteras y facilitando las comunicaciones, es prematuro pensar que en este momento puedan reemplazar la labor que desarrollan las misiones diplomáticas. Mucho más en un mundo en el cual la diplomacia como ejercicio pacífico de la inteligencia, es más vigente que nunca. La agenda internacional debe atender temas como las amenazas del terrorismo radical, los nacionalismos extremos, tragedias humanitarias como los refugiados, retos ambientales como el cambio climático, entre otros. Asuntos que se enfocan desde los organismos multilaterales, pero también en el trabajo cotidiano bilateral de las Cancillerías y los diplomáticos acreditados en sus capitales.
Hace algunas semanas en el marco de un conversatorio con tres embajadores, uno colombiano de carrera y dos extranjeros acreditados en nuestro país, una de las conclusiones enfatizó este aspecto[1]. Desde su experiencia, los conferencistas destacaban que los lazos de confianza y amistad que se construyen gracias a las misiones diplomáticas, luego de años de constancia y presencia permanente, no pueden replicarlos funcionarios sentados a través de pantallas impersonales a miles de kilómetros, ni los fríos analistas internacionales pueden lograr la comprensión de una cultura foránea, si no la experimentan día a día. Lo importante es adaptar y emplear las modernas formas de comunicación sociales, como herramientas que complementan la labor desarrollada por los diplomáticos.
En el caso de Colombia, hace algunos años, esgrimiendo el argumento presupuestal se cerraron varias embajadas y consulados, misiones diplomáticas y oficinas consulares que tuvieron que reabrirse posteriormente, ante la evidencia de su necesidad, lo que resultó seguramente mucho más costoso, no solo en términos económicos, sino en credibilidad e imagen, pues un país nunca entiende, por más que se intente explicar, que otro Estado en tiempos de paz y que se dice amigo y aliado cierre una misión diplomática, argumentando un problema de solvencia. Es un mensaje negativo en las relaciones bilaterales y una pésima noticia para las comunidades nacionales asentadas en esos lugares.
Debo mencionar una experiencia personal. Hace unos años tuve el honor de apoyar la instalación de la primera embajada de Colombia en la península arábiga, con sede en los Emiratos Árabes Unidos; cuando llegamos, en el año 2011, había al menos siete embajadas latinoamericanas, algunas de las cuales llevaban años en funcionamiento. Era evidente la ventaja que habían logrado estos países ante los anfitriones árabes, en términos comerciales y de inversión, pero también de construcción de diálogo político y de presencia cultural -y por lo tanto de reconocimiento-.
A pesar de las tecnologías de la comunicación, redes sociales y demás, era importante hacer presencia física en una zona neurálgica del mundo. Sencillamente sin abrir una Embajada, Colombia no existiría para muchos efectos, tanto para ese país como para toda la región pues la Embajada atiende también a Qatar, Kuwait, Bahréin, entre otros.
Desde la apertura de la Embajada en Abu Dhabi, no solo se incrementaron los flujos comerciales entre los dos países, los Cancilleres de los dos países han realizado visitas oficiales, Emiratos decidió abrir embajada en Bogotá, se atiende a una población colombiana cercana a las cuatro mil personas con necesidades de servicios consulares, Colombia se convirtió en miembro pleno de IRENA, organismo internacional de las energías renovables con sede en la capital de Emiratos, cuyas reuniones atiende la Embajada. Se ha promovido la cultura colombiana, mediante la participación en la Feria Internacional del libro de Abu Dhabi, la proyección de películas colombianas o festivales gastronómicos. Gracias a la Embajada de Colombia en EAU, nuestro país dejó de ser una referencia lejana, para convertirse en un país palpable.
Hay que decir que no haría nada Colombia si cierra las embajadas, mientras los demás países las mantienen, eso sería simplemente como realizar un suicidio diplomático que nos dejaría aislados. Si revisamos números, debe decirse que nuestro país es bastante modesto en su representación diplomática y para no compararnos con otras latitudes, tomemos algunos casos latinoamericanos. Mauricio García Villegas nos recuerda que Colombia tiene 59 embajadas. Brasil cuenta con 140, Argentina con 85, México con 81 embajadas, Perú con 61, para dar sólo unos ejemplos.
Si me lo preguntan, la respuesta es sí, Colombia en el futuro debería abrir más embajadas, en regiones clave como los Balcanes o en países con los cuales se pueden establecer relaciones en diversas áreas como Nueva Zelanda, Kazajistán, Dinamarca, Etiopía, Islandia, Filipinas, también para mencionar sólo unos casos que en mi criterio pueden representar interesantes oportunidades en el propósito de diversificar nuestras relaciones internacionales, con todos los beneficios consecuentes.
Las embajadas no solo cumplen una función de representación política, ejercen la labor comercial cuando no hay una oficina de Procolombia, deben cubrir múltiples aspectos: cooperación técnica, ciencia, educación, cultura, divulgación de una imagen positiva del país. Y por supuesto el tema consular. Cuando no hay un consulado independiente, hay funcionarios de la embajada atendiendo este importante servicio a la comunidad, es el caso de muchas misiones diplomáticas, en las cuales la oficina consular está integrada a la embajada. Colombia ha innovado en temas como la diplomacia deportiva, un programa que ofrece oportunidades a niños y jóvenes de todas las regiones del país, cuyo éxito radica en el apoyo, acompañamiento y gestión de las embajadas.
Hay que agradecerle a Mauricio García Villegas autor del artículo, porque permite dar una visión al tema desde otra perspectiva, así como sus palabras de apoyo a la carrera diplomática, en lo cual estamos plenamente de acuerdo. Es importante destacar que en años recientes se le ha dado un impulso a la carrera desde la base, así como se ha tenido en cuenta la idoneidad profesional de los funcionarios de carrera en cargos de responsabilidad al interior de la institución y en el mismo servicio exterior. Como mencionaba anteriormente, para ingresar a la carrera, cualquier profesional colombiano se puede presentar a la convocatoria que la Academia Diplomática realiza cada año, pasar las pruebas indicadas en los requisitos y cursar un año de especialización en la mencionada Academia antes de ser funcionario de la Cancillería.
El Ministerio de Relaciones Exteriores ha buscado descentralizar y democratizar el concurso, anualmente se presentan cientos de aspirantes en diferentes ciudades del país que buscan ingresar al Ministerio. Si hay vocación, esos jóvenes profesionales entrarán en una carrera que es mezcla de ciencia y arte, como ha sido definida y en la cual hay que tener conocimientos, pero también habilidades que se van perfeccionando con la experiencia. Si algún lector se encuentra interesado, en la entrada de este blog publicada el 26 de septiembre por la Presidenta de la Asociación Diplomática y la Directora de la Academia Diplomática, se explicó el proceso. Igualmente, en el enlace de la Academia Diplomática Augusto Ramírez Ocampo, se encuentra toda la información sobre el concurso:
http://www.cancilleria.gov.co/footer/academy/contest-entry
Es de sentida necesidad que esta política de impulso a la profesionalización del servicio exterior se mantenga hacia el futuro, y Colombia pueda contar con una carrera diplomática totalmente especializada, fortalecida en cantidad y calidad, comprometida con los grandes retos internacionales del país. Así como los Estados necesitan de tener fuerzas militares profesionales, lo mismo acontece con su servicio exterior. Ojalá este blog ayude contribuya a este propósito, y aprovecho para felicitar la iniciativa de la Presidente y de la Junta Directiva de la Asociación Diplomática y Consular de Colombia en este empeño de divulgación de nuestra carrera.
Dixon Orlando Moya Acosta
Escritor y miembro de la Carrera Diplomática en la categoría de Ministro Plenipotenciario. Ha prestado servicios en Puerto Ordaz, Managua y Abu Dhabi.
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[1] Conversatorio “La función diplomática en el Siglo XXI”, que tuvo lugar en el Salón Bolívar del Ministerio de Relaciones Exteriores el 19 de julio, con la participación del Embajador de Países Bajos en Colombia, Robert Van Embden, Ricardo Laviero Scavone Yegros, Embajador del Paraguay en Colombia, Dr. Jaime Girón Duarte, Embajador de carrera colombiano.