Ese extraño oficio llamado Diplomacia

Publicado el Asociación Diplomática y Consular de Colombia

EL PAPEL DE LA DIPLOMACIA EN LA LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO*

Desde los altos e imponentes montes del Himalaya, hasta su desembocadura en el gran Golfo de Bengala, ungiéndose como el delta más grande del mundo, aparece el río Ganges. Con más de 2.525 kilómetros de trayecto, le alaban y veneran al considerarlo fuente de salvación y pureza. Resulta paradójico pensar, que uno de los cuerpos de agua más reverenciados, a la vez sea el rio más contaminado y amenazado del planeta. Nada que decir sobre los majestuosos, pero agotados osos polares, que antes de la pandemia ya aparecían entre las calles frías de ciudades del norte de Rusia, buscando en las basuras lo que han perdido en su paraíso glacial que amenaza con desaparecer.

En la comunidad científica existe consenso respecto a que los próximos años son cruciales en la lucha contra el cambio climático. Este tiempo dirá mucho de nuestra capacidad para mantener las temperaturas en niveles que permitan la restauración del equilibrio natural que no debe superar los 1. 5º C. De acuerdo con el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), será necesario reducir las emisiones globales de dióxido de carbono en un 45% para el 2030. Solo así, se podrá asegurar la supervivencia de la humanidad, la vida en los océanos y un millón de especies.

Este fenómeno es uno de los más grandes desafíos que tiene la humanidad en el corto, mediano y largo plazo. Presenta un panorama en el que tendremos que aprender a enfrentar todas las amenazas posibles, tal y como lo estamos haciendo ahora frente al SARS-CoV-2, más conocido como Covid-19. La vacuna consistirá en implementar innovadoras soluciones que contribuyan a avanzar de manera transversal en el llamado modelo de “desarrollo sostenible”. Este término se utilizó por primera vez en 1987, cuando la Comisión Mundial Para el Medio Ambiente y el Desarrollo de las Naciones Unidas, encabezada por la doctora noruega, Gro Harlem Brundtland, público el informe “Brundtland”. Dicho documento definió el que debería ser el nuevo modelo de desarrollo en la era de la globalización, aquel que satisficiera las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.

Pensar en el futuro del cambio climático es pensar en la supervivencia. La siembra de árboles, el reciclaje, el control a los desechos industriales y agrícolas o la supresión de vehículos contaminantes, son medidas efectivas, pero si no trascienden y se universalizan, resultan insuficientes. Estamos ante otra gran pandemia. Aquella que mata silenciosamente a todos los seres vivos y cuyos efectos en un futuro ya cercano, no distingue familias o posiciones sociales. Supera fronteras, océanos y continentes, y sus síntomas se sienten desde la metrópoli más poblada hasta el más inhóspito rincón de la tierra. Huracanes, inundaciones, migraciones, pandemias, sequías, derretimiento de los glaciares, retan la capacidad del ser humano para subsistir. Y entonces, la solución, como lo diría el sabio Aristóteles, solo puede venir del único ser racional existente sobre la faz de la tierra: que a diferencia de otros animales que –entre otras no han tenido la capacidad de influir en el futuro que les espera– piensa, reflexiona, habla, discierne y entiende que, de seguir así, el antídoto podría desaparecer.

La respuesta a la pregunta ¿qué papel juega la diplomacia en la lucha contra el cambio climático? es: todo. Esta es el vehículo para que el nivel de conciencia humana sobre su importancia y consecuencias se eleve cada vez más. Pese a que los científicos arrojan respuestas concretas sobre las causas, consecuencias y maneras de mitigar el fenómeno antes de llegar a un punto de no retorno, muchas veces pareciera que estuviéramos esperando a que esta problemática nos afecte el bolsillo, la piel o los pulmones para entender sus catastróficas consecuencias. El diplomático, así como lo ha hecho en otros escenarios, sabe hacer uso de uno de los dones más preciados que tiene el ser humano: la palabra; utilizando un lenguaje adecuado y preciso para llegar a un gran número de personas, articular ideas y generar consensos.

Hay antecedentes importantes que muestran la capacidad que ha tenido la diplomacia para poner de acuerdo un importante número de Estados, respecto a la urgencia de actuar y comprometerse.  El Acuerdo de Paris adoptado el 12 de diciembre de 2015, en el marco de la Conferencia No. 21 (COP21) de los Estados Parte de la Convención Marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático, es un ejemplo de ello. Se trata nada menos y nada más que del primero y más importante logro a nivel global, un acuerdo universalmente vinculante que compromete al mayor número de Estados a realizar esfuerzos significativos, y cada vez más ambiciosos para evitar el incremento de la temperatura global.

El Acuerdo de Paris es el resultado de un gran esfuerzo diplomático, que logró lo impensable: el cuestionamiento de los Estados sobre lo que puede ser el futuro de la vida en el planeta y de la civilización humana, si no se llegan a acuerdos universales. Aún queda un largo camino por recorrer, la posibilidad de que la sociedad, el Estado o el territorio desparezcan, es latente. La manifestación de voluntades ya no es suficiente, pues la cuestión del cambio climático ya no constituye un hecho abstracto que está en el futuro lejano. Está aquí y ahora. En las manos de nosotros los diplomáticos está el mecanismo para concientizar y transmitir el mensaje de esa otra gran pandemia que desde ya nos afecta.

Este año se realizará la Vigésima Sexta Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático (COP26), que acogerá el Reino Unido en Glasgow, del 31 de octubre al 12 de noviembre. Varios países del mundo tratan de articular sus posiciones en política medioambiental mediante encuentros previos, para garantizar que de este encuentro resulten acciones definitivas que permitan alcanzar las metas ambientales propuestas en el Acuerdo de Paris. En julio de 2021, Colombia participó en una de estas reuniones preparativas. Para el país resulta fundamental definir los mecanismos a partir de los cuales se apoyará a los países más vulnerables a los efectos del cambio climático, esencialmente mediante el fortalecimiento de capacidades y la generación de las tecnologías necesarias para su adaptación.

Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo, además de ocupar el primer lugar en especies de aves y orquídeas. Es el segundo país en el mundo con mayor riqueza de plantas, anfibios, mariposas y peces de agua dulce, ostenta la tercera posición en número de especies de palmas y reptiles y el cuarto lugar en mamíferos y es uno de los países con mayor riqueza hídrica del globo[1]. Por esta razón, la definición de mecanismos para aumentar su capacidad de adaptación y el establecimiento de estrategias para limitar el calentamiento global a 1. 5º C, como meta universal, resultan prioritarios no sólo para el Gobierno Nacional sino para el conjunto de países que, como Colombia, son especialmente vulnerables a este fenómeno.

Por lo tanto, el mundo tiene un importante reto que cumplir. Con cinco conferencias de los Estados Parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático que preceden al Acuerdo de Paris, urge el establecimiento de metas específicas que lleven a la humanidad a reducir los gases efecto invernadero a su más mínima expresión. En la diplomacia está el camino para pactar acciones definitivas que permitan consolidar el proceso de adaptación, y aún más importante, la prolongación máxima de vida de todas las especies que habitan el globo, incluidos los humanos, frente a los efectos que ya empiezan a generar estragos en muchas partes del mundo.

Asimismo, más allá de que los Estados acuerden nuevas estrategias y compromisos, se requiere que las personas logren interiorizar la importancia que ello tiene para los años venideros. De esta manera, se lograrán resultados en masa que tengan un verdadero impacto en el ambiente. Cada profesional desde su campo de experticia tiene mucho que aportar para la superación de este importante desafío. Los diplomáticos, a diferencia de cualquier otro oficio, tienen la capacidad de transmitir y articular. Resultan los más idóneos para comunicar tan importante problemática que persistirá una vez hayamos superado esta pandemia. Después de todo lo único que resta en esta ardua carrera contra el tiempo, es comunicar, transversalizar el mensaje y transmitir de la manera más efectiva posible, la necesidad de fortalecer esfuerzos palpables que contrarresten los efectos de un fenómeno inminente. Qué mejor manera que parte de este reto se haga a través de la valiosa y hermosa labor del diplomático.

Andrea Tatiana Zambrano Gómez es Politóloga de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Tercer secretario de la Carrera Diplomática y Consular. Actualmente hace parte del Grupo Interno de Trabajo de Atención a Instancias Internacionales de la Dirección de Derechos Humanos y DIH en el Ministerio de Relaciones Exteriores.

** Las opiniones expresadas en el blog son responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen ni a la Asociación Diplomática y Consular de Colombia ni al Ministerio de Relaciones Exteriores

[1] Recuperado el 25 de septiembre de 2021 de https://www.minambiente.gov.co/index.php/noticias/4313-colombia-el-segundo-pais-mas-biodiverso-del-mundo-celebra-el-dia-mundial-de-la-biodiversidad

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