Ese extraño oficio llamado Diplomacia

Publicado el Asociación Diplomática y Consular de Colombia

NUEVAS FORMAS DE DISCRIMINACIÓN Y LA PERPETUACIÓN DE LA EXCLUSIÓN*

Y* tiene 32 años, nació en Valencia y llegó de Venezuela en marzo de 2018 a Cúcuta; desde allí se trasladó a Bogotá con su hermano y su cuñada; no conocía a nadie en esa ciudad hasta que se encontró con más venezolanos que le enseñaron cómo “rebuscarse”. Ellos son sus amigos más cercanos ahora; viven a la sombra de un puente en un sector de clase media-alta de Bogotá, en “cambuches” que desarman cada mañana para salir a buscar con qué solventar sus gastos diarios. Allí, cerca de ese puente, la conocí cuando una señora estaba gritándole “Vieja cochina. Por cochinos es que no los queremos aquí. Todos son iguales, perezosos y sucios”. No supe qué había motivado la molestia de la señora. Solo vi cuando Y* lloraba y le decía “¡Nosotros no somos así!, ¡nosotros no somos así!, ¡respeta!”

Me acerqué al grupo para tratar de calmarlas. La señora se fue, no sin antes advertirme que tuviera cuidado porque de pronto me robaban, porque ella sabía “que todos en ese país son ladrones”. Me quedé unos minutos hablando con Y* y su cuñada, fuimos a comprar algo de comer y luego me fui pensando en cómo la discriminación aparece en formas camufladas que evidencian unos muy fuertes dispositivos de exclusión.

Foucault se refirió a los sistemas de exclusión y a modelos estigmatizadores y es justamente a través del discurso, sobre el que tanto escribió este filósofo francés, que la discriminación encuentra maneras de perpetuarse y de disimularse asumiendo nuevas formas. Entre las víctimas más comunes de la discriminación en todas partes del mundo, tal vez las más visibles son los inmigrantes. Ellos personifican esa otredad que atemoriza tanto al ser humano y que conduce a muchos a rechazar todo aquello que es distinto, aun cuando dicha diferenciación no constituya ningún peligro real.

La discriminación constituye un mecanismo mediante el cual quien discrimina lo hace desde un presunto lugar de hegemonía frente al discriminado que es menospreciado y estigmatizado como una amenaza al status quo dominante. Ese imaginario social se expresa, por ejemplo, en las manifestaciones contra los inmigrantes en muchos países, a través de las cuales pareciera haberse naturalizado un nuevo colonialismo basada en retóricas de exclusión y poder que intentan ocultar las intenciones discriminatorias a través de estrategias discursivas.

¿De verdad se creen capaces de convencer a los españoles de que las decenas de miles de inmigrantes ilegales, en su mayoría musulmanes, no tienen nada que ver con estos nuevos tipos de delincuencia, con el aumento de las agresiones a las mujeres y a los homosexuales, o con mafias como la del comercio ilegal, que arruina a nuestros pequeños comerciantes? (Santiago Abascal, septiembre de 2019)

 

Es así como en esta época, que algunos han llamado “pos-racial”, la discriminación ha adoptado formas “aceptables” o normalizadas. Ya no se apoya en características fisionómicas de los individuos, sino en argumentos culturales como los hábitos, las dificultades para integrarse al país de acogida y presuntas características de un grupo que lo presenta como una “amenaza cultural” para su anfitrión.

 

Las expresiones de exclusión tienden a esconderse, por ejemplo, en insinuaciones, opiniones y resultados de encuestas; es decir, no manifiestan explícitamente su intención discriminatoria, sino que la hacen implícita. La retórica de la exclusión también se desarrolla a través del uso de prácticas lingüísticas que presentan el «nosotros» de manera positiva, en contraposición con el «ellos» presentado de manera negativa.

 

Muy interesante ver a las congresistas demócratas “progresistas”, que originalmente vinieron de países en los que sus gobiernos son una completa y total catástrofe, los peores, más corruptos e ineptos del mundo …  ahora le dicen a la más grande y poderosa nación de la Tierra, cómo debe manejarse nuestro gobierno. (Donald Trump, 14 de julio de 2019)

 

El hecho de que en muchos espacios se evite el uso de las palabras «raza» o «racismo» ha provocado que se desarrollen otras formas conceptuales para establecer separaciones entre los seres humanos, unas más soterradas, casi imperceptibles. Sin embargo, esta nueva aproximación no tiene en cuenta el hecho de que la noción de «raza» ha sido decisiva en las prácticas excluyentes y no puede considerarse una cosa del pasado. Detrás de aparentes posiciones de tolerancia, se sigue enmascarando la discriminación contra los inmigrantes.

 

no es un grupo contra la gente honrada de ese país… No es racismo, ni xenofobia, es molestia y descontento por leyes blandas de Chile que dejan entrar lo peor (con relación a una convocatoria en Antofagasta, Chile, a una marcha “anticolombianos” en 2013)

 

La discriminación es una enfermedad, una enfermedad grave, terminal y peligrosamente contagiosa. Envenena tanto a quien la padece como a quien es objeto de su miedo y, en los casos más graves, de su ira. La exclusión por motivos de raza, religión, género, orientación sexual o lugar de procedencia no solo es una plaga, sino un peligro para la humanidad. En algunos casos ha alimentado las motivaciones de extremistas que cometen crímenes de odio. Tal vez lo que no debemos olvidar es que todos somos, de alguna manera, extranjeros y migrantes; pero sobre todo que cada de uno de nosotros siempre va a ser el “otro” para alguien más.

*Mónica Beltrán Espitia. Ministra Consejera de Carrera Diplomática y Consular. Actualmente presta servicio en la Embajada de Colombia en Canadá. Profesional en Finanzas y Relaciones Internacionales, con posgrado en Estudios Culturales y en Administración y Protección de DDHH.

 

Comentarios