Ese extraño oficio llamado Diplomacia

Publicado el Asociación Diplomática y Consular de Colombia

DIPLOMÁTICOS EN TIEMPOS DEL COVID-19*

Mientras escribo estas líneas, un día de abril de 2020, el mundo parece haberse detenido: calles desiertas en ciudades cosmopolitas, un panorama pre-apocalíptico. Buena parte de los habitantes del planeta estamos enclaustrados porque un poderoso enemigo microscópico nos ataca sin piedad. Esta es la crónica de un diplomático que aprovecha un momento fuera del tele trabajo, modalidad que, a diferencia de lo que la gente puede pensar, no deja mucho tiempo libre a los funcionarios en esta época de crisis.

Los miembros de la sociedad global que habitamos este planeta vivimos tiempos difíciles, quizás los más angustiantes desde las Guerras Mundiales del siglo XX. Nuestra generación ha sido testigo de muchas catástrofes focalizadas, pero en lo corrido del presente milenio no habíamos visto algo tan devastador como esta última versión de la familia de los coronavirus, bautizado con un nombre que será la identidad futura del presente 2020, el Covid-19. A pesar de tener experiencia con otras pandemias, este virus está demostrando que no estábamos suficientemente preparados como especie.

Hay varios grupos de servidores públicos y privados que están en el frente de batalla, iniciando con los trabajadores de la salud, a quienes debería entregarse este año el premio Nobel de la paz, dado que algunos incluso han ofrecido sus vidas y su integridad personal en la batalla por el bienestar de todos. También están los policías, militares, prestadores de servicios básicos; pero quiero destacar a unos profesionales que suelen pasar desapercibidos cuando hacen bien su trabajo, los diplomáticos.

El trabajo diplomático resulta fundamental en la lucha contra este enemigo poderoso que no respeta fronteras territoriales ni nacionalidades. Los diplomáticos en organismos internacionales, como las Naciones Unidas o la Organización Mundial de la Salud, deben trabajar de la mano de expertos en salud pública buscando fuentes de cooperación internacional. De igual forma, en las relaciones bilaterales, sobretodo en países con conflictos en marcha o potenciales, es necesario crear puentes de confianza para detener las acciones que llaman a la violencia y encauzar las energías en el combate del enemigo común a la humanidad.

En particular,  los integrantes del cuerpo consular. En el caso de Colombia,  los consulados atendieron físicamente, en oficina, los trámites y necesidades de los usuarios hasta el último día previo al cumplimiento de los aislamientos domiciliarios obligatorios o cuarentenas decretadas por las autoridades locales. Después, han continuado atendiendo las consultas y requerimientos por canales virtuales e incluso ilustrando sobre los trámites que se pueden hacer a distancia.

Los funcionarios consulares, en el caso colombiano, deben realizar labores  que implican contacto cercano con las personas, pues es necesario tomar huellas dactilares, firmas, fotografías. Ante la urgencia manifiesta de los usuarios, estos fueron atendidos aún poniendo en riesgo la salud e integridad de los funcionarios; sin olvidar que varios de los diplomáticos y funcionarios consulares pueden pertenecer, bien sea por edad o por condiciones de salud preexistentes, precisamente a los grupos más vulnerables frente al  contagio.

Una de las características del trabajo diplomático es su naturaleza social. Resulta muy importante el contacto personal en reuniones o en la atención individualizada. Procesos como la negociación diplomática no se pueden concebir sin el contacto personal, algo que va más allá de una fría pantalla en una videoconferencia. La empatía entre dos negociadores, que muchas veces se logra en espacios más amigables fuera de la mesa de negociación,  es una aliada para alcanzar el éxito y para que las partes se sientan conformes con el resultado. Si algo identifica al Covid-19 es que es una enfermedad antisocial y parece castigar con más fuerza a países y territorios con una tradición de mayor cercanía física.

La manera más fácil de contagiarse de este virus es mediante el contacto físico entre personas.Nuestra cultura de relacionamiento social en España, Italia y los países de América Latina es mucho más cálida y cercana que en otras latitudes del mundo, en donde la distancia social y el espacio de cada uno son parte de los hábitos de convivencia. Es parte de esta tragedia que se castigue una cultura cálida y amigable, en donde incluso al extraño lo podemos recibir con un abrazo de hermano.

Sea como fuere, el trabajo diplomático y consular encierra un riesgo implícito y ya hemos tenido situaciones de colegas víctimas en el cumplimiento del deber. Vimos  el caso de un cónsul chileno muerto en Argentina y sabemos de otros contagiados. En estos casos, los Ministerios de Relaciones Exteriores deben garantizar a las víctimas y sus familias, no solo todas las facilidades administrativas y financieras, como el cabal cubrimiento de las pólizas de seguro y salud personal, sino también la manera de honrar su memoria, ya que es lógico pensar que los restos de quien muera por el Covid-19, encontrándose en país extraño, no podrán ser repatriados, ni se realizarán exequias familiares.

Muchos recuerdos dejará al mundo este Covid-19, algunos muy dolorosos, pero también para otros será la gran anécdota de sus vidas. Lo más importante serán las lecciones que dejará a nuestra colectividad global, como la importancia de tener en cuenta a la ciencia, a la salud, a la educación y a la ecología como valores rectores, no solo promover la economía como motor del mundo. Un fenómeno como el calentamiento global, que es un Covid-19 en cámara lenta, nos debe suscitar a la movilización colectiva. Los gobiernos del mundo deben replantear sus prioridades y garantizar a sus comunidades la salud pública y el derecho a un ambiente sano y sostenible.

Los diplomáticos tenemos la obligación de aconsejar y asesorar a los gobernantes respecto a las agendas internacionales, que al final son un reflejo de las prioridades nacionales, para que se enfoquen en estos temas fundamentales. De no hacerlo, simplemente estaremos asistiendo a la Crónica de una Muerte Anunciada, parodiando de forma doble al clásico de las letras Gabriel García Márquez, una muerte planetaria, porque no habrá una segunda oportunidad para nosotros, la estirpe condenada a Cien Años de Soledad.

 

*Dixon Moya.  Ministro Plenipotenciario de carrera diplomática y consular. Cónsul General de Colombia en Chicago.

Comentarios