Ese extraño oficio llamado Diplomacia

Publicado el Asociación Diplomática y Consular de Colombia

¿DIPLOMACIA ARTIFICIAL?

La pandemia del nuevo Coronavirus COVID 19 ha dejado al desnudo múltiples realidades. La urgente necesidad de repensar la forma en la que la diplomacia se ejerce es, sin duda, una de ellas.

La diplomacia es una actividad apegada a las formas, rígida en muchas de sus facetas, arraigada profundamente en tradiciones y prácticas curiosamente denominadas “informales”, aunque no pueden ser más estrictas y sumidas en pompa y circunstancia. Esta actividad se ha visto, de repente, confrontada con una contundente nueva realidad en la que la tecnología se encuentra en el centro y al frente de las soluciones.

A pesar de las críticas, y de algunos rezagos, la infraestructura tecnológica que se ha venido construyendo a lo largo de las últimas dos décadas alrededor del mundo y en el territorio nacional, de un modo u otro, nos preparó para enfrentar el confinamiento así como el aislamiento preventivo obligatorio. Casi de manera silenciosa, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia ha dado pasos agigantados en esa dirección durante los últimos años.

La Cancillería ha repensado la prestación de servicios claves por medios electrónicos. Como resultado, ha sido posible lograr procesos más sencillos y cercanos a los usuarios en lo que es, sin lugar a dudas, un claro ejemplo de la tecnología al servicio de los ciudadanos que hasta hace relativamente poco eran trámites engorrosos y demorados. Asuntos como las legalizaciones y apostillas, la expedición de visas, la atención mediante citas por correo electrónico, atención al público por WhatsApp y videoconferencia, pagos por internet, cartillas digitales, autenticación biométrica, son todos muestras concretas de esos esfuerzos por parte de la entidad que se han visto reforzados con la preparación y puesta en marcha desde la Dirección de Asuntos Migratorios, Consulares y Servicio al Ciudadano[1].

También, el cubrimiento virtual del 100% de las necesidades y requerimientos de los más de cinco mil funcionarios internacionales y agentes diplomáticos acreditados ante el Gobierno colombiano a través de un Portal de Protocolo, implementado desde la Dirección de Protocolo de la Cancillería, demuestra que contamos con una institución a la altura de los retos del distanciamiento social y con soluciones pensadas e implementadas desde antes de que la actual crisis global tuviera lugar.

Así,  en momentos en los que otras entidades del orden nacional, tales como la Registraduría Nacional del Estado Civil, anuncian la posibilidad de contar con una Cédula de Ciudadanía digital, la Dirección General del Protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores viene  expidiendo desde diciembre de 2019 los documentos de identificación de los agentes diplomáticos en nuestro país vía digital, incluyendo acceso 24 horas al día a documentos tales como Cédula de Extranjería, Licencia de Conducción y Tarjeta de Propiedad, en un formato amigable y apto para todo tipo de teléfonos inteligentes[2].

Sin embargo, claramente la diplomacia no se reduce y no es un conjunto de trámites y procesos que puedan ser limitados a la automatización de tareas. Entonces, ¿qué hacer y cómo afrontar los retos y dificultades que propone un mundo que, parafraseando el propósito del Decreto 2106, ha arribado a un escenario de inmediata y accidentada “desmaterialización”?

Desmaterialización que, debido a la peligrosidad del virus, abrazamos velozmente en reuniones, discusiones, negociaciones y en la resolución del sinnúmero de asuntos que son del corazón de la vida diplomática. Y hasta aquí ni siquiera hemos abordado la cuestión de la irrupción de la inteligencia artificial cuya revolución transformará la realización de todo tipo de trabajos, revolucionando todo tipo de industrias y profesiones.

Organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, en la que la rigidez de sus reglamentos y formas responden en gran medida al deseo de nivelar la cancha para todos sus miembros- grandes y chicos-, son un ejemplo puntual de la necesidad de detenernos a reflexionar en cómo desarrollar mejores prácticas para enfrentar esta nueva forma de ejercicio de esta profesión.

Desde ya hace muchos años, la transmisión en vivo vía webcast de sus sesiones del Consejo Económico y Social (ECOSOC por sus siglas en inglés), de la Asamblea General y cada una de sus seis comisiones, de los eventos que tienen lugar en sus principales sedes en Nueva York, Ginebra y Bruselas, e incluso de un número cada vez mayor de las del Consejo de Seguridad, hablan no solo de una apertura tecnológica, que en la tras escena requiere de inmensos recursos tecnológicos y financieros, sino también de un ejercicio de transparencia hacia la comunidad internacional a la cual se debe.

Pero ¿qué hacer frente a la cotidianidad de la labor diplomática en escenarios multilaterales? Cada vez se ve más debilitada la construcción de consensos, muchos de ellos forjados en espacios informales, en un corredor, en una conversación desprovista de las inflexibilidades de las reglas de procedimiento durante una sesión formal.

Algunos estudios tempranos sobre el impacto de herramientas tales como Zoom, Google Meet, Microsoft Teams, entre muchos otros, han llamado la atención sobre la fatiga de estos medios y el profundo impacto sobre las relaciones personales e interacciones humanas de dichas aplicaciones al desproveerlas de toda la comunicación no verbal que constituye a la postre más del 65% de la información que se transmite, y que algunos sitúan incluso en un 90% o más.

Es posible atrevernos a señalar que, a la fatiga por el uso y abuso de estos medios electrónicos de comunicación, en el caso de los diplomáticos se debe adicionar una capa adicional de recelo, duda y hasta desconfianza respecto a la seguridad de las aplicaciones en sí mismas (son famosos los incidentes de hackers irrumpiendo en videoconferencias de algunos líderes mundiales o altos funcionarios de Gobierno), todo lo cual se ve impactado, en retrospectiva, por escándalos como el de WikiLeaks y Cambridge Analytica, a raíz de lo cual muchos buscan que todo lo que se escriba sea WikiLeaks proof.

Pero ¿es ello realista? ¿Puede un funcionario diplomático, en el marco de sus funciones, llegar a acuerdos o a transigir (“compromise”) en un chat de WhatsApp o en un diálogo en Zoom del mismo modo que lo haría en los márgenes de una conferencia internacional, o de una larga negociación? ¿Asumiría ese diplomático el riesgo de una filtración a otros terceros Estados sobre algo por lo que transó dentro de una negociación, atendiendo su interés nacional y las instrucciones de su gobierno?

¿Cómo fortalecer la necesidad de sostener los diálogos directos, el intercambio de ideas? ¿Cómo lograr una comunicación libre en la que los diplomáticos puedan decirse cosas sin el filtro (o temor) del back up o grabación permanente de las aplicaciones y softwares de comunicación?

¿Cómo entrenar a los miembros del servicio exterior, a sus negociadores internacionales, a sus expertos, para que, ante las nuevas restricciones impuestas por un mundo con menos viajes, menos interacción personal y en vivo, se mantengan niveles de franqueza en discusiones que no siempre son aptas para ser escuchado por el público en general fuera de su contexto?

¿Cómo repensar y asumir el papel de la tecnología y no confundirlo con el fin último, la defensa y protección de los connacionales y los intereses del Estado colombiano? ¿De qué competencias y destrezas debemos dotar no solo a las nuevas generaciones de funcionarios públicos, sino de todos aquellos que ya prestamos este apostolado del servicio exterior?

Todas son preguntas pertinentes en un campo en el que muchos observadores y estudiosos de las relaciones exteriores, suelen pasar por alto que aun los acuerdos verbales tienen validez, en el que decir la verdad a sus pares es considerado aún el patrón oro, y en el que un país y sus objetivos a menudo se logran, luego de largas horas, gracias a seres humanos sentados alrededor de una mesa persiguiendo acuerdos por el bien de su país y sus compatriotas.

*Luis Fernando Orozco Barrera. Ministro Consejero, abogado de la Universidad Nacional con maestría en Asuntos Globales (Seguridad Transnacional) de la Universidad de Nueva York. Actualmente, Coordinador de Privilegios e Inmunidades en la Direcciòn de Protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores.

[1] A través del programa “Más y mejores servicios”, lanzado oficialmente en marzo del 2019 desde la Dirección de Asuntos Migratorios, Consulares y Servicio al Ciudadano, que ofrece 14 servicios nuevos o mejorados, incluida la aplicación móvil Mi Consulado. https://www.cancilleria.gov.co/news/canciller-carlos-holmes-trujillo-lanza-mejores-servicios-colombianos-exterior

https://www.cancilleria.gov.co/newsroom/news/cancilleria-continua-implementacion-mejoes-servicios-expedicion-nuevas-apostillas

[2] Estas medidas adoptadas en consonancia con lo establecido en el art. 19 del Decreto 2106 del 22 de noviembre de 2019 del Departamento Administrativo de la Función Púbica, mediante el cual se establece la “desmaterialización de certificados, constancias, paz y salvos y carnés”

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