El estudio de la migración internacional durante los últimos diez años, se ha mantenido atrapado en un péndulo que oscila entre la indiferencia y el radicalismo. La crisis económica en Europa no alcanzaba a digerirse del todo cuando los flujos migratorios mixtos anunciaban su ingreso masivo provenientes del norte de África y el stock de migrantes latinoamericanos se venia reduciendo de manera constante en su tercer año consecutivo.
Entre América Central y Norte América un número nunca visto de menores de edad no acompañados, cruzaban las fronteras buscando refugio o reunificación familiar; en la frontera entre Haití y República Dominicana miles de inmigrantes haitianos fueron objeto de medidas de control migratorio que afectaban o ponían en riesgo su permanencia en el vecino país, sin importar largos años de residencia en el mismo; una de las fronteras más vivas de América Latina, la frontera colombo-venezolana, fue cerrada de manera unilateral por parte del gobierno venezolano y dicha medida fue acompañada de un proceso de expulsión colectiva de miles de migrantes colombianos, generando una aguda crisis humanitaria en esa frontera; en Estados Unidos, 11 millones de indocumentados, aún no encuentran ninguna vía para salir de la indivisibilidad en la que se encuentran, y el riesgo a que con el nuevo gobierno se incrementen las deportaciones, genera un alto nerviosismo, no solo entre los migrantes sino entre las propias autoridades de cómo llevar a acabo semejante tarea.
Esos hechos sólo muestran la falta de gobernabilidad existente sobre la migración internacional y la falta de voluntad política para reconocer la migración como un fenómeno dinámico, en continuo crecimiento y profundizado bajo las bases de la globalización, siendo la división internacional del trabajo el elemento de mayor potencialización; mientras que factores como los desastres naturales asociados al cambio climático, así como las crisis de carácter político y el terrorismo vinculado al extremismo violento, se convierten en impulsores coyunturales y complementarios de las dinámicas propias y crecientes de la migración internacional, que sigue siendo causada por factores económicos.
Ahora bien, cuando se indica que el abordaje de la migración internacional se encuentra en un péndulo, oscilando entre la indiferencia y el radicalismo, comparto con los lectores el hecho de que la migración internacional es una dinámica natural del ser humano, que por diferentes razones se ha visto motivado o forzado a buscar en distintos lugares geográficos, seguridad, mejoramiento de su calidad de vida y prosperidad. Por esto, caemos en un gran error al referirnos a la migración como un fenómeno coyuntural o nuevo dentro del sistema internacional.
Esta falta de reconocimiento de la realidad del fenómeno, se ha traducido en posiciones de indiferencia cuando los flujos migratorios responden a demandas de mano de obra en épocas de prosperidad, y en períodos de desaceleración económica o crisis políticas, el radicalismo saca lo mejor de sí, estigmatizando al migrante. Es por ello que el alto dinamismo de las migraciones internacionales debe ser analizado de manera integral, dejando a un lado las coyunturas económicas o políticas que no permiten ver la integralidad del fenómeno.
A pesar de que los migrantes contribuyen al desarrollo económico de los países de destino, existen voces que argumentan que la migración tiende a elevar las tasas de desempleo y a reducir los salarios de los trabajadores nativos, puesto que los migrantes están dispuestos a aceptar condiciones laborales menos favorables. Frente a ello, la evidencia ha demostrado que, en términos macroeconómicos, el impacto de la inmigración sobre el empleo y la remuneración en el mercado de trabajo es mínimo y el efecto de la migración sobre los salarios de los países de destino es minúsculo.
Estudios publicados por organizaciones internacionales, como la OIM e instituciones académicas sobre las contribuciones económicas de los migrantes, basadas en fuentes de información macroeconómica que publican los gobiernos, cruzada con las estadísticas de flujos migratorios, demuestran que en países de la Unión Europea, Estados Unidos, así como de América Latina que han sido receptores de migrantes tradicionales como Argentina, Brasil, Chile, Venezuela y los llamados receptores contemporáneos como Ecuador, Costa Rica y Panamá, se destaca el efecto positivo de la migración sobre el consumo agregado, la productividad, el nivel de empleo y la contribución tributaria.
Así mismo, cabe recordar que la migración internacional puede entenderse desde el enfoque de los sistemas mundiales como » consecuencia de la organización política y económica de un mercado global en expansión, donde el flujo internacional de mercancías y capital es seguido por el flujo internacional de la fuerza laboral, pero en dirección opuesta. Es así como la inversión capitalista en los países periféricos genera una población propensa a emigrar para mejorar sus condiciones de vida, satisfaciendo la demanda de determinados segmentos de la oferta laboral vacante de los países de mayor desarrollo, esto es un activo en términos de recurso humano.
De igual forma y como lo afirmó, Zlotnik en 1992, los flujos migratorios a gran escala se desarrollan entre países que han tenido un conjunto de relaciones de intercambios materiales, culturales y simbólicos a lo largo del tiempo; es decir, se organizan en torno a sistemas migratorios. De manera que, la actual fase de la globalización, caracterizada por una creciente interdependencia económica, estaría ligada al aumento de la movilidad; aunque las facilidades existentes para la circulación del capital no se compensan con facilidades para la movilidad de la migración internacional. Castells, en 1996, señaló que «mientras el capital circula libremente, la fuerza de trabajo está aún muy restringida y lo estará en el futuro previsible por las instituciones, la cultura y la xenofobia».
En Colombia, por ejemplo, la migración es un fenómeno creciente y heterogéneo, cuyas causas y consecuencias están profundamente ligadas a la situación local y global. Los colombianos que emigran lo hacen por diversas razones y hacia diferentes destinos, aunque la principal razón según el Ministerio de Relaciones Exteriores, sigue siendo la económica. Ahora bien, la inmigración de extranjeros que Colombia viene experimentando, muy recientemente, también está ligada a factores económicos.
La profundización de la Globalización es un fenómeno de constante. Hoy podemos hablar de alrededor de 214 millones de migrantes a nivel mundial, con una proyección internacional que podría llegar a 405 millones para el año 2050, según cifras de la OIM. De ahí la necesidad de aunar esfuerzos para diseñar una política exterior integral, que defina programas y acciones que emprende el Gobierno de Colombia en aras de brindar una atención efectiva, que atienda las principales necesidades, preocupaciones e intereses de las diásporas, así como actualizar sus normas migratorias para que respondan a la llegada de inmigrantes. Este último es un fenómeno nuevo en el país, con tasas aún bajas, pero en constante crecimiento, especialmente en los últimos 6 años.
El diseño de políticas públicas para regular la migración internacional ha superado la etapa en que la acción de los Estados se orientaba exclusivamente a la adopción de medidas restrictivas para los inmigrantes. Esta realidad ha impulsado la necesidad de aproximarse al tema desde perspectivas bilateral y multilateral, con el fin de diseñar políticas integrales que aborden las dimensiones y ámbitos multifacéticos de la migración.
La integración de los migrantes a las sociedades de destino muchas veces es impedida por voces sesgadas que en tiempos de crisis o de oportunismos políticos pretenden estigmatizar a los migrantes. Por tal razón, es importante llamar la atención sobre los aspectos positivos de la migración. Cabe recordar que la Comisión Europea ha adoptado una Agenda Europea para la Integración de los Nacionales de Terceros Países, destinada a acrecentar las ventajas económicas, sociales y culturales que la inmigración aporta a Europa. Esta Agenda subraya la necesidad de que los inmigrantes participen plenamente en todos los aspectos de la vida colectiva. En Estados Unidos, de manera más modesta, se han implementados programas de integración como DACA. En el caso de América del Sur, lo más destacable es el Acuerdo de Residencia del Mercosur y Asociados, el cual permite la regularización migratoria e integración sobre la base de los derechos humanos.
El grado de integración de los migrantes latinoamericanos y caribeños a las sociedades de los principales países de destino difiere en cada caso. En España, por ejemplo, los niveles de integración no sólo son elevados, sino que además se equiparan al de los nativos, en términos de acceso a servicios básicos (agua potable, energía eléctrica y comunicaciones, entre otros), condiciones de la vivienda y niveles promedio de educación. La excepción la constituye las condiciones de ocupación de la vivienda (que muestra un marcado sesgo hacia la forma del alquiler en lugar de la hipoteca o la propiedad) debido al relativamente reciente movimiento migratorio hacia ese país. La situación de los migrantes colombianos en España, constituye un caso paradigmático. Ante las restricciones de entrada en los Estados Unidos a consecuencia de los eventos del 11 de setiembre de 2001, el número de colombianos asentados en el país ibérico aumentó. Además, la existencia de menores barreras culturales y la velocidad con la que la comunidad colombiana se viene integrando en dicho país, ha promovido su expansión territorial en mayor amplitud respecto a otros países de destino.
En el caso de Estados Unidos, si bien existen diferencias culturales y de lengua, el hecho de ser el principal destino histórico de muchos latinoamericanos y caribeños, le ha permitido la formación y fortalecimiento de redes migratorias, de modo que la comunidad migrante latina cuenta con facilidades de integración y alcanza niveles de acceso a servicios equiparables a los nativos en las grandes ciudades. En el caso particular de los Estados Unidos, principal destino de la migración colombiana, (2 millones de connacionales), se caracteriza por las fuertes redes de conexión entre origen y destino, lo cual indica que es un destino donde el concepto de “Migración por llamada” se identifica más claramente, es decir la migración Latinoamérica se encuentra asentada desde hace varias décadas con raíces propias y con descendientes nacidos en destino que por medio de redes mantienen el contacto con origen generando soporte a los nuevos migrantes en su proceso de llegada y adaptación.
En conclusión, observamos que se aborda cada vez más el tema migratorio en las agendas multilaterales, pero también, que muchas veces se olvida a la persona migrante como sujeto de derechos. La integralidad del hecho migratorio debe llamarnos a discutir de una manera abierta el establecimiento de políticas públicas adecuadas que permitan crear una verdadera gobernabilidad internacional de las migraciones internacionales.
Álvaro Calderón Ponce de León
Consejero de Carrera Diplomática y Consular. Ha prestado servicio en el Consulado de Colombia en Buenos Aires y en la Misión Permanente de Colombia ante la OEA.