Ocurrieron dos hechos muy significativos con muy pocos días de diferencia. Uno es que el Panel Intergubernamental en Cambio Climático (IPCC) presentó su último reporte advirtiendo que al ritmo que se siguen quemando petróleos y carbón, nos encaminamos a una catástrofe climática que tendrá consecuencias ecológicas pero también económicas, políticas y sociales. La nueva advertencia causó impacto, sobre todo en el norte global, al ser calificada como una última oportunidad para actuar cuanto antes para reaccionar con medidas efectivas (1).

El otro fue que en Bogotá, el gobierno tomó una decisión que en va en contra de esas advertencias sobre el cambio climático, y que al mismo tiempo sería una renuncia a una de sus promesas de gobierno.

En efecto, el pasado 15 de marzo, el Ministerio de Minas y Energía “unificó criterios” con el Ministerio de Hacienda, sumando al Ministerio de Comercio e Industria, para así presentar la hoja de ruta “Una transición energética justa y sostenible”. En un breve documento se afirma que la transición será “gradual”, y se enumeran seis “instrumentos”, donde el relevante en este análisis es el cuarto. En éste se lee que se continuará “con la exploración y explotación de combustibles líquidos y gas” y se “propiciará” la autosuficiencia de la matriz energética (2).

El anuncio de que se continuará tanto con la explotación como exploración petrolera supone renunciar a una de las promesas en el plan de gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez. En aquel plan se decía: “No se otorgarán nuevas licencias para la exploración de hidrocarburos”, y se prohibiría la exploración y explotación de petróleos no convencionales, todo ello en un capítulo titulado “Colombia líder en la lucha contra el cambio climático”. Por lo tanto, la nueva decisión gubernamental, si se mantiene, significa incumplir esa promesa.

Posiblemente sea cierto que en los días de campaña electoral muchas personas leyeron el programa muy apresuradamente, o no lo leyeron, y es por ello que se difundió la idea que se pondría en marcha una transición tanto post-petrolera como post-minera. Pero siendo riguroso, si se lee con cuidado aquel programa, es claro que se aceptaba continuar con la explotación de crudos convencionales en yacimientos en operación así como se podrían explotar aquellos que ya habían sido concedidos. Distintos voceros del petrismo dejaron eso en claro. Algunos incluso proponían recuperar pozos abandonados para extraer de ellos los crudos remantes. Pero a pesar de que solamente existía un compromiso enfocado en la exploración, se usaba eso como justificación de la existencia de una transición energética o petrolera.

El anuncio que se acaba de hacer es un cambio sustancial por el cual se abandonaría la promesa de suspender nuevas exploraciones petroleras.  Está claro que exploración y explotación son dos conceptos distintos, pero a nadie escapa que liberalizar la búsqueda de nuevos yacimientos lleva, más tarde o más temprano, a nuevas perforaciones.

Si esto efectivamente se concreta, ya no habría una transición post-petrolera y, a la vez, sería una marcha atrás en la batalla contra el cambio climático. No sólo es un incumplimiento de la promesa electoral, que viola el título de aquel capítulo del programa de gobierno de Petro y Francia que se comprometía con luchar contra el cambio climático, sino que además opera en sentido contrario a lo que está pidiendo el reciente reporte del IPCC. Quedan por el camino las aclaraciones de la ministra Irene Vélez, replicándole al ministro de Hacienda, J.A. Ocampo, el pasado octubre de 2022, de que debido a la crisis climática no se firmarían nuevos contratos de exploración y explotación, y que ello se sustentaba en la “integridad ética y política” que “caracterizaría” al gobierno (3). También quedarían por el camino las declaraciones que el gobierno hiciera en el Foro Económico de Davos afirmando que se suspenderían los contratos de exploración hasta el 2026.

La intención original en desandar la dependencia en combustibles fósiles también incluía la moratoria de la minería de carbón, que efectivamente fue propuesto en el Plan Nacional de Desarrollo, pero que ya fue anulada en el congreso.

En cambio, los pro-petroleros consiguieron una victoria de enorme importancia. La exploración continuará, y desde allí se generarán más presiones, más proyectos y derechos comerciales que a su vez empujarán por más explotación petrolera.

Sin embargo, este giro sólo despertó la preocupación de algunos y para otros parecería que pasó desapercibido. Una razón puede ser en que la repetición de titulares ambiciosos por el gobierno, como el de “transición energética justa y sostenible”, termina disimulando que las medidas concretas son mucho más humildes o que no se cumplen. Se ha caído en una maraña de confusiones sobre qué es una transición, hacia dónde y cómo. Además del gobierno, hay muchos otros actores que desde la política, las empresas, la academia e incluso grupos ciudadanos, hablan de transición energética pero a la vez reclaman explotar el petróleo y el carbón, sin reconocer o entender las contradicciones que ello implica.

Frente a esta situación, en otro artículo rescataba el uso de la palabra confusión en el castellano antiguo que en su uso original venía acompañada de los términos alucinación y ofuscación. Eso permite describir una postura CAO: confusión + alucinación + ofuscación. En ese análisis, publicado en el periódico Desde Abajo, recordaba que en sus significados originales confundir implica otorgar a unos objetos los atributos de otros, tomar unas cosas por otras, y mezclarlas en desorden; alucinar es concebir ideas de objetos o sucesos que no existen o combinarlos de modo contrario a lo posible; y  ofuscar es perturbar el entendimiento, por ejemplo por la profusión de palabras impidiendo percibir adecuadamente lo que se quiere dar a entender (4).

Hay una postura CAO porque esas tres manifestaciones están presentes en la defensa de la petrolización. Allí está la confusión en los que dicen que Colombia depende de la recaudación fiscal petrolera o que sin éstas se derrumbaría la economía nacional, mientras que su participación está en el nivel del 10 % de la recaudación fiscal. La alucinación se observa en algunos de los ambientalistas pro-petroleros que sostienen que el país tiene “cero” emisiones de gases invernadero desde el sector petrolero, sin reconocer que esos dichos están reñidos con la ciencia y el sentido común (los compradores de petróleos colombianos los queman y por lo tanto emiten gases invernadero). No cabe otra calificación que ofuscación a quienes repiten que la explotación petrolera es un buen negocio para el país, a pesar que nadie resta los costos económicos de los daños sanitarios, sociales y ecológicos que produce.

Un hecho peculiar es que en Colombia esa postura CAO es alimentada desde la academia, donde hay universitarios que tienen discursos ambientalistas, incluso denunciando el cambio climático, pero al mismo tiempo insisten en exportar todo el carbón y el petróleo posible, y minimizan o niegan las emisiones de gases invernadero que eso produce. O bien dicen apoyar una transición energética, pero ¡no por ahí!, como insiste Juan Pablo Ruíz Soto, para defender seguir exportando y explorando, aunque lo hace con argumentos que en un caso es errado y en otro es inapropiado (5).

Al final de cuentas son interpretaciones que no asumen justamente eso que el nuevo reporte del IPCC, indicado arriba, pone en evidencia: debe abandonarse la adicción a los hidrocarburos y demás combustibles fósiles, cuanto antes y en todo el planeta, sin excepciones. Al caer la promesa post-petrolera también se mutila la posibilidad de una transición que cubra todos los extractivismos, incluyendo los mineros y los agrícolas.

Por lo tanto estamos ante tres senderos. Algunos entendían que tendría lugar una transición sustantiva que permitiría detener exportaciones y exploraciones. Pero en realidad se había prometido una transición acotada que mantendría las explotaciones sin otorgar nuevas concesiones. Parecería que esto finalmente no se concretará y estamos ante un giro que pasa por una transición muy diluida para finalmente volver a la condición inicial que persiste en la petrolización. Las confusiones, alucinaciones y ofuscaciones permitieron seguir jugando con la etiqueta “transición” mientras que en poco más de seis meses, el giro fue tan pronunciado que se está volviendo al punto de inicio. Habrá que estar atentos a si ese retorno finalmente se mantiene.

 

Notas

1 .AR6 Syntehsis report – Climate change 2023, Summary for policymarkers, descarga…

2. Boletín del Ministerio Hacienda y Crédito Público, 15 marzo 2023, en https://www.minhacienda.gov.co

3. Vélez vs Ocampo: MinMinas desmintió a MinHacienda por contratos de exploración (resumen de entrevista en W Radio), El Colombiano, 13 octubre 2022, aquí…

4. Transiciones: una necesaria intención de cambio atrapada en una maraña de confusiones, E. Gudynas, Desde Abajo, No 299 (febrero 2023),

5. Los dos argumentos destacados en J.P. Ruiz son: Considerar que el Pacto Histórico ha enfatizado el debate sobre la “oferta” de petróleos, lo que es errado porque en realidad las propuestas y medidas concretas están sobre todo en el consumo y uso interno de energía (como queda en evidencia en el PND). Sostener que la oferta exportable de exploración y explotación depende de “múltiples factores” que no se conocen ni controla el país, lo cual poco agrega ya que esa condición se da para casi todas las materias primas, y para nada invalida que la decisión primordial, la de exportar o no exportar un bien, siempre está en manos del Estado. Su postura en Transición energética: ¡por ahí no es!, El Espectador, 7 febrero 2023, aquí…

La serie

Este artículo es parte de una serie prevista de reflexiones que además incluyen, en parte, reacciones y respuestas a dichos de Manuel Rodríguez Becerra de la Universidad de los Andes. Las anteriores contribuciones fueron:

Detrás del buen negocio, el mal cálculo petrolero, en Embrollo del Desarrollo, 27 enero 2023, leer…

Transiciones: una necesaria intención de cambio atrapada en una maraña de confusiones, en periódico Desde Abajo, No 299, febrero 2023, leer…  ,

Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). Redes: @EGudynas Blog: accionyreaccion.com Más análisis y reflexiones en la serie Cartas en Ecología Política; subscripciones en https://ecologiapolitica.substack.com/

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