Una investigación de la Universidad de Córdoba demostró la calidad del agua del río Sinú peligra debido al uso de plaguicidas y metales pesados en la región.

De 0 a 100, la calidad del agua del río Sinú puntea 51. Ciénaga grande del Bajo Sinú. Foto: Edineldo Lans Ceballos.De 0 a 100, la calidad del agua del río Sinú puntea 51. Ciénaga grande del Bajo Sinú. Foto: Edineldo Lans Ceballos.

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Por: Helena Calle
Periodista El Espectador

Existe allá en lo alto del río una naturaleza casi intacta. Existes tú, Viajero del río, Y existe el río. Este poema que el escritor cartagenero Raúl Gómez Jattin le dedicó al Valle del Sinú podría estar equivocado. De acuerdo con un estudio realizado por investigadores del Laboratorio de Agua de la Universidad de Córdoba, el río Sinú –fuente principal de agua para Córdoba y Sucre– está contaminándose por el uso de plaguicidas y metales pesados.

La investigación tomó 16 muestras en 16 puntos distintos del trayecto del río, desde su nacimiento, en el Nudo de Paramillo, hasta su desembocadura, en el mar Caribe. La conclusión es que los metales pesados como hierro, zinc, manganeso, cadmio y plomo están presentes tanto en el agua como en los peces, igual que los plaguicidas, sobre todo en Lorica, Chimá, Momil y Purísima.

Lo grave es que la investigación concluyó que la cosa se pone peor en invierno, pues los sedimentos se mueven y las partículas de metal se liberan. Y rrecisamente, el primer día de agosto de este año, el IDEAM y el Grupo de Gestión de Riesgo de la CVS emitieron una alerta roja en las cuencas del río Sinú y San Jorge, sobre todo para los municipios de Lorica y San Bernardo del Viento. El río ya está desbordado y tiene con el agua a las rodillas a 60.000 ribereños.

Según el investigador principal, el profesor Edineldo Lans Ceballos, la particularidad de este estudio es que calculó la cantidad de metales en el agua que son asimilados por los organismos. Es decir, son elementos que no pueden ser filtrados en los procesos convencionales de tratamiento de agua –a pesar de que se vea cristalina– ni eliminados del organismo. Todo eso se suma al hecho de que son acumulativos, como una mancha que no quita nunca.

En exceso, estos metales afectan las vías respiratorias y digestivas, comprometen la reproducción de ADN, pueden provocar úlceras, irritación de la piel, anemia, perturbar el metabolismo de proteínas y generar otras adversidades para la salud humana y la vida.

En cuanto a plaguicidas, el panorama no mejora. Prácticamente todos los plaguicidas sintéticos son tóxicos en mayor o menor grado, y como son compuestos que no se degradan, comienzan a acumularse. Según el Instituto Colombiano Agropecuario, en Colombia hay 2.000 plaguicidas registrados que están permitidos y en uso, y unos 63 elementos prohibidos o suspendidos por usar elementos tóxicos como el mercurio. Los plaguicidas que son bañados son arrastrados por el viento, caen con las gotas de lluvia y viajan en el cauce de los ríos. Mejor dicho, mientras usted lee esto, las aguas del río Sinú se vuelven cada vez más tóxicas.

Aunque sus efectos no sean visibles inmediatamente, causan trastornos hepáticos, erupciones en la piel y los ojos, el sistema nervioso central y es sabido por muchos que pueden ser carcinógenos.

¿Cómo midieron la contaminación del Sinú?

Si bien la Corporación Autónoma Regional del Valle del Sinú y San Jorge tiene un Laboratorio de Aguas para testear el río, el estudio de la Universidad de Córdoba fue el primero en diseñar una línea base para medir la calidad del agua del río Sinú, que es el recurso hídrico principal de ocho municipios, incluida Montería, y la totalidad de la población indígena zenú.

El índice de calidad del agua, WQI, (por su sigla en inglés), que en español es conocido como ICA, nació en los años setenta y en la actualidad es utilizado para supervisar la calidad de los ríos a través del tiempo y comparar aguas de abastecimiento en Estados Unidos y muchos países del mundo. Se calcula de 0 a 100, siendo 0 el agua más contaminada, y 100 de excelente calidad. El río Sinú se sacó entre 51 y 70 puntos.

Con esta herramienta las autoridades ambientales tienen el insumo para comparar el estado del agua a través del tiempo y tomar medidas al respecto. Pero hay un detalle: este estudio no es nuevo. Se empezó en 2009 y fue publicado en 2015, desde entonces ninguna otra investigación se ha ocupado de medir la calidad del agua del río Sinú, que según el profesor Lans Ceballos, “debe estar empeorando”.

Si no hay estudios, es porque no hay medidas, es decir, instrumentos o sistemas para vigilar la calidad de las aguas superficiales: ríos, ciénagas, quebradas, lagunas, etc. Por eso este estudio recurrió a las medidas que proponen países como Ecuador, Estados Unidos y Alemania para determinar qué tan malo es malo.

Según Lans Ceballos, “no podemos saber de dónde viene la contaminación y no hay estudios que respondan a esta pregunta. Pero es muy claro que la agricultura, la ganadería extensiva, el mal manejo de plaguicidas y de otros desechos es la causa principal de que el río Sinú tenga un nivel de contaminación medio”.

Sin duda, el estudio es una alarma para los ocho municipios que baña y que dependen de la siembra, la pesca, la ganadería, la minería arenera o la contratación de transportes improvisados. Es preocupante sobre todo para el pueblo indígena Zenú, una comunidad anfibia cuya supervivencia depende de la salud del río y de los peces que lo habitan.

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