Investigadores recolectaron toda la información que existe sobre estos vertebrados desde la década de los 50 hasta hoy. Así conocieron no solo a las especies que habitan esta cuenca, sino su distribución e historias de vida. Encontraron que el 68% son especies endémicas.

En la cuenca del río Magdalena se mueven 233 especies de peces agua dulce. el 68% son especies endémicas. / Ilustración Éder Rodríguez.

Por: María Mónica Monsalve S. / @mariamonic91

El río Magdalena está cruzado por historias. Está, por ejemplo, la historia de cómo surgió: una atravesada por el levantamiento de las cordilleras de los Andes, especialmente de la Central, primero, y de la Oriental, más tarde, que separó sus aguas de las del Orinoco y el Amazonas. Están, también, las historias de las 233 especies de peces de agua dulce que nadan en su cuenca, las del 77% de la población de Colombia que lo rodea y, claro, la historia económica del país, pues de allí se genera cerca del 80% del PIB. A esta narrativa, además, hoy se suma una nueva historia: la de 58 investigadores que se reunieron para publicar el libro “Peces de la cuenca del río Magdalena; diversidad, conservación y uso sostenible”, un documento que resume toda la información sobre este río que se ha recopilado por más de 50 años. (Para conocer más: El histórico esfuerzo de 58 científicos para salvar al río Magdalena)

Cuenta Jorge García, uno de los cinco autores del segundo capítulo, en el que la misión era conocer el número de peces que hay reportados en el río Magdalena, que se trató de un trabajo detallado. Revisaron el Sistema de Información Sobre Biodiversidad de Colombia (SiB), los datos que hay en las colecciones biológicas del país y, básicamente, toda la investigación que estuviera disponible, desde los estudios de Henry Fowler, en 1942, hasta lo que encontró el profesor Carlos Donascimiento, también autor del capítulo, en el 2020. Lo último se trata de la actualización más reciente de cuántas especies de peces de agua dulce hay en todo Colombia, arrojando una cifra de 1610.

Tras revisar y depurar todos estos contenidos, los investigadores llegaron a la conclusión de que en la cuenca del río Magdalena se mueven 233 especies de agua dulce. Es decir que allí se concentran el 14.5% de la diversidad de peces de Colombia, lo que ubica a la cuenca del Magdalena como la tercera con más riqueza, superada por el Amazonas (con 775) y el Orinoco (con 728). Pero es una cifra que dice mucho más, pues a pesar de todas las intervenciones y contaminación por actividades humanas que ha sufrido el Magdalena, sus peces se han mantenido ahí. Como lo dice García, también investigador de la Universidad de Ibagué, “no se trata solo de peces, sino de testigos de la historia y de los conflictos”. Los peces, además de tener sus historias propias, también cuentan una. (Le recomendamos: Las amenazas que rodean a los emblemáticos peces del Magdalena)

Cuentan, por ejemplo, que en la cuenca del Magdalena también hay alto endemismo de peces. En otras palabras, viven allí especies que solo se pueden encontrar en este río y sus afluentes. “El 68% de las especies son endémicas del Magdalena”, comenta Carlos García Alzate, investigador de la Universidad del Atlántico y coordinador del capítulo. “De hecho, 75 especies son endémicas de subcuencas o se encuentran únicamente en ciertas subcuencas”. Las regiones donde más se presentan estos casos son en el Medio Magdalena (27), Sogamoso (16), Alto Magdalena (11), Alto y Bajo-Medio Cauca (7) y Cesar (6).

Riqueza de los peces dulceacuícolas de la cuenca Magdalena-Cauca. A) Riqueza total estandarizada para cada una de las subcuencas/secciones del Magdalena-Cauca (el número total de especies está indicado dentro de las áreas). B) Riqueza de especies estimada con base en los modelos de distribución de 115 especies. / Tomado del Libro Peces del Magdalena.

Este alto endemismo, comenta García, se explica, en parte, en la historia de cómo fueron surgiendo las cordilleras, separando las aguas y, con esto, poniendo barreras entre las poblaciones de peces. Y, de alguna manera, cada población fue evolucionando por su propio camino. “Es intrigante”, comenta, “porque entender cómo los cambios históricos en el paisaje han dado origen a la distribución actual de especies permite entender cuáles pueden ser sus planes de manejo a futuro”. Uno de los objetivos del libro no es solo hacer el que es, quizá, el diagnóstico más detallado sobre los peces de agua dulce del Magdalena, sino buscar claves de cómo protegerlo de sus amenazas.

Se trata, hemos dicho, de uno de los ríos más intervenidos del país. Y aunque muchos de sus peces persisten, han sido resilientes, otros también han desaparecido y, varios de estos, están en algún nivel de amenaza. La situación no solo se da en la cuenca del río Magdalena, sino a nivel mundial. A pesar de que los peces de agua dulce son uno de los grupos de vertebrados más diversos – y Colombia es el país que con más diversidad de especies por km2 – se estima que su población se ha reducido en un 50% a nivel global. El mayor temor de los investigadores, de hecho, es que no lleguemos a conocer o registrar especies antes de que se extingan. “No nos podemos dar el lujo de que las especies se extingan antes de conocerlas o antes de que los ríos se sequen”, es como lo pone García.

Pez a pez, varias historias de vida

Hablar con Juan Carlos Alonso, biólogo marino vinculado a la Fundación Natura y uno de los 20 autores del cuarto capítulo del libro, es como estar viendo una película. Cuenta él sobre la vida de un bocachico, uno de los peces más icónicos y conocidos de la cuenca del Magdalena. Entre abril y mayo, miles de bocachicos salen de las ciénagas y suben por el canal del río, contra corriente, con el objetivo de reproducirse. El caso, por ejemplo, puede ser que salgan de la Ciénaga de Zapatosa, subiendo unos 200 o 300 kilómetros por el río, hasta Barrancabermeja, para encontrar un lugar en donde desovar sus huevos. No se trata de un lugar cualquiera: debe ser uno donde las aguas frías se junten con aguas más tibias, como las que trae el río La Miel, para que la bocachica elija soltar sus huevos que, después, serán fecundados por un macho.

Pasarán entre 40 y 50 horas hasta que el bocachico sea una larva. Pero mientras sigue siendo un huevo, viaja por el río, ayudado por la corriente que, en el caso del Magdalena, es de aproximadamente 0,7 metros por segundo, buscando encontrar una ciénaga. Llegar a este lugar, idealmente, debe darse en las siguientes 30 y 35 horas después de ser fecundado para que, así, cuando ya sea una larva, el bocachico esté en aguas más tranquilas, como las de las ciénagas, donde el alimento es más fácil de conseguir.

Allí, en las ciénagas, el bocachico pasará entre un año y un año y medio hasta convertirse en adulto. Algunas especies de peces comerán fitoplancton, otro zooplancton y, unos cuantos, ambas, hasta estar lo suficientemente fuertes para volver río arriba. Nadarán contra corriente hasta encontrar donde desovar y el ciclo se repetirá, aunque con detalles, lugares y tiempos distintos, para cada uno de los 233 peces del Magdalena.

Movimiento de los peces entre los diferentes ambientes acuáticos de importancia para las especies potámodromas usadas por la pesca artesanal en la cuenca del río Magdalena. / Tomado del libro Peces del Magdalena.

Lo que cuenta Alonso, las historias de vida de los peces, fue lo que buscaron descifrar los investigadores del cuarto capítulo liderados por Luz Fernanda Jiménez, vicerrectora de investigación de la Universidad de Antioquia. Pero se trató, claro, de un reto mayor. No todas las especies han sido estudiadas a ese nivel de detalle. Como lo comenta el mismo libro, apenas de ocho de las 233 especies identificadas en esta cuenca se tiene una buena información sobre sus estrategias de vida.

Y es que, así como conocer sobre las especies de peces implica saber sobre la historia del paisaje, investigar sobre las estrategias de vida de los peces también da muchos datos sobre las características de la cuenca. Por los lugares por los que se mueve un pez, qué come y dónde se reproduce, comenta, están determinadas por la interacción de tres cosas. La primera es el tipo de ecosistema acuático, que puede ser de aguas quietas, como las ciénagas, o de corrientes rápidas, como el canal principal. La altura sobre del nivel del mar también juega un rol relevante. “En la parte baja del Magdalena, es de 40 o 60 metros, pero en la parte alta, hacía Neiva, la altura es de más de 700 metros”. Lo último qué define la vida de un pez es los ciclos de lluvia o qué tanta agua cae en algunas subcuencas y en otras no.

De las especies del Magdalena pudieron descifrar que 81 son carnívoras, 53 omnívoras, 32 detritívoras y cuatro planctófagas. También encontraron que, en los ecosistemas formados por el humano, como los embalses, hay 73 especies; que en las lagunas de montaña viven 20 especies y que en los caños y ciénagas en zonas más planas, la cifra puede variar entre 2 y 63 especies.

“En la parte alta del río Magdalena, hacía Huila y el Tolima, hay menos peces y especies de peces por la condición del agua, su elevación y los patrones de lluvia”, comenta Alonso. “Mientras en la parte baja, hacía la depresión de la Momposina, encontramos que se trata de un mega complejo de abundancia”.

Otro de los datos interesantes que da, y que sorprenderá tanto a investigadores como a quienes van a comprar al mercado bocachico, es  que en el Magdalena no hay solo una especie de este pez, sino tres. “No es una diferencia visible y si va a comprarlo no se ve, pero todo a punta a que hay una diferencia genética”.

El Magdalena es un río atravesado por historias y si hay alguien que las sabe contar, son sus 233 especies de peces de agua dulce.

Fotos de peces dulceacuícolas de Colombia. Proyecto CavFish / Foto: Cortesía Jorge García – Melo.

 

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