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Con el agua al cuello: la tragedia de los ríos que se desbordan

Esta temporada de lluvias dejó a Puerto Asís, en Putumayo, sin planta de tratamiento de aguas tras un desbordamiento. En Salamina, el río Magdalena arrastró un kilómetro de muro de contención y gran parte de una vía nacional. Varios territorios del país están en alerta roja por posibles desbordamientos. ¿Por qué nos seguimos inundando?

El desbordamiento del río Putumayo este mes inundó ocho barrios en Puerto Asís. / Alcaldía local

Por: María Mónica Monsalve, Daniela Quintero Díaz, Helena Calle. 

Esta semana hubo una serie de noticias que pasaron casi desapercibidas. En el municipio de Viterbo, Caldas, las insistentes lluvias desbordaron una quebrada, que inundó el municipio y dejó cinco muertos. El jueves 20 de mayo, uno de los jarillones que contenían al río Risaralda, a la altura del municipio La Virginia, se rompió, haciendo que el agua se desbordara por la mitad de los barrios. Días antes en Bolombolo, Antioquia, medios locales reportaron que la intensidad de las lluvias fue tan fuerte que afectó a 150 familias que, además, se quedaron sin energía por algunas horas. (Le puede interesar: De Vietnam a Huila: los miedos de la producción del pez basa)

A pesar de que a mediados de la semana pasada la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos anunció que el fenómeno de la Niña había llegado a su fin, en Colombia aún no hemos salido de nuestra primera temporada de lluvias. “Hemos lanzado una advertencia de que en el segundo semestre el océano Pacífico tropical puede tener un enfriamiento significativo y, cuando esto sucede, las temporadas de lluvias se acentúan”, dice Yolanda González, directora del Ideam.

Hacia mitad de año, indica, hay una gran diversidad climática en el territorio nacional, y los patrones de lluvia son diferentes desde San Andrés hasta Leticia. En la región Andina, por ejemplo, comienza la primera temporada de lluvias, mientras que la Amazonia se encuentra con precipitaciones crecientes. En la Orinoquia se está consolidando la temporada de lluvias y para la región Caribe se espera para junio, al igual que el inicio de la temporada de huracanes. En este momento, en la mayoría de regiones del país, hay ríos en alerta roja por inundaciones. Los ríos Atrato (Caribe), San Juan y Baudó (Pacífico) se encuentran en permanente monitoreo por niveles altos del caudal. Las cuencas medias y bajas de los ríos Magdalena y Cauca también, ya que por ellas están transitando todas las aguas del inicio de la temporada lluviosa en el sur del país. Las cuencas de los ríos Guape, Guejar, Ariari, Meta y Casanare, en la Orinoquia, están igualmente en alerta roja, según la entidad.

Departamentos en alerta por posibilidad de inundaciones hasta el 21 de mayo, según el IDEAM.

Un escenario que, como sucede casi periódicamente, vuelve a plantear una pregunta: ¿Por qué Colombia se inunda desastrosamente cada vez que llueve?

Para empezar, unos 190.935 km cuadrados de Colombia tienen condiciones que los hacen propensos a las inundaciones, sobre todo en la Orinoquia, donde según el Estudio Nacional de Agua 2018, el 31 % del área no solo puede inundarse, sino que debe hacerlo. Que Colombia se inunde es necesario. El problema es que hemos atravesado cultivos agrícolas, edificios y barrios enteros en esas zonas que deben inundarse, y hemos canalizado, enjaulado e impermeabilizado ríos haciendo que su agua corra más fuerte.

De acuerdo con Santiago Duque, limnólogo de la Universidad Nacional sede Leticia, en este país anfibio lo anormal es cómo nos relacionamos con el agua, y no el hecho de que el país se inunde. Según explica, la inundación es un proceso natural de los ríos, que se desbordan cuando tienen excesos en sus caudales. “Las zonas por donde corre el río cuando se desborda también hacen parte del río. Pero tenemos la idea de que la inundación es un problema, en vez de aprender a vivir con ella. No hay manera de frenar una inundación”.

“De forma histórica se ha intentado gestionar el agua solo como recurso hídrico, pensando en cómo ponerla en un tubo, un acueducto o que vaya a un distrito de riego”, explica Sandra Vilardy, bióloga marina y PhD en ecología y medio ambiente. “Pero se ha desligado el agua de su ciclo, de su relación con los ecosistemas e, incluso, de la captación de carbono en suelos. Se usa una fórmula muy simplista, y la misma, para gestionar el agua en zonas montañosas o en el valle”.

Se ha intentado mitigar las inundaciones con muros de contención, dragados y murallas, pero los ríos las resisten y vuelven a sus cauces. Y parte de por qué no funcionan es que esta perspectiva olvida recuperar los ríos desde sus funciones ecosistémicas que son, precisamente, las que evitarían que se desboquen.

Una alternativa que plantean los expertos, y que de hecho se convirtió en el mandato del Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos de las Naciones Unidas en el 2018, son las Soluciones Basadas en la Naturaleza, que consisten en usar o imitar los procesos naturales de los ecosistemas. “Se trata de soluciones generales, como conservar las coberturas de bosques o restaurar ecosistemas, hasta imitar procesos naturales como los que se dan en un humedal”, comenta Carlos Rogéliz, líder del programa de conservación en gestión integrada de recursos hídricos para The Nature Conservancy. Un ejemplo sencillo es el de priorizar la cobertura de bosques durante cualquier proyecto de infraestructura. “Si pierdes cobertura vegetal y hay precipitación extrema, va a escurrir más agua y de forma más rápida, entonces el pico de la creciente será más alto. Pero con la vegetación, tanto la velocidad como el tiempo se amortiguan y mitigan una inundación”, comenta. (Le puede interesar: Restaurar la naturaleza: el secreto contra el cambio climático)

Pero los casos de aguas manejadas bajo esta estrategia son pocos. Francisco Charry, director de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente, comenta que la cartera sigue liderando el Proyecto Mojana Clima y Vida, donde se están fortaleciendo estaciones hidrometeorológicas para el monitoreo de variables como inundación y se están restaurando 40 mil hectáreas potenciales para la Adaptación Basada en Ecosistemas (ABE), “donde se intervienen sistemas de humedales puntuales como caños y ciénagas aumentando su conectividad y relación con el paisaje agropecuario y los conocimientos de etnias locales”. Además, comenta, para el 2030 hay un compromiso para ajustar 135 Planes de Ordenación y Manejo de Cuencas Hidrográficas a las consideraciones de variabilidad y cambio climático. Por ahora, según Vilardy, la regla parece seguir siendo dragar los ríos como solución a las inundaciones.

Los errores de Salamina

La erosión sobre la vía-dique que une a los municipios de Salamina y El Penón, en Magdalena, causó el colapso del kilómetro 2.1 de la carretera. / Foto: Cormagdalena.

Si hay un buen ejemplo de los esfuerzos fallidos por contener el caudal de un río con diques, dragas y muros de contención, es el de Salamina, en Magdalena. La vía-dique que construyeron no solo conectaba este municipio con El Piñón, sino que también funcionaba como una barrera entre el río y la ciénaga más importante del país. ¿El objetivo? Prevenir inundaciones y habilitar tierras fértiles para otros usos, como cultivos y ganadería. (Le recomendamos: Erosión en Salamina: las consecuencias de construir vías sin pensar en el medio ambiente)

En octubre de 2020 los habitantes de Salamina vieron cómo el río se llevaba la orilla y la caseta de dos pisos del ferry en segundos. El pasado 15 de mayo vieron nuevamente el colapso del 75 % de la vía-dique y, tan solo dos días después, la erosión se encontraba al borde de una finca de plantación de palma. Los sacos que había instalado la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres (UNGRD) el día anterior –como parte de la protección de la orilla– fueron arrastrados en menos de 24 horas por el río. Tan solo en el último año se han invertido más de 16 mil millones de pesos en obras de dragado, protección de orilla y muros de contención en los puntos más vulnerables a la erosión. Pero la emergencia no ha sido controlada.

“¿Qué está pasando? ¡Que los sacos se van flotando!”, decía el cartel de uno de los habitantes de la zona que protestaban ante la falta de soluciones. “Salamina necesita soluciones, no pañitos de agua”, se leía en otro cartel. En las últimas semanas, los pobladores aledaños al río no han podido dormir por el temor a inundaciones. De acuerdo con el informe más reciente del Ideam, Salamina y El Piñón están en alerta roja luego de que el río se llevara más de un kilómetro del muro de contención.

Lo que sucede en este punto no es nuevo, ni único. Según Alfredo Martínez, subdirector de Gestión Ambiental de Corpomag, el departamento del Magdalena tiene cerca de 370 kilómetros paralelos al río Magdalena en la parte baja. “Por lo menos el 70 % es una zona muy inestable en la que se presentan constantes erosiones, producto de la dinámica del río”, señala. Lo grave es que muy cerca de este punto crítico hay poblaciones que llevan años asentadas. “Lo que se está tratando de hacer es proteger a esas poblaciones”.

El río Magdalena arrasó con la vía-dique, llegando hasta la cerca de una propiedad privada de plantación de palma y exponiendo un tubo de gas. / Foto: Cormagdalena.

Ante la emergencia, el Tribunal del Magdalena pidió la elaboración de un Plan Maestro, que agrupara a instituciones como la UNGRD, la Gobernación del Magdalena, el Invías, las alcaldías de Salamina y El Piñón y Cormagdalena (entidad encargada de coordinarlo), con el fin de entregar una “solución definitiva” en un plazo de 90 días, que se cumplen el 15 de junio. La base principal de ese Plan Maestro es un estudio llevado a cabo, y entregado en marzo pasado, por la Sociedad Colombiana de Ingenieros (SIC). En este se presenta un “concepto técnico sobre las alternativas de solución tanto en los componentes fluvial como vial” para la emergencia de Salamina. En pocas palabras, en más de 400 páginas el trabajo presenta cuatro alternativas para hacer frente al progreso inminente de la erosión en la carretera, desplazándola algunos kilómetros hacia el lado contrario de la orilla. El costo aproximado es de 90 mil millones de pesos.

Aunque el estudio hace un trabajo juicioso de diagnóstico presentando determinantes ambientales, biomas, cobertura de la tierra, principal uso del suelo y las medidas necesarias al estar ubicados en el humedal Ramsar de la Ciénaga Grande del Magdalena, estos detalles están enfocados en dos cosas: la viabilidad y costos de construir la vía, y las licencias ambientales necesarias en cada una de las alternativas. Para controlar los efectos del río sobre las márgenes, por ejemplo, las respuestas siguen siendo las mismas que se han aplicado durante años: la construcción de espolones con bolsas y acciones de dragados en río. Una vez más, labores de ingeniería.

Expertos llevan años diciéndolo: este es un problema de manejo de la cuenca. Si aguas arriba no se permite que el flujo del agua se libere, en las planicies va a llegar más agua, más rápido, profundizando la erosión en zonas que, además, ya están definidas como altamente vulnerables. Según el informe de la SIC, el 72 % del área donde se espera reubicar la vía con el Plan de Manejo se encuentra en alto riesgo por inundaciones y el 62 % pertenece a zonas inundables.

“La erosión en Salamina y las constantes inundaciones en los municipios del norte del Magdalena durante las lluvias son una muestra de la pérdida de regulación hídrica del humedal Ramsar Ciénaga Grande”, asegura Vilardy. “Salamina es el resultado del manejo que se ha tenido de la cuenca históricamente, y que genera problemas principalmente en la parte baja”, dicen desde Corpomag. La deforestación, la pérdida de zonas de amortiguación de los pulsos de inundación, la transformación de pantanos y ciénagas que servían para almacenar los excesos de agua, la construcción de diques y la desconexión de la cuenca son parte de las causas que no están siendo consideradas para la solución “definitiva”. “Si no se mejora el ordenamiento de la ribera, no hay forma de competir contra el río”, explicaba hace unos meses a este diario el profesor Humberto Ávila, director del Observatorio del Río Magdalena de la Universidad del Norte.

“A mí a veces me causa un poco de temor decir que es una solución definitiva”, confiesa Fredy Melo, de Cormagdalena y jefe del Plan Maestro. “Hay que entender que el río es dinámico y que puede cambiar mañana, o en un mes. Hacer dragados es una solución temporal, pero no definitiva”. Sin embargo, para las autoridades la solución sigue estando en una “obra con rigor técnico, que dé bastante protección a la orilla y donde se tenga la tranquilidad de que no va a entrar el agua».

El río Putumayo retoma su “madre vieja”

Las crecientes del río Putumayo pusieron en riesgo a ocho barrios y un territorio indígena del corregimiento de Puerto Vega. / Foto: cortesía Alcadía Local

Otra inundación catastrófica pasó de agache este mes. En mayo, en el municipio de Puerto Asís, las crecientes del río Putumayo pusieron en riesgo a ocho barrios y un territorio indígena del corregimiento de Puerto Vega, dañaron la planta de tratamiento de agua de Puerto Asís y afectaron a cinco mil personas.

Ya ha sucedido antes, y tanto autoridades como pobladores saben que Puerto Asís siempre ha estado en riesgo de inundación por estar sobre el cauce activo del río Putumayo.

Un informe de 2017 hecho por Corpoamazonia sobre la dinámica de este río (cuyo cauce alcanza los 300 metros en este punto) traza una línea azul que demuestra que, hace 60 años, el río Putumayo pasaba por donde ahora es el centro del pueblo. La sedimentación y los años han hecho que modifique su cauce, sin embargo, su memoria podría hacer que el agua retome su antiguo paso y borre barrios enteros como sucedió hace dos semanas. “Nuestros fundadores ordenan construir Puerto Asís en 1912 totalmente a la orilla del río. Por lo tanto el cauce antiguo es este que están viendo. Rogamos a Dios para que nunca más regrese”, dice una imagen que muestra los cambios del río.

A pesar de las oraciones, es justamente eso lo que está pasando: entre 2013 y 2017, el río se corrió unos 200 metros hacia Puerto Asís. “El río intenta volver por sus antiguos lechos, pero encuentra barreras y entra por nuevos ‘rompederos’”. En su nueva dinámica fluvial, socava en lugares distintos modificando sus meandros anteriores de forma irregular. “Es decir, el río está retomando su madre vieja”, dice el informe.

La creciente del río Putumayo arrastró la planta de tratamiento de aguas de Puerto Asís. / Foto: cortesía Alcaldía Local

Precisamente, la Corporación está estudiando cómo proteger a Puerto Asís de las inundaciones naturales del río Putumayo, dado que la totalidad del municipio hace parte de la vieja madre del río. En el puerto de descarga de mercancías de Puerto Asís hay una obra de protección de 150 metros que aún se sostiene, pero que ha cambiado el flujo del agua. Por decirlo de algún modo, el puerto está a salvo de la socavación del río, pero el río se ha movido “hacia la curva externa por efecto de la socavación. Se hizo una estructura con una longitud que aplica para el cauce de una quebrada o río con ancho menor a 30 metros, y aquí el cauce oscila entre 250 y 300 metros”. En otras palabras, el agua está entrando por el ladito.

A finales de 2017, el Ministerio de Ambiente publicó un decreto en donde ordenaba a las Corporaciones hacer un acotamiento de las rondas hídricas que corresponda a las particularidades de cada río. Con la legislación actual, la ronda de los ríos colombianos está fijada en 30 metros, pero hay ríos que se pueden desbordar hasta 100 metros de su cauce.

“Llama la atención el buen número obras de protección construidas en el río Putumayo mediante geomallas, bolsacretos, gaviones y hasta muros en concreto ciclópeo. Se puede concluir que prácticamente todas han fallado por una sola causa fundamental: ausencia de un análisis detallado de la dinámica fluvial”, escribe Corpoamazonia en otro análisis de 2018 que, a la larga, es un desesperado llamado al Minambiente para que busque soluciones para Puerto Asís

El problema del río Medellín viene loma arriba

En las grandes ciudades las inundaciones también causan estragos. El seis de abril, el río Medellín se desbordó haciendo olas cerca de La Macarena y Parques del Río, sobre la avenida Regional. Según algunas notas de prensa, el Cuerpo de Bomberos de Medellín atendió más de 200 llamadas de emergencia por inundaciones de apartamentos, parqueaderos y calles en Medellín, Sabaneta, Itagüí y Copacabana.

El agua se llevó postes, torres de luz, se infiltró en el Hospital Venancio Díaz de Sabaneta y unas 20 familias se vieron afectadas por la crecida del río tutelar del Valle de Aburrá. El río Medellín ha sido rectificado y re canalizado muchas veces para sostener la urbanización de la ciudad y sus zonas aledañas. También por lo mismo se ha desbordado varias veces, tal vez nunca tan notoriamente como en abril, y aunque es normal que esto suceda, ha aumentado la frecuencia con que se desborda.

“Hicieron obras de canalización para evitar desbordamientos en los periodos de lluvias, pero eso no sirve mucho porque hay asentamientos en esas zonas de inundación. En Antioquia las montañas son altas, entonces cuando no había tanta población y tanta tala de bosques, el agua llegaba a las quebradas y tributarios del río Medellín después de infiltrarse en los suelos. Ahora hay suelos impermeabilizados (con vías, por ejemplo) y menos árboles, de modo que el agua llega más y más veloz a esas quebradas”, explica José Daniel Vélez, parte del equipo de hidrología de la Corporación Autónoma Regional de las cuencas de los ríos Negro y Nare (Cornare).

Vélez y otros integrantes del grupo que buscan soluciones naturales al cambio climático han propuesto soluciones como no usar sistemas de alcantarillado en Medellín, sino que se imiten los humedales naturales para que el agua tenga amortiguamiento, ampliar las rondas hídricas dependiendo del río, o que todas las casas del Aburrá tengan sistemas de aprovechamiento de lluvia para que el agua no se estanque o se escurra por los techos de las casas. “Incluso se ha propuesto que se le exija a las construcciones un porcentaje de impermeabilidad. Por ejemplo, que un parqueadero no sea de cemento sino de adoquín para que el agua se filtre”, dice Vélez.

“Queremos manejar el agua cuando el agua siempre nos dominará. Las inundaciones y sus desastres son producto de una mala planeación. Siempre andamos peleando los ríos, haciéndoles daño, pero todos los ríos están vivos, mantienen su identidad, cambian y crecen o se alejan, pero nunca olvidan las rutas por donde pasan. Los ríos tienen memoria”, concluye el profesor Duque.

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