De Vietnam a Huila: los miedos de la producción del pez basa
Desde el 2015 empezó a reportarse en Colombia la presencia del pez basa en diferentes puntos de la cuenca del río Magdalena, una especie exótica que fue introducida ilegalmente al país. Su presencia genera incertidumbre, pues aún se conoce muy poco sobre los posibles impactos que pueda causar en la biodiversidad nativa. Sin embargo, desde…
Desde el 2015 empezó a reportarse en Colombia la presencia del pez basa en diferentes puntos de la cuenca del río Magdalena, una especie exótica que fue introducida ilegalmente al país. Su presencia genera incertidumbre, pues aún se conoce muy poco sobre los posibles impactos que pueda causar en la biodiversidad nativa. Sin embargo, desde sectores del Gobierno y gremios de acuicultores se ha impulsado su “domesticación”.
Hace unos días hablé con una persona muy cercana que siempre me pregunta por lo que estoy escribiendo. “Estoy haciendo algo del pez basa”, le dije. “Ah, sí. Los bagres. Son muy bonitos. Yo eché en el lago de mi finca como 800 alevinos de esos. Crecen rapidísimo”, respondió. La tranquilidad con la que contó su anécdota me inquietó bastante. “¿Cómo? Es una especie exótica”, dije. “Su cría, comercialización y distribución es ilegal en Colombia. Es un delito ambiental. ¿Dónde lo consiguió?”, insistí, bombardeándolo de preguntas. “No sabía. Lo compré donde compro otros pescados normalmente, en Huila. Los mandan hasta donde uno les diga e incluso le dicen cómo alimentarlos”.
El pez basa (Pangasianodon hypophthalmus), proveniente de la cuenca del río Mekong, en el sudeste asiático, se ha convertido en una de las especies con mayor proyección en la acuicultura del mundo. Su rápido crecimiento (puede alcanzar un kilogramo en solo cuatro meses) y numerosa reproducción (más de un millón de huevos por desove) lo han llevado a colonizar, en gran medida de manera irregular, diversos rincones del planeta. Aunque en Colombia no se tienen investigaciones o reportes oficiales de su llegada, pues fue introducido ilegalmente, en los últimos años se ha hecho evidente la venta de sus alevinos en varios departamentos. Criaderos, tiendas de mascotas, plazas de mercado y hasta páginas de redes sociales comercializan esta especie sin restricción y sin mucho control por parte de las autoridades competentes. Lo grave es que los animales se han registrado, desde 2015, en aguas naturales en diferentes puntos de la macrocuenca Magdalena – Cauca.
El comercio y la producción ilegal de este pez también conocido como pangasius, que ha generado gran preocupación a nivel internacional, es evidente ante los ojos de muchos, pero pocos se han puesto a hablar de ello.
Una especie de alto riesgo
En el mundo, esta especie es considerada como altamente invasora. Investigaciones nacionales e internacionales han insistido en el posible potencial que tiene para distribuirse e impactar nuestros ecosistemas acuáticos, afectar la biodiversidad y los peces nativos de la cuenca del río Magdalena (considerada como la de mayor riqueza de especies en la región). (Le recomendamos: Las amenazas que rodean a los emblemáticos peces del Magdalena)
El Instituto Humboldt, tras una solicitud del Ministerio de Ambiente, emitió un concepto técnico en 2012 donde catalogó al pez basa como una especie de alto riesgo. ¿Los motivos? Se trata de un pez que tiene una dieta amplia, es omívoro y puede comer desde algas hasta crustáceos y otros peces; tiene elevadas tasas de reproducción, un rápido crecimiento, y es muy bueno para sobrevivir en ambientes extremos (tiene respiración acuática y aérea, lo que le permite permanecer en condiciones de muy poco oxígeno disuelto). También migra grandes distancias.
A esto se le suma que, en Colombia, cuenta con condiciones ideales para su desarrollo. Para María Camila Castellanos, bióloga de la Universidad EAFIT y parte del Grupo de Ictiología de la Universidad de Antioquia, esta especie no solo tiene la posibilidad de desplazarse ampliamente por la cuenca del Magdalena, sino que además tiene disponibilidad de “nicho ecológico”. A lo que se refiere es a que cuenta con características ambientales idóneas para establecerse: es una cuenca de zona tropical, como la de su lugar de origen, con temperaturas en las que se siente cómoda y con zonas bajas con sedimentos, similares a las que encuentra en el delta del río Mekong, donde se desarrolla. “Para esta especie no sería difícil colonizar estos hábitats colombianos”, asegura Castellanos. (Puede leer: Lo que cuentan las 233 especies de peces del Magdalena)
En el siguiente mapa, producto de su última investigación, se evidencian las áreas de distribución potencial del pez basa en Colombia, es decir, los lugares que cuentan con condiciones idóneas en las que esta especie podría establecerse (presentados con líneas naranjas). Como se sospechaba, muchas de las zonas se traslapan con los nichos ecológicos de especies nativas como la doncella, el blanquillo y el icónico bagre rayado, catalogadas como vulnerables y en estado crítico de amenaza. En el mapa también se muestran los puntos en los que ha sido reportada la presencia del basa a lo largo de la cuenca Magdalena-Cauca.
Una apuesta del Gobierno
En octubre de 2018, cuando el presidente Iván Duque iniciaba su mandato como jefe de estado, participó de un taller de “Construyendo País” en el Huila (departamento con el 45% de la producción piscícola a nivel nacional).
En medio de proposiciones de los acuicultores para la legalización de la producción del pez basa en Colombia, le solicitó a su entonces ministro de Ambiente, Ricardo Lozano, que se tomara un tiempo para escuchar a los representantes de ese gremio. “Miremos qué tipo de medidas podrían permitir que Colombia no fuera un importador y que nosotros también pudiéramos desarrollar la especie en el país. Esa posibilidad se puede dar en Colombia”, dijo, dando un espaldarazo a esta producción que, hasta entonces, no había tenido cabida.
En enero de este año el senador Ernesto Macías, oriundo de Garzón (Huila), volvió a darle un impulso al tema a través de un artículo llamado “La hora del pez basa”, publicado en un diario regional. En este, al igual que en una misiva enviada al ministro de Ambiente, Carlos Eduardo Correa, le solicitaba a gobierno nacional “tomar las medidas necesarias para proceder a la domesticación del pez basa”. El senador, que según su reporte al Consejo Nacional Electoral recibió 46 millones para su campaña -entre donaciones y contribuciones- de cuatro empresas piscícolas de la región, recordó que su domesticación había sido un compromiso del presidente y que contribuiría a la reactivación económica del país ante la crisis generada por el coronavirus.
La autoridad encargada de la declaración de especies domesticadas en Colombia es la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP). Tras una solicitud de Presidencia, entre octubre y diciembre del año pasado, dirigió una investigación para conocer el comportamiento de esta especie en cautiverio, así como los protocolos para su transporte y manejo.
El objetivo, aseguraron, era “evaluar aspectos biológicos, de ecología trófica y sanitarios de diferentes grupos etarios del pez basa obtenidos en Colombia, y mantenidos bajo condiciones de confinamiento”. Para hacerlo, se usaron 135 ejemplares de este animal que habían sido decomisados en el Valle de Aburrá y permanecían en el Parque Explora. Los peces fueron distribuidos y enviados, en dos grupos similares, a la Estación del Bajo Magdalena (en Repelón, Atlántico) y la Estación del Alto Magdalena (en Gigante, Huila), de la AUNAP.
Para uno de los puntos álgidos del debate, que se refiere al posible comportamiento predatorio del pez frente a otras especies, se hicieron observaciones de 12 horas en intervalos de 40 minutos durante diez días. Los tanques contenían individuos de diferentes grupos etarios de especies nativas y domesticadas en Colombia, como el Bocachico (Prochilodus magdalenae), la Dorada (Brycon moorei), el Capaz (Pimelodus grosskopfii), el Blanquillo (Sorubim cuspicaudus), la Tilapia Roja (Oreochromis sp) y la Tilapia Plateada (Oreochromis niloticus), junto con individuos de pez basa.
Los resultados arrojaron que, en condiciones de cautiverio y controladas, el pez basa puede convivir con diferentes especies de peces de interés de cultivo en sin representar riesgo de predación. Sin embargo, en el mismo estudio, publicado por la AUNAP el pasado 4 de mayo, se lee que la respuesta de los peces estuvo “limitada a factores como mortalidad, bajo o escaso instinto de alimentación llevando a una prolongada inanición, estrés producido por el transporte y adaptación al cambio bajo condiciones de confinamiento”. También se indica que los resultados son una “aproximación inicial” y que sería de gran utilidad realizar estudios adicionales en otras etapas de vida animal, soportados en un mayor número de peces, que sean obtenidos preferiblemente en la región.
Según Ayari Rojano, bióloga de la Corporación Autónoma Regional del Atlántico (CRA), una de las autoridades ambientales que acompañó el estudio, “los peces llegaron en malas condiciones por el viaje, aletargados, débiles y en su mayoría no sabían alimentarse en cautiverio. Tras la muerte de la mayoría de individuos adultos, hubo objetivos que no se pudieron cumplir, como por ejemplo conocer la parte reproductiva”. Asegura también que, aunque el pez no presentó agresividad en confinamiento, “esto no significa que se va a comportar igualmente en ambiente natural”.
“Se trata del primer acercamiento a una especie con un potencial invasor importante, pero todavía falta muchísimo por conocer”, agrega Katherine Arenas, bióloga de la Corporación Autónoma del Alto Magdalena (CAM), entidad que también participó de la investigación. “Como autoridad ambiental conocemos la impotancia de este tipo de estudio y lo valoramos como punto de partida, pero nuestra posición es que son necesarios muchísimos más estudios”, insiste.
Sin embargo, para María Rosa Angarita, jefa de la Oficina de generación del conocimiento y de la información (OGCI) de la AUNAP, y quien estuvo a cargo de la investigación, sus hallazgos “son concluyentes”. Como aseguró a El Espectador, “aunque es una investigación inicial, sobre lo que hicimos estamos seguros. Estamos seguros del comportamiento del animal. Nosotros hoy sí podemos, completamente, decir que no es un animal agresivo ni un animal voraz, porque ya lo vimos”. En las últimas semanas esta entidad ha participado en eventos nacionales e internacionales en los que, además de mostrar los resultados del estudio, demuestra su interés en que el país domestique y le apueste a esta especie en la acuacultura.
“El ave de américa es la guacharaca. Pero ahorita es absurdo cultivar guacharacas teniendo gallinas”, asegura Nicolás del Castillo, director de la autoridad pesquera. “El basa es como el cerdo de agua dulce. Se trata de una especie potencial para diversificar la acuicultura de Colombia, y este sería un producto contundente que nos permitiría generar empleo en el país y pensar en exportar”.
Voceros del Grupo de Ictiología de la Universidad de Antioquia, que le han seguido la pista al tema desde hace años, señalan por el contrario que unas muestras pequeñas y una investigación de tres meses no pueden ser concluyentes para tomar una decisión. “Los estanques pueden generar un estrés particular y los peces en situaciones de estrés no se alimentan. Muchas especies de bagre se alimentan en la noche y las observaciones fueron solo de día. Es necesario aumentar las variables, durante más tiempo y tener en cuenta los análisis de riesgo de la especie que se han hecho en otras partes del mundo”, explican.
Y es que, aunque el potencial económico del pez basa es evidente, hay un costo aún más difícil de definir: el de los impactos ambientales y la posible pérdida de biodiversidad tras su introducción en nuestros ecosistemas. Aquí también funcionan las analogías: “Estamos en un momento crucial, porque en 20 o 30 años podríamos estar en una situación similar a la de los hipopótamos del Magdalena”, asegura Silvia López, doctora en biología y experta en peces de agua dulce. “Los resultados de la introducción de esta especie no se van a ver ya, pero, si no se controlan de inmediato, las consecuencias pueden ser irreparables. Los hipopótamos son gigantes y se ven de lejos, pero bajo el agua se hace mucho más difícil hacer observación y seguirle el paso a animales como el basa”, insiste.
Mientras tanto, investigadores, incautaciones de Corporaciones Autónomas Regionales, reportes del Sistema de Servicio Estadístico Pesquero Colombiano (SEPC) y registros de aplicaciones como InvBasa (que hacen seguimiento de las especies invasoras en Colombia) demuestran que la presencia no autorizada de esta especie, su producción y su comercio ilegal, continúan en aumento en el país. “El comercio de este animal es voraz, y en el departamento del Huila es donde más se está dando la introducción de esta especie. Hay un protocolo a oscuras sobre su producción, crecimiento, dieta y condiciones con total ausencia de prevención y vigilancia por parte de las autoridades”, afirma Andrés Algarra, biólogo de la Universidad del Tolima.
¿Quién da respuestas?
Pese a las divergencias, todas las personas entrevistadas para este artículo coinciden en que es necesario tomar acciones urgentes para frenar el cultivo y distribución ilegal del pez basa en Colombia. Las corporaciones autónomas entrevistadas aseguran que, aunque han escuchado de la situación, no han recibido denuncias oficiales en sus jurisdicciones. La AUNAP aclaró que no ha expedido ningún acto administrativo que declare como legalmente introducida al país esta especie, por lo que su comercio y producción sigue sin estar autorizado y debe ser judicializado por las autoridades competentes. “Para proferirse el respectivo acto administrativo que permita domesticar el pez basa es indispensable contar con un pronunciamiento previo del Minambiente”, indicaron.
Durante dos semanas este diario intentó comunicarse con el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible para conocer qué acciones se estaban impulsando para hacerle frente a este problema, que ya ha llegado a aguas naturales y del que se conoce muy poco sobre sus posibles impactos. Luego de varias insistencias, la única respuesta que se recibió, a través de un mensaje de Whatsapp, decía: “Estamos en proceso de una decisión y, hasta que no se tome, no tendremos declaraciones al respecto”.
Blog El Río
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