El Cuento

Publicado el ricardogonduq

Coalición Colombia Ciudadana

En un tiempo muy cercano, este país empezó a hablar de los corruptos y a mirarlos con los ojos de monstruos con los que por tantos años sus ciudadanos miraron con toda la razón a los terroristas. El final de la historia aún no está escrito, pues solo podrá definirse si los ciudadanos deciden enfrentarse realmente a esos monstruos. ¿Serán capaces? ¿Quién ganará?

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Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

En estos días está circulando un meme que dice, en síntesis, que la solución a la Patria Boba en la que nos han puesto Uribe y Santos en los últimos años no es ni Germán Vargas, ni Alejandro Ordóñez, ni Marta Lucía Ramírez, ni siquiera Humberto De la Calle. Aparece en la parte baja la selfie que se tomaron Claudia López, Sergio Fajardo y Jorge Enrique Robledo hace algo más de una semana en Bogotá, sugiriendo que la solución es ésa. ¿La será? ¿Lograrán vencer el ego tan grande que cada uno tiene? ¿Conseguirán acercarse a pesar de las diferencias ideológicas que hay entre ellos? ¿La unión será viable o se quemará en la primera vuelta?

Siempre he creído que si en Colombia hemos votado siempre por lo mismo: los candidatos de los partidos tradicionales o sus reductos, los de las familias aristocráticas de Bogotá, los que respaldan los poderes económicos o los que prometen paz o guerra, ¿por qué no escoger, al menos por una vez y ya que no hay reelección, algo diferente? Quizá, y ojalá los hechos no me hagan arrepentir, una coalición de los tres de la selfie pueda hacernos tener por primera vez en la historia del país un presidente que no cumpla con esas condiciones.

Es evidente que estamos aún muy lejos de la elección presidencial, de ahí a que es tan acertado quien piensa que una semana en política parece un siglo. A propósito, eso lo deben tener muy claro en el Centro Democrático donde después de celebrar que a Óscar Iván Zuluaga le hubiesen archivado la investigación por el hacker Sepúlveda, en una semana se le hubiera venido el mundo encima por la financiación de Odebrecht. Pero a este mismo escándalo de pronto tengamos que terminar dándole las gracias porque es el que nos puede hacer cambiar, espero que por fin, el libreto para la campaña que todavía está distante, pero que empieza a fijar sus cimientos.

Ya sea en un intento por cambiar la agenda del país o quizá por tomarse esa consigna como suya para dejársela a quien vaya a ser su heredero, el presidente Santos fijó hace semanas que la prioridad de la última etapa de su gobierno será la lucha contra la corrupción. Por eso, el viernes pasado presentó el anunciado proyecto para quitarles beneficios jurídicos a los corruptos. De manera que, ya con el acuerdo de paz con las Farc en marcha, quizá el país se desvíe a pensar en algo más que no sea el conflicto armado y sí algo que los esté afectando de cerca: la corrupción.

Aprendimos con el plebiscito de octubre pasado que al elector colombiano le importa es lo que lo afecta directamente y responderían muchos con obviedad: ¡Pues claro! El problema de unos campesinos que vivían en guerra allá en Cauca, Nariño, Chocó, Norte de Santander, o los “territorios nacionales” no los trasnocha. A la creciente clase media que hay en Colombia sí le importa el transporte público vuelto nada, las carreteras que no se han hecho aunque pasen los años, el mercado de cada mes que ya es más caro, la educación superior que es impagable o el sistema de salud que no es la octava maravilla del mundo, como nos quisieron hacer creer el mes pasado. Y todos esos líos pasan por un cáncer transversal: la corrupción.

En medio de la cascada de nueva indignación que hay en el país contra la corrupción, el contralor Maya se quiso montar en el bus de ese tema, aunque hizo bien al ponerle cifra a lo que se roban en el país: 50 billones de pesos anuales. Y aunque suene populista o a frase de cajón, no deja uno de preguntarse: ¿cuánto colegios se pagarían, cuántas toneladas de alimentos llegarían a La Guajira y al Chocó, cuántas megaobras construiríamos, cuántas ciudades tendrían metro o tren ligero?

Así que como a esos ciudadanos les importa lo que pase con los 50 billones de pesos o más que se pierden cada año, hay que decirles que quizá hay una forma de evitar que eso pase y es no votando por corruptos. Y eso implica cambiar la cultura colombiana del más vivo, del que roba en las justas proporciones, de vender el voto por el tamal y finalmente entender que los recursos públicos, como ya lo cacareaba Mockus en 2010, son sagrados. Con mucho garrote, que implique castigos severos para los corruptos; pero también con mucha zanahoria, cambiando mucho de la cultura e idiosincrasia colombianas. Quizá eso nos lleve, más allá de los partidos políticos que están en crisis, a construir algo que se llame la Coalición Colombia Ciudadana.

Quiero creer que los tres de la selfie del Nogal pueden ser los que lideren esa coalición, para garantizar que así como logramos ponerle fin, con sus problemas y defectos, a una guerra de 52 años con las Farc; también podamos cerrar el horror de la corrupción,  que por lo menos ya sabemos es el principal problema que no nos deja ser un mejor país.

Un punto de giro: El debate de las minorías me rompe la cabeza cada vez más: ¿Será que miles de policías deben paralizar el centro de Bogotá para que unos cuantos puedan ir a una corrida de toros? ¿El Estado no está para garantizarles la seguridad a todos, así sean unos fanáticos de la tortura?

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