Desde el fogón

Publicado el Maritornes

Es el sueño, sin duda

Se toman medidas justas (o no tanto), se planea, se presentan leyes, se habla del pasado, de cómo corregirlo, se invita, con más sinceridad que no, a vivir la política de otro modo. Se percibe una buena intención, pero no parece estar claro en dónde arde la llama.

Uno puede andar un trecho caminando de espaldas, mirando hacia atrás, pero nunca caminar así permitirá la sensación del viento en la cara, el abrazo lejano del horizonte, la liberación del espíritu. Estamos prisioneros del pasado, recargados de pasado, ahítos de pasado, agobiados de pasado.

Hace falta un sueño. Qué vida triste sin un sueño. Qué vida de zozobra sin que el mañana nos cante, no con cantos de sirena, y no con parlamentos de políticos, sino con la visión que mira sobre campos florecidos, que habla sin ambages de niños sonrientes y de comunidades unidas —y no con el lenguaje caudillista que vende las perogrulladas características del liderzuelo populista—.

Qué falta hace, piensa Maritornes, un líder capaz de auscultar las pasiones más sentidas de un país, sus verdaderos sueños, capaz de verbalizarlas, y de aglutinar a sus ciudadanos en torno a la construcción de una posibilidad colorida y amable, no un sueño de dejar atrás nada, no —el sueño no tiene pasado— sino el sueño de todo lo posible, lo verde, lo limpio, lo noble, lo cívico, lo innovador, lo claro, lo sensato, lo factible, lo que incorpora la vibrante capacidad de un grupo de seres humanos para diseñar un mañana luminoso para los hijos que aman.

Toda esa capacidad nace en un lugar misterioso del corazón humano, y toma forma de manera aún más misteriosa en algunos líderes que logran inspirar, motivar, dar alas, sembrar futuros no lejanos, líderes que hacen de su pasión no la catapulta hacia la perpetuación de su poder, no a la adquisición de un mayor poder, sino el trampolín para los sueños de una sociedad.

No hay que corregir rumbos, ni enderezar torcidos, ni desfacer entuertos. Hay que dar a luz un entusiasmo, que sin ese, todo es un desván polvoriento. Hay que descorrer cortinas, salir a bailar y respirar a fondo. Nos hace falta identificarnos como ciudadanos enamorados del amanecer, y no como dolientes del atardecer. El mañana no les llega a los del desván, el mañana les llega a los que, despiertos antes de que claree, observan la vida desde el hoy, llenos de pasión por la promesa del día.

Comentarios