Desde el fogón

Publicado el Maritornes

De locos y de cuerdos

La terapeuta unió las yemas de los dedos–el gesto manido que acostumbran los que viven de escuchar cuando quieren demostrar que están ejerciendo su comprensión.

Cecilia se sonó estruendosamente antes de “verbalizar” los últimos sentimientos sobre la ausencia de su padre. La terapeuta consultó el reloj con mal logrado disimulo. Cecilia encontró la billetera dentro del bolso, debajo de los pañuelos faciales empapados de lágrimas.

Al llegar a la puerta, un pensamiento la hizo sonreír: ¡Qué locas estamos, yo pagándole para que me vea llorar y ella cobrándome por oírme llorar!

Todavía sonriendo se unió a la corriente de transeúntes de las seis de la tarde.

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