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Rebeldes o excluidos: Malí, algunos problemas del Estado-Nación

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Foto: Archivo El Espectador

Por: Robinson López Arévalo

El caso de Malí y en general el de las guerras civiles, tanto en el siglo XIX como en el XX, son importantes temas de estudio para politólogos e historiadores porque tocan varios temas un poco espinosos. Por un lado, surge la pregunta de si estas guerras se generan por una incapacidad para construir un Estado incluyente; y, por el otro, de si en verdad se trata de aglomeraciones de subversivos o son una parte de la población que ha sido histórica y sistemáticamente excluida. Por lo general, la opinión pública olvida la inclusión y ve el fenómeno como el levantamiento de algunos rebeldes contra un Estado legítimo, posición que puede ser cuestionada si se tiene en cuenta la poca legitimidad de un gobierno que no toma en cuenta a una parte de su población. Todo acto violento inicial es visto como sedicioso sin detenerse a estudiar las causas que están detrás de este, es decir,  sin observar la incapacidad del Estado para conceder los suficientes derechos a la facción que se levanta.

La Revolución Francesa fue vista como un acto subversivo por parte del Estado Absolutista, que la burguesía pidiera la igualdad política fue algo inconcebible para la monarquía. Los Estados esclavistas del Sur consideraron como subversivo que los Estados del Norte iniciaran una campaña a favor de la abolición de la esclavitud y cambiaran las reglas de juego planteadas en el inicio de la unión, así se inicio la Guerra Civil en Estados Unidos. Los recientes hechos ocurridos en Malí: desde enero de 2012 los malíes del Norte iniciaron una campaña pro-independentista o a favor de una mayor autonomía frente al Sur, permiten observar algunos de los principales aspectos de la problemática consolidación de un Estado.

Malí es un país que tiene alrededor de 13 millones de habitantes y aproximadamente el 90% de la población vive al sur. La región en puja es conocida como Azawad y el Mouvement National pour la Libération de l’Azawad (MNLA) se hizo al control de la región desde abril de 2012. El conflicto tiene un elemento racial, como muchos de los enfrentamientos vividos en África, ya que Azawad es habitada por el pueblo Tuareg –llamados la gente azul del desierto por sus trajes que tiñen con índigo–, quienes constituyen el 10% de la población del país. Los conflictos internos dentro del gobierno provocaron un golpe de Estado contra el presidente Amadou Toumani Touré, en marzo de 2012, dificultad que fue aprovechada por el MNLA para tomarse las ciudades de Kidal, Gao, Timbuktu y Douentza; y declarar su independencia de Malí el 6 de abril de 2012. Pero, en julio, el MNLA había perdido el control del territorio frente a sus aliados, dos alas islamistas radicales, conocidas como Ansar Dine (Defensores de la fe) y Mouvement pour le Tawhîd et du Jihad en Afrique de l’Ouest (MUJAO). El gobierno malí recibió ayuda de Francia y la Unión Africana para enfrentar la nueva amenaza, incluso, a comienzos de enero de 2013, el mismo MNLA entregó su apoyo a las tropas oficiales. Para febrero de 2013 todo el territorio estaba controlado por las fuerzas militares, el MNLA o las tropas francesas; dando inicio a ataques esporádicos por parte de los islamistas, desde las montañas o desde Níger, reforzados por inmolaciones y carros bomba.

Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, España, Italia, Dinamarca, Bélgica y Alemania enviaron algún tipo de ayuda; Nigeria y Chad han enviado tropas. La ONU no ha hecho absolutamente nada, lo que demuestra su histórica inoperancia en este tipo de conflictos, aunque al menos ha evitado aumentar la serie de escándalos que producen sus intervenciones (Haití, Congo, Ruanda, Yugoslavia, etc.).

El problema en Malí tiene sus raíces históricas, varias rebeliones se han dado en Azawad durante los siglos XX y XXI. Antes de ser sometidos por Francia, en 1898,  los Tuareg se dedicaban al comercio de sal, oro y esclavos; este último elemento genera cierta incomodidad en un país con mayoría de población negra. Igualmente, los Tuareg son un pueblo pastor nómada –condición sumamente complicada para un Estado porque estos ciudadanos se mueven en su propio territorio pero también en el de estados vecinos–, con su propia lengua y son practicantes del Islam. Los franceses pusieron impuestos sobre el comercio, confiscaron los camellos para uso militar, trataron de cambiar el estilo de vida nómada y abolieron la esclavitud (1905). La respuesta de los pobladores originarios fue una revuelta, el gobierno francés reaccionó confiscando las tierras de pastoreo, y obligó a muchos hombres a ingresar al ejército o a servir como mano de obra. Otra estrategia consistió en dividirlos entre diferentes entidades administrativas (Argelia, Níger, Sudán Francés y Costa de Marfil).

Tras la independencia de Malí (junio de 1960), el naciente Estado no pudo mantener el nivel de vida ofrecido por el gobierno colonial, excluyó a los ciudadanos del norte de los más importantes cargos políticos y olvidó la aspiración de los Tuareg, Bereberes y Árabes, que esperaban crear al norte un república que agrupara la región desértica incluyendo territorios de Níger, Burkina Faso, Argelia, Libia y Malí, rompiendo con la vieja organización colonial. Debido a su estructura social nómada, los Tuareg no tienen un mando central unificado sino que se agrupan en clanes con diferentes relaciones de amistad y rivalidad entre ellos; esta situación no permitió que pudieran crear su propio Estado, a la vez que dificulta su inclusión dentro de un Estado moderno, con mayoría de población sedentaria. Así mismo, la carencia de un mando unificado obstaculiza los procesos de paz, ya que algunos grupos no son incluidos. Por estos mismos años se propuso una reforma agraria que atacaba directamente el sistema de vida de los Tuareg y su acceso a los productos agrícolas. Estas situaciones llevaron a la Segunda Rebelión Tuareg, entre 1961 y 1964, la respuesta del gobierno fue totalmente militar: torturó y asesinó a parte de los responsables y provocó un desplazamiento de población, lo que produjo un fuerte resentimiento de la gente de la zona hacia el gobierno central. Faltaron acciones para mejorar la infraestructura de la zona, aumentar el acceso a salud y educación, y acrecentar las oportunidades económicas. Entre 1968 y 1990, la inversión en infraestructura en el norte apenas fue del 17% del total gastado en todo el país.

Sequías, hambrunas y mano dura por parte del gobierno azotaron esta región en los setenta y ochenta; lo que llevó a muchas personas a la mendicidad y motivó a muchos jóvenes a huir a la vecina Libia, donde recibieron entrenamiento militar. En los noventa, tras la caída de los precios del petróleo y el final de la Legión Islámica en Libia, muchos regresaron e iniciaron una lucha contra el gobierno. Se cree que el gobierno libio aportó ayuda a grupos rebeldes en Malí, Níger y Chad; siendo este un elemento más que explica el esfuerzo internacional por derrocar el gobierno de Gadafi –aunque fue tras la caída del coronel que volvieron a movilizarse los Tuareg–. Tras infructuosos acuerdos de paz de Tamanrasset, en 1991, el gobierno entregó apoyo al Malian Patriotic Movement, conocido como Ghanda Koi, grupo paramilitar en su mayoría conformado por la etnia Songhai, que nació como una reacción a los ataques Tuareg y a la amenaza de perder sus tierras tras los acuerdos de paz.

Como se puede ver la consolidación de un Estado trae consigo innumerables problemas, los cuales, aunque con sus particularidades, son similares en muchos estados de diferentes regiones;  saltan a la vista algunas similitudes con países de Hispanoamérica.  Así mismo, es evidente el fracaso del modelo que excluye parte de la población de los sistemas educativo y de salud, segrega grupos, desarrolla una infraestructura desigual en todo el territorio, se despreocupa de las oportunidades económicas para toda la población y hace reformas sin consultar a la nación. De este modo, los ojos de los países en vía de desarrollo deberían estar puestos más en África y menos en Europa y Estados Unidos.

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