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Los soldados colombianos en conflictos externos

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Foto: Archivo El Espectador

Por:  Dayrtman Fajardo[1]

La reciente oleada de ataques terroristas por parte de la agrupación Estado Islámico ha vuelto a poner la atención de la opinión pública sobre los conflictos armados de los países del Oriente Próximo. Hace ya cerca de un mes, los colombianos nos sorprendimos con la noticia de que un grupo de soldados colombianos participaba en uno de esos conflictos, la Guerra Civil de Yemen.

Este grupo de soldados se desvinculó de las Fuerzas Armadas de Colombia en 2014 tras recibir una oferta que mejoraba sus salarios y prestaciones por parte de los Emiratos Árabes Unidos. Estos países, junto con Arabia Saudita han intervenido recientemente en Yemen, un país situado en la península arábiga, lo que explica los colombianos allí. Pero la presencia de combatientes colombianos en conflictos armados en otros países no es algo reciente, y tiene una larga historia que vale la pena recordar.

Los primeros cuerpos militares propiamente dichos que existieron en la Nueva Granada (sin contar las huestes de los conquistadores españoles o las fuerzas indígenas) se organizaron en el siglo XVIII, y permitieron que criollos, mestizos y mulatos se vieran cobijados por el prestigio social que otorgaba el rango militar, por los salarios fijos y por el fuero bajo el cual eran juzgados. Estos cuerpos fueron la base de las primeras tropas que participaron en nuestras guerras de independencia, durante las cuales, y desde una fecha temprana, los soldados neogranadinos marcharon a combatir a otras guerras.

El primer conflicto externo en el que participaron los militares neogranadinos fue en la guerra de independencia de Venezuela, cuando a solicitud de Simón Bolívar (quien llegó a Cartagena en 1812 tras la derrota de la Primera República venezolana por las tropas realistas de Domingo de Monteverde) se formó un cuerpo expedicionario que asegurara la independencia de ese país y a la vez eliminara la potencial amenaza del ingreso de los realistas desde Venezuela hacia Nueva Granada.

En este cuerpo participaron destacados personajes como Atanasio Girardot, Antonio Ricaurte, Francisco de Paula Santander y Hermógenes Maza, y su participación fue tan relevante, que sus acciones le permitieron obtener a Bolívar las victorias militares que le permitieron establecer la Segunda República venezolana. En esta guerra, la mayor parte de los oficiales neogranadinos murieron, y los pocos sobrevivientes, como Hermógenes Maza, tuvieron que experimentar el rigor y la extrema violencia de las revueltas raciales producidas por la “guerra a muerte” declarada por Bolívar contra los peninsulares, dando así fin a esta primera participación de militares colombianos en un conflicto externo.

Una nueva exigencia para la movilización de militares colombianos se dio después de que la independencia de nuestro  actual territorio fuera asegurada entre la batalla del Puente de Boyacá el 7 de Agosto 1819 y las batallas que le siguieron en 1820. En ese momento, los territorios vecinos, en especial el de Perú, seguían ocupados por los realistas y se hizo necesaria la intervención militar para asegurar su independencia.

Por ese motivo, y tras rechazar una invitación de José de San Martín, hecha en la entrevista que sostuvo con Bolívar en Guayaquil, este decidió enviar en 1823 un fuerte contingente de tropas colombo-venezolanas (pertenecientes al Ejército de la Gran Colombia) a Perú, donde se unieron a las tropas peruanas y a las rioplatenses que dejó San Martín, consiguiendo en una victoriosa campaña, que concluyó en las batallas de Ayacucho y Tumusla, los triunfos militares necesarios para asegurar la independencia de España en Sudamérica. Cabe resaltar que uno de los oficiales más destacados en esta campaña fue el general José María Córdoba, que allí obtuvo en esta campaña la mayor parte de su prestigio militar.

Aún después de esto, y tras el retorno de la mayor parte de las tropas desde Perú, pequeños grupos de soldados venezolanos y neogranadinos fueron enviados a México, donde contribuyeron a la liberación del fuerte de San Juan de Ulúa, cerca de Veracruz, que todavía en 1826 permanecía ocupado por los realistas. Esta colaboración, al parecer, estuvo relacionada con el pacto militar que acordaron México y la Gran Colombia durante el Congreso de Panamá de 1826.

El fin de las guerras de independencia y la disolución de la Gran Colombia (y de su ejército) evitó a los militares colombianos la oportunidad de participar en conflictos extranjeros. Sin embargo, algunos de ellos, que se habían marchado a Venezuela, participaron en los conflictos internos que hubo en ese país durante los siguientes años.

Uno de los militares que permaneció en el vecino país fue José María Melo, quien después regresó y encabezó un fallido régimen popular en 1854. Este, tras su expulsión del poder, participó en diferentes guerras en Centroamérica y en México, donde murió combatiendo a favor del régimen liberal de ese país.

Mientras tanto, el ejército nacional era disuelto tras la implantación del régimen federal, y desde entonces cada uno de los nueve estados soberanos contó con su propia fuerza militar. Para defender al gobierno federal solo quedó un pequeño cuerpo, conocido como Guardia Colombiana. Y fue este cuerpo, por iniciativa del gobierno federal, el que viajó a Paraguay a la Guerra de la Triple Alianza, que enfrentó a ese país contra la alianza formada por Brasil, Argentina y Uruguay. Allí, colaboró con la garantía del orden público y suministrando asistencia a la población tras la devastación que produjo la guerra. Aunque poco recordada en Colombia, esta intervención colombiana es valorada positivamente por los paraguayos.

En las siguientes décadas, los militares colombianos no participaron en conflictos externos. Esta situación cambió durante la guerra civil de 1901 en Venezuela, cuando el gobierno conservador colombiano, actuando en represalia por el apoyo del gobierno de ese país a los rebeldes liberales, decidió respaldar con hombres y armas al líder rebelde Carlos Rangel Garbiras. Los colombianos protagonizaron una incursión desde territorio nacional hacia Táchira, donde fueron derrotados por el ejército venezolano, que contó con la ayuda de los rebeldes liberales colombianos.

Posteriormente, y durante la Primera Guerra Mundial,  y a pesar de que el gobierno colombiano declaró la neutralidad del país en el conflicto, varios colombianos viajaron a Europa y participaron en la guerra. Casi todos ellos se incorporaron al Ejército francés, la mayor parte de ellos como parte de la Legión Extranjera. Otros, que eran hijos de europeos pudieron incorporarse a las tropas regulares. Y nuevamente en la Legión, un grupo de colombianos participó en la Segunda Guerra Mundial desde antes que nuestro país decidiera unirse a los Aliados. Aparte, se conoce que hubo presencia de combatientes colombianos en la Guerra civil española, especialmente en el bando nacionalista, incorporados a la Legión española, cuerpo militar en el que se reunía la mayor parte de los combatientes extranjeros. La presencia de estos combatientes colombianos en las principales guerras de Europa ha podido ser conocida gracias a la correspondencia que mantuvieron con sus familias, a información diplomática y de prensa de la época y al libro “Legionario”, que aborda la trayectoria de uno del combatiente colombiano Luis Crespo Guzmán en el bando nacionalista en España.

Tras las dos guerras mundiales, llegó el episodio más conocido de las participaciones colombianas en conflictos externos: la Guerra de Corea. En esta, miembros del Ejército y la Armada, organizados en el batallón Colombia, participaron en diferentes combates, usualmente defendiendo posiciones importantes en el terreno, o entorpeciendo el avance enemigo. En este conflicto, Colombia actuó en defensa de Corea del Sur al lado de las tropas de Estados Unidos y otros países de la ONU, y en contra de los comunistas de Corea del Norte y China.

Después de intervenir en Corea, el batallón Colombia hizo presencia en otros escenarios de la Guerra Fría como el canal de Suez y la península de Sinaí al lado de otros contingentes de la ONU, que garantizaron la integridad de esos territorios para evitar su ocupación por tropas egipcias e israelíes.

Otro escenario de la Guerra Fría que involucró combatientes colombianos fue el conflicto armado que enfrentó a los rebeldes comunistas del FSLN y al gobierno somocista, y tras el triunfo de los primeros, al gobierno comunista y los rebeldes conocidos como “contras” en Nicaragua. En este caso, se trataba de simpatizantes del sandinismo de ideología comunista que viajaron a ese país, donde formaron la Brigada Simón Bolívar y participaron en diferentes acciones militares. En los años ochenta, hubo más dificultades para el viaje de brigadistas debido a las restricciones impuestas por el gobierno de Julio César Turbay, aunque se conoce que algunos miembros de las JUCO y un delegado de las FARC (Jaim Guaraca) consiguieron llegar al país centroamericano tras afirmar que iban con el fin de cooperar con la recolección de café; se desconoce si estos voluntarios participaron en combates.

En los años noventa del siglo XX, el fin de la Guerra Fría implicó cambios en el tipo de escenarios bélicos en los que intervienen los militares colombianos. Muchos de ellos ahora participan como mercenarios incorporados en ejércitos extranjeros o en las numerosas empresas contratistas que prestan servicios de seguridad en diferentes escenarios bélicos. Por lo tanto, ya no resulta sorprendente conocer noticias que mencionan soldados colombianos en Irak, Libia, Yemen o Afganistán. A esto hay que sumarle la reciente alianza entre Colombia y la OTAN, que ha permitido la participación de la Armada Nacional en operativos contra los piratas somalíes en el Océano índico.

 


[1] Historiador de la Universidad Nacional de Colombia

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