De ti habla la historia

Publicado el detihablalahistoria

La política y los mundiales de fútbol

argentina1978videlaaea80aa82b2c958f05baa53efcc4bea9

Foto: Archivo El Espectador

Por: Andrés Felipe Hernández Acosta

Panen et circenses  (Pan y circo) decía Juvenal para referirse a la política de los espectáculos circenses para mantener, en tiempos del Imperio Romano, al pueblo en calma y conservar así el statu quo.  Antaño el Coliseo hacía realidad el circo, hogaño lo hace el estadio, dicen los críticos del fenómeno futbolístico.

Sin embargo, falta el pan, dicen las protestas en Brasil, pero también educación, servicios sanitarios, transporte y seguridad, cuando el máximo circo o evento de entretención mundial, junto con las olimpiadas, se instala en sus tierras. Así, la política se sacude cuando el circo se disocia del pan, la “válvula de escape” no suple la falta de calidad de vida. Esto se explica porque la gente aprovecha la circunstancia para poner al Estado contra la pared ante la opinión pública internacional. Sorprende que esto ocurra en la tierra del carnaval, la samba y el fútbol, pero no tanto si echamos una mirada histórica a la relación que ha existido entre la política y los mundiales de fútbol desde sus inicios.

¡El mundial vuelve a América!, continente en el que tuvo origen el gran evento. En 1930 se celebró en Uruguay para conmemorar el centenario de su primera Constitución y en reconocimiento a que la selección charrúa había ganado los campeonatos de fútbol en las olimpiadas de Paris 1924 y Ámsterdam 1928.

Los uruguayos invitaron a todas las potencias del fútbol, pero el contexto geopolítico en el que se situaba el mundo de la época hizo que no asistieran, en parte por soberbia Italia, Inglaterra y Alemania, argumentando los altos costos del viaje y los efectos de la Gran Depresión de 1929.

Para ser más precisos, Italia no asistió en 1930 porque esperaba ser la sede  de ese mundial. Sede que se le otorgó en 1934 y que Benito Mussolini aprovechó para hacer propaganda del fascismo, que estaba en el poder en ese país desde 1922. De hecho le dijo a Giorgio Vaccaro, en su momento presidente de la Federación Italiana de Fútbol y quien defendía “el ideal fascista que representa el deporte”, lo siguiente: “No sé cómo hará, pero Italia debe ganar este campeonato”, y después, ante la respuesta tímida del dirigente, prosiguió: “No me ha comprendido bien. Italia debe ganar este mundial. Es una orden”. Mussolini no era un entusiasta del balompié, pero pronto se dio cuenta de la posibilidad de aprovechar este deporte como instrumento de propaganda política, tanto a nivel nacional, para ganarse el apoyo de los sectores populares, como internacional, para exaltar a Italia, en momentos de crisis del modelo demócrata- liberal, como potencia mundial emergente. Para quien quería reinstaurar el Imperio Romano resultaba oportuno volver a la política del panen et circenses.

Entonces, como ahora, el fútbol permitía impulsar los sentimientos nacionalistas de las masas.  De hecho las dictaduras aprovecharon al fútbol para demostrar ante el mundo su presencia y consolidar la unidad del país a través de este, nuevamente cuando Italia gana el Mundial de Francia 1938 y en, por ejemplo, Argentina 1978.

Empero, el fútbol no ha sido solo utilizado por las dictaduras y de hecho su expansión ha sido resultado del ascenso histórico de lo que podríamos llamar democracia capitalista. El triunfo de la Alemania occidental y capitalista en 1954, simbolizó, en su momento, el renacimiento de esta nación después de la Segunda Guerra Mundial, pero también la demostración incipiente de superioridad frente a la Alemania oriental y comunista, que se desquitó de esto en sus impresionantes participaciones en los Juegos Olímpicos durante la Guerra Fría. También se manifestó este conflicto entre capitalismo y comunismo, en este caso inglés, cuando intentó no admitir la participación de Corea del Norte en el Mundial de 1966, que finalmente la FIFA impidió.

Pero también los mundiales han representado “revanchas políticas históricas”, como la que obtuvieron los argentinos ante los ingleses en México 1986, cuatro años después de la Guerra de Las Malvinas, que los primeros perdieron ante Inglaterra. Además, el Mundial de Fútbol ha sido importante elemento de integración multicultural, como sucedió con la selección francesa que ganó el mundial de fútbol de 1998, constituida por negros, blancos, argelinos, en fin, un triunfo nacional y un reconocimiento de la identidad más amplio. Así, el fútbol ha contribuido en Europa a combatir el racismo que ha caracterizado a ese continente, haciendo ver que cuando el fútbol va a la nación integra más que cuando la política va al fútbol.

Si se evalúa el carácter político de algunos jugadores de fútbol en la historia, se podría comenzar con el caso de Matthias Sindelar, que ante la Anchluss en 1939 (anexión de Austria por parte de Alemania) se negó a jugar para el equipo germano y en cambio sí, en un partido amistoso entre Austria y Alemania, burlarse en el festejo de las autoridades nazis (posteriormente fue perseguido por los nazis y  hallado muerto en su habitación, junto a su compañera, en extrañas circunstancias); de Johan Cruyff, de la Naranja Mecánica, quien se negó a ir a Argentina 1978 debido a la dictadura que en este país imperaba; o de la evidente politización de Socrates, el jugador brasilero, durante los años 80 y contra la dictadura en dicho país; o de Maradona, quien apoyó al gobierno de Alfonsín después de la dictadura y posteriormente tomó partido, de manera pública, por Castro, en Cuba y por Chávez, en Venezuela. Estos son algunos ejemplos de jugadores claramente politizados.

En Colombia, la utilización del fútbol como estrategia política en contextos mundialistas también ha sido desarrollada. ¿Se acuerdan del Pibe haciéndole campaña a Samper en 1994? ¿Recuerdan a Santos reuniéndose con los jugadores nacionales durante el Mundial Sub 20 de Colombia en 2011 para hacerles ver Invictus de Clint Eastwood y al deporte como estrategia de unidad y construcción de nación? ¿O de Belisario Betancur, en un acto de sensatez, cancelando el mundial que iba a realizar Colombia en 1986? Recientemente sucedió en la campaña presidencial, que siempre coincide en Colombia con los mundiales de fútbol, un extenso aprovechamiento de este para su uso político.

Del recorrido histórico que hemos hecho se pueden desprender algunas conclusiones. El fútbol, al convertirse con el tiempo en el deporte más popular del mundo, pudo en Latinoamérica, gracias en parte al origen del mundial de fútbol en estas tierras, hacer sentir su presencia internacional en el ámbito mundial por esta relación paritaria con Europa, donde se originó. En América Latina se producen los mejores jugadores del mundo aunque ellos jueguen en las mejores ligas del mundo, que están en Europa, consolidándolo como un acto político de presencia de la región en el globo terráqueo.

El carácter ecuménico del fútbol, si bien puede ser usado por políticas non sanctas, contribuye a un reconocimiento internacional de las diferencias en la pluralidad; por eso es mejor cuando el fútbol va a la política que cuando la política va al fútbol, salvo, curiosamente, cuando los ciudadanos, como en el caso de Brasil, atacan, no al fútbol, sino a los negociados y cifras astronómicas que realiza con el evento deportivo la FIFA con empresarios y políticos, cuando hay prioridades más urgentes.

Para finalizar, los mundiales de fútbol no son solo un evento deportivo, sino también un acto político. Es una ocasión en que las naciones se muestran ante el ámbito mundial representadas por sus equipos futbolísticos en un código de pasiones, que pueden ser explotadas por los estados en formas ideológicas y políticas, motivadas por la representación en el campo de marte de los estadios, que van desde la consecución de la sede hasta la formación del Estado en el cual se sitúan las naciones que juegan de manera estratégica y pacífica fútbol…  simulando un campo de combate.

Comentarios