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Semblanza de Gabriel Ochoa Uribe

Foto: Revista del América No. 70. 1988.

 

Por: Rafael Jaramillo Racines[1]

El sábado 8 de agosto falleció en la ciudad de Cali, quien ha sido considerado el técnico más importante de la historia del fútbol en Colombia, en su era profesional. Nacido en Sopetrán, Antioquia, el 20 de noviembre de 1929, en su más temprana juventud comenzó en el mundo ecuestre como jinete de caballos de carreras, afición que cultivó a lo largo de su vida. Luego, en 1944, Gabriel Ochoa Uribe, incursionaba en la tercera categoría del Unión Indulana, a los 15 años, haciendo parte de los trabajos formativos de divisiones menores en la institución paisa. Posteriormente, jugaría en el Victoria de Medellín y, en 1946, Humberto Salcedo Fernández, lo llevaría al América de Cali.

De esa estancia en el club rojo, en el cual juega hasta 1948, pasaría a Millonarios en donde hace parte de uno de los ciclos más brillantes de la historia del fútbol colombiano. Allí sería campeón al lado de extraordinarios jugadores -Pedernera, Rossi, Di Stéfano, Báez, Cozzi, Pini, Zuluaga- hasta su retiro como jugador activo en 1957, luego de una lesión de meniscos.

La nueva etapa de su desarrollo deportivo empezaría como técnico en 1958, logrando el segundo lugar en el torneo rentado, después de Santa Fe, que alcanzó su segunda estrella en su historia deportiva. Era el comienzo de un ciclo brillante que llevaría a Gabriel Ochoa Uribe a ser el técnico que más títulos ha ganado en la historia del fútbol colombiano. Es campeón con la escuadra albiazul en 1959, 1961, 1962 y 1963. Su retiro, a mediados de 1964, del club que lo había llevado a la consagración deportiva, lo aleja transitoriamente de las canchas durante ese año. Se vincularía en 1965 al Santa Fe y empieza un trabajo de depuración interna, liderando un proyecto que lo llevaría a la conquista del título de 1966.

Formado en el trajín del trabajo duro y disciplinado, su vida deportiva siempre estuvo marcada por asumir grandes retos y objetivos de largo aliento. Su presencia en el fútbol haría énfasis en su permanente preocupación por adaptar al medio unas bases sólidas que redundaran en una verdadera estructuración del fútbol en Colombia. Su pensamiento siempre fue inquebrantable y sus divergencias con los dirigentes apuntaban en ese sentido. Al insistir Ochoa en aspectos de la estructura deportiva, como eran la organización y la disciplina, estaba realizando una verdadera revolución en el medio. El resultado deportivo sería la consecuencia de una serie de factores que hacían hincapié en el desarrollo administrativo, tecnológico y científico de las instituciones deportivas. Sobre estas bases conceptuales el médico Gabriel Ochoa Uribe iría edificando su prestigio en el fútbol. Siempre su nombre inspiró respeto en la gente del medio y su carrera futbolística seguiría cosechando éxitos y reconocimientos a lo largo del tiempo en el balompié colombiano.

La década de los 70 lo mostraría triunfador en 1972 con Millonarios, nuevamente, y con el América en 1979, comenzando así otro de los ciclos brillantes en la historia del fútbol en Colombia. Dentro del folclor que acompaña el ambiente del fútbol era bien conocida la famosa maldición de “Garabato”, el cual era el alias de uno de los primeros jugadores dirigentes que tuvo el América, Benjamín Urrea. Según esta maldición el club escarlata nunca sería campeón, en venganza por habérsele impedido al señor Urrea de hacer parte de la nómina que jugaría en el primer torneo profesional de fútbol en Colombia, en 1948. Año tras año la susodicha maldición cobraba vigencia al ver que el equipo no lograba el éxito de una estrella, obsesión que se transformaría en una fijación permanente, dentro de los seguidores de la popular institución. Con la llegada del médico a la institución, se logra la tan anhelada estrella, desvirtuando un estigma y partiendo en dos la historia del América.

Ochoa Uribe revolucionaría la vida institucional y deportiva del club rojo. Todos los patrones y códigos del fútbol convertidos en dogmas serían revaluados con su gestión deportiva. La creencia de que el jugador de fútbol pierde importancia después de los 30 años sería cuestionada al vincular jugadores veteranos como Alfonso Cañón, Aurelio José Pascuttini, Julio “Chonto” Gaviria y Álvaro Muñoz Castro. El escepticismo se transformó en confianza apenas se empezaron a ver los primeros resultados. Otro factor renovador lo constituyó el hecho de que era posible llegar a grandes logros aun con jugadores que no exhibieran grandes pergaminos, siempre y cuando se acertara con los planteamientos tácticos adecuados para la época. Se logró sincronizar y amalgamar un funcionamiento a nivel colectivo, a partir de las características de los jugadores que disponía para la campaña del 79. Gay, Cañón, Cáceres, Pascuttini, Reyes, Chaparro, ratificarían esa premisa futbolística. El ciclo de Ochoa en el América se prolongaría a lo largo de la década del 80, logrando campeonar en el 82, 83, 84, 85, 86 y 90. De esta forma el América se convertiría en un referente obligado, abriendo el camino para la aparición de nuevas propuestas futbolísticas que constituyeran alternativa de éxito.

En el fútbol internacional, a nivel de clubes, sus actuaciones más relevantes las logra con el América, a lo largo de la década de los 80, llegando por tres años consecutivos, a la final de la Copa Libertadores -85, 86, 87-. Aunque no se logra coronar exitosamente alguna de estas tres finales se tiene un rendimiento admirable: de 77 partidos jugados se ganan 34, se empatan 28 y se pierden 15; se obtienen 101 goles a favor y 63 en contra, con un gol diferencia de +38. Y de 154 puntos posibles se logran 96, para un rendimiento de 62.33%. A nivel de selecciones nacionales de Colombia Ochoa Uribe no tuvo la fortuna que hubiera requerido para obtener resultados satisfactorios. Amigo de trabajos a largo plazo y contando con todas las garantías, chocó siempre con la resistencia de los dirigentes, los cuales pensaban ante todo en el inmediatismo, en la economía de esfuerzos y en la victoria fácil, sin mayor mediación y planificación. En este sentido había una gran diferencia entre la disponibilidad de logística y recursos entre un club como el América, por ejemplo, y lo que podría ofrecer la infraestructura competitiva de la federación.

Un perfil de Ochoa Uribe nos muestra un técnico de trabajo constante, disciplina, seriedad y aplicación. Un técnico que dominó la escena del fútbol colombiano durante cuatro décadas y al cual le cabe mucho de responsabilidad del momento que vivió el fútbol colombiano en los 80 y comienzos de los 90. Con su tenacidad y seriedad demostraría que era posible superar los obstáculos que ofrecía un fútbol que adquiría mayoría de edad.

El médico Gabriel Ochoa Uribe cumplió su ciclo vital. Ha ido al espacio infinito dejando una profunda huella en el país futbolístico, dejando su impronta por todo lo que aportó al proceso del balompié en Colombia. Indudablemente, su nombre quedará grabado en la historia de nuestro fútbol.

[1] Sociólogo e investigador de los Estudios sociales del deporte

 

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