Si el pez muere por la boca, escribamos.
Qué pereza escuchar un podcast donde los que conversan, Alejandro Gaviria y Ricardo Silva Romero, paisa uno, bogotano el otro, están de acuerdo en todo y, de ñapa, se dedican un episodio mutuo en solitario para hablar maravillas de sus respectivos libros. Ellos, tan críticos de la sociedad del espectáculo, son indulgentes con la sociedad del mutuo elogio, quizás porque con la amistad pasa lo mismo que con el amor: hace que a uno se le nuble la razón.
“Tercera vuelta” (supongo que se llama así porque sus protagonistas se sitúan en eso que llaman el Centro del espectro político), es, en esencia, un pódcast que le habla a ese país que detesta a Gustavo Petro. Sin importar el tema elegido, Gaviria tiene la habilidad de situar al presidente como ejemplo de cualquier cosa, por lo general mala, incluso si la charla versa sobre literatura o asuntos existencialistas.
Uno de los últimos episodios es especialmente revelador: “¿Qué queda después del consejo de ministros?” (10 de febrero de 2025):
Alejandro Gaviria: —“Después de cinco horas ahí, yo me tenía que salir un rato. Para respirar. Iba al baño y me echaba agua en la cara y decía: ´Esto es el caos´.
(A través de un trino, esta semana Gaviria añadió: “Petro es una muy mala persona”).
Ricardo Silva: “Esos consejos de ministros a mí me llegaron por mi mamá que trabajó en gobiernos y fue, entre otros cargos, secretaria del consejo de ministros. Y era un cargo que le fascinaba. Porque era anotar todo lo que pasaba (…) llevar las actas y pasarlas después a mano en unos libros que eran históricos. En esos libros estaba todo lo que había sucedido en todos los gobiernos de la historia de Colombia y eran secretos importantísimos y absolutamente confidenciales hasta no sé cuántos años después.
Alejandro Gaviria: —10, 15 o 20.
Desde mi primer empleo (año 1990), aprendí que uno no habla mal de la empresa. Si está inconforme se retira con algo de dignidad, pero no despotrica de quien lo alimenta. Ya sabemos cómo terminó Alejandro Gaviria: echado por el presidente y cargando a cuestas el sambenito de la deslealtad. El prefirió moverse en el “caos” antes que renunciar, porque -seamos honestos- es mejor ser empleado que desempleado, más si se tienen aspiraciones políticas o ambiciones burocráticas futuras.
En Colombia los cargos políticos también se usan como escampadero, Casi podría apostar que Alejandro Gaviria aterrizó en el gobierno de Gustavo Petro para terminar de darle forma a un libro que ya estaba escribiendo: “La explosión controlada”, el cual, si lo vemos bien, parece su desquite. Dicha publicación, en medio de un agitado año preelectoral, será un buen tema para otra entrada de este blog.
En el mismo episodio, Silva y Gaviria -acaso la versión actualizada de Abelardo Forero Benavides y Ramón De Zubiria-, confiesan la amistad que los une con Carolina Sanín y Daniel Samper hijo, tan antipetristas como ellos. Deben ser deliciosamente predecibles las charlas cuando se juntan los cuatro, cada uno con cohorte propia en las redes sociales.
“Tercera vuelta” es un programa con uniformidad de opinión, donde, a falta de réplica, hay comité de aplausos entre sus anfitriones, que más parecen hermanos siameses, unidos por los mismos pensamientos. Ojalá los dos se escucharan después de grabarse. Silva tiene la costumbre (a modo de muletilla), de repetir las últimas líneas de Gaviria, rara vez se oye ese nivel de condescendencia en el sentido contrario. Con esas palabras en mente, escuchen desprevenidamente cualquier capítulo.
Es por esa misma razón que uno agradece la existencia de periódicos que todavía privilegian la pluralidad, porque el mundo real es como el arco iris, no en blanco y negro. ¡Hasta en los mejores matrimonios hay desacuerdos!
No obstante, se les agradece a ambos las referencias literarias y ensayísticas, (además de las cinematográficas y musicales), que dan cuenta de lo cultos y buenos lectores que son.
Sobre el libro “El desdén de los dioses”, escrito por Gaviria (con revisión de Silva, como se lee en los agradecimientos), el escritor bogotano hace una defensa en otro episodio:
“Me parece un librazo. (…) Parece gula pero yo quiero que estos best seller lleguen a más lectores. (..) Yo creo que tú eres un escritor, yo creo que ese es el puerto de tu función en el mundo. (…) El desdén de los dioses es una confirmación maravillosa de ello. Veníamos de dos libros estupendos. A mí me encantó La Explosión controlada (…) No estoy nublado por el afecto ni por la admiración. (…) Allí no hay rencores, ni hay trapos al sol, ni hay bajezas…”.
Un pódcast que exalta los egos sobre el disenso, reduce su discurso al tamaño de la burbuja de unos pocos privilegiados.
En un país quebrado por la polarización, léase por los políticos, un pódcast que exalta los egos sobre el disenso, reduce su discurso al tamaño de la burbuja de unos pocos privilegiados. En la burbuja está la llamada élite, familias con pedigrí; y a su lado, apellidos que si bien no forman parte del establecimiento, han sido empleados por él y saboreado las mieles del poder, formando una especie de microélite: La pequeña burguesía.
—“En Colombia la farándula son los políticos”, dice Ricardo Silva en el mismo episodio sobre el consejo de ministros, como si olvidara que enfrente tiene a un tecnócrata que actúa como político cuando le conviene, pues ha sido dos veces ministro (de Salud y Educación) y aspirante a candidato presidencial, además de funcionario de la Federación Nacional de Cafeteros y el Departamento de Planeación Nacional. En sus ratos libres, el exministro Uniandino está dedicado a defender a ultranza el sistema de salud (EPS), creado bajo la Ley 100 de 1993. Como ningún periodista se lo ha preguntado, desde esta tribuna le pregunto si lo hace a título personal.
En otro episodio, titulado “¿Te han chuzado?” (28 de junio de 2024), Gaviria afirma lo siguiente:
“Yo suelo caminar aquí por el barrio donde grabamos y recordé esta semana una conversación que tuve con un vecino, que fue ministro de Hacienda (…) Él había sido ministro en los años 80. Y él me contó una historia (…) sobre un tema que ha estado en el centro de la discusión de estos días (…) el presidente Petro, de manera vehemente y bastante asertiva, diciendo, nosotros no chuzamos. Y lo que está diciendo es: ´Yo nunca he dado la orden´. La historia que me contó este señor era la siguiente: ´No tiene que dar la orden. El poder usa formas más sutiles de transmitir ese tipo de cuestiones problemáticas´. (…)
Luego Gaviria lee un aparte de uno de sus escritos (“El rey y los cortesanos”, El Espectador, mayo de 2010), donde habla “de una disputa histórica entre Enrique II y Tomás Becket en el año 1164”, para rematar diciendo, en referencia a cualquier gobernante, aunque esta vez hacía alusión a Petro, quien fue objeto de tales señalamientos a mediados de 2024: “No hay que dar la orden, siempre hay cortesanos dispuestos a ir un poco más allá”.
Me quedé pensando si esta clase de insinuaciones las aplica también al gobierno de Juan Manuel Santos, del que formó parte como ministro de Salud durante buena parte de su doble periodo presidencial (2010-2018).
Mucho de lo que en Colombia denominan élite intelectual, por alguna razón, termina conectada con el poder.
Una intelectualidad verdaderamente independiente ayudaría a comprender que Gustavo Petro, más allá de su propia figura e historia personal, representa un proyecto de Izquierda, con defectos y virtudes, como los proyectos que abandera la Derecha, pero que, a diferencia de ésta, puso el mayor número de muertos y víctimas para llegar donde ahora está. Con seguridad, al Progresismo y a sus líderes les tomará un tiempo largo entender lo que significa, doscientos años después, ostentar el poder que tanta sangre les costó.
Ahora que Silva y Gaviria anuncian su primer libro a cuatro manos, ojalá puedan mostrarnos una visión menos sesgada de la realidad colombiana.
Alexander Velásquez
Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha escrito para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana (la antigua); El Tiempo y Kienyke. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Autor de la novela “La mujer que debía morir el sábado por la tarde”. El nombre de este blog, Cura de reposo, se me ocurrió leyendo “La montaña mágica”, esa gran novela de Thomas Mann.