Porque la moda obliga a las personas a hacer cosas irracionales y tontas. Y seguimos la moda para no quedarnos por fuera del grupo, para mostrar pertenencia. Por eso la moda, en todas las épocas, ha llegado a imponer cosas absurdas, como usar zapatos tan largos en la punta que necesitaban elementos para sujetarla y ayudar a las personas a caminar, o como el adorno en el cuello llamado lechuguilla, tan incómodo que la persona para comer necesitaba cubiertos especiales de mango muy largo. Recordemos que se usaron pelucas en torre, en las que vivían pulgas, piojos y hasta ratones; corsés que impedían la respiración y una apropiada circulación; gotas de belladona para blanquear los ojos, que al final dejaban a la usuaria ciega; arsénico tomado, para poner la piel más blanca, ya que daña la producción de melanina; vestidos de crinolina, que ardían a la velocidad que toma encender un fósforo, etcétera. Y es mejor no hacer la lista infinita de deformaciones de huesos del pie o craneales, de labios, de cuellos, de orejas, las mutilaciones, cicatrices, escarificaciones, tatuajes hoy en uso, en distintas poblaciones del mundo entero.

El origen del adorno es parecer más atractivos sexualmente, pero esa razón, muy lógica, es solo el principio. Nos adornamos para pertenecer a un grupo (comportamiento tribal), y entonces los adornos deben ser compartidos, y nos adornamos para dar señales que muestren que tenemos estatus en la sociedad. Por eso cargamos con nosotros objetos costosos (y odiosos, precisamente porque esa es su función) para que todo el mundo los reconozca como tales.

Pero volvamos al tema, ¿en qué categoría caen las uñas pintadas? Nunca he leído un estudio serio sobre el atractivo sexual de las uñas pintadas, o postizas, o con pegotes, o con brillantes, o largas, o afiladas, o cuadradas. Creo que pintar las uñas con esmalte puede ser de utilidad si las uñas son feas, quebradizas o tienen hongos, pues es una manera de esconder estos y otros defectos. Pero, ¿sirven para aumentar el atractivo sexual? No lo sé, y lo dudo. Entiendo el uso de tacones, que sin duda son dañinos, pero te hacen ver más alta y más flaca, y producen un caminado con movimiento de cadera que aumenta el atractivo sexual. En Latinoamérica lo llamamos: tongoneado. Y ha sido muy bien estudiado. El maquillaje moderado aumenta sin dudas el atractivo sexual. También ha sido ampliamente estudiado.

Pintar las uñas ha sido una moda muy antigua, arcaica. En Egipto, las mujeres de la realeza hace 3500 años a. C. las pintaban de negro y rojo, con henna. En China, 3000 años a. C., se pintaban las uñas para señalar estatus social: oscuros para las clases altas, pálidos para las clases bajas. Hoy, mujeres de todas las culturas y de todos los niveles económicos se pintan las uñas. Usan esmaltes que son desarrollos más elaborados de las pinturas para autos. Algunas mujeres alegan que ir a la manicurista las relaja. Yo alego que solo es pérdida de tiempo y de plata, una manera más de obedecer al consumismo, a la moda; en últimas, de OBEDECER. Porque los esmaltes y artículos de cuidado para las uñas son un negocio más.

Como la economía capitalista busca permanentemente que nuevos productos y procesos se conviertan en necesarios, hoy se ofrece a las mujeres un tipo de unificación que sorprende: recortar los labios menores, para que todos los genitales se vean parecidos. La depilación de todo el cuerpo se logró imponer; más dinero para las compañías que venden sus productos y procedimientos. Lo increíble es que ya no se limita a lo externo y visible. Una práctica absurda que pone en riesgo la salud. Esto de recortar los labios menores unifica y desaparece de un tajo las sutiles y sensuales diferencias; un sucio juego con la seguridad sicológica de las mujeres. Así que, alertas, mujeres, el comercio se encargará de hacerte sentir anormal porque eres normal: porque respetas la forma de tus labios menores, dejas el protector vello púbico en su sitio y muestras tu buena salud en tus uñas desnudas, limpias y bien recortadas.

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