Colombia entera se paraliza cuando juega la Selección. Como si en este trozo de tierra al que llamamos patria no sucediera nada relevante que nos hiciera ponerle el mismo entusiasmo que le ponemos a un partido de fútbol. Y yo amo el fútbol, crecí con él porque de pequeña mi papá me llevó al estadio a ver a los dos equipos de mi ciudad. De ahí mi comportamiento bipolar como hincha, de ahí el cariño equitativo por Atlético Nacional y por el Deportivo Independiente Medellín, aunque para muchos esto sea incomprensible. Sí, soy un hereje futbolísticamente hablando. Para mí no hay pregunta más difícil de responder que – ¿Eres hincha de quién? – hasta por loca he pasado, ya nadie me cree.
A veces, incluso, digo que soy hincha de Millonarios, y no soy rola, pero ¿qué hago? Cuando tenía 13 años mi papá me contó la honorable historia de la década de los 50 del equipo azul y quedé fascinada: ¿Di Stéfano jugó en Millos?, ¿Era el mejor equipo del mundo en su época, y lleva años sin ganarse un campeonato colombiano? Lo mío con Millonarios se volvió prácticamente un tema de solidaridad: cuando vea a Millos campeón voy a poder vivir en paz, me dije a mí misma alguna vez. Y la única Liga que le he visto ganar, se la quitó al Medellín, el primer equipo con el que celebré un campeonato.¡Qué ironía! dos de mis tres amores en el fútbol se enfrentaban ese día: uno para vencer la maldición que lo condenaba a 24 años sin gloria; y el otro, luchar por su sexto título para sumarle una estrella a su irrisorio palmarés.
No fue tan difícil tomar un bando, igual yo en este deporte siempre he sido infiel, y como me dijo mi papá: “cualquiera que gane te dará alegría”, y así fue. Lo único doloroso de ese 16 de diciembre de 2012 fue que vi el partido al lado de la mujer más Poderosa que conozco, la más hincha del DIM, la que se va sola para la tribuna Norte, la única que a pesar de ser enferma por el Rojo, siempre ha entendido mi confusión. Y ella, evidentemente, ese día sufrió y lloró con su equipo del alma, el único que cabe en su corazón.
Es muy dulce de su parte mostrarme su comprensión, pues en varias ocasiones me he topado con personas que se ponen bravas cuando digo que soy hincha de Nacional y de Medellín y, para acabar de ajustar, que le hago fuerza a Millonarios. Pero yo siempre me defiendo con el mismo argumento: “A mí me enseñaron a amar el fútbol, no me educaron en el fanatismo, ni en la religión”.
Por eso el fenómeno del balompié, aunque no me es ajeno, me ha causado siempre intriga y curiosidad, y tal vez sea esa la razón por la que aún me sorprende lo que genera este deporte: los partidos de fútbol se han convertido en ceremonias, a las que es impensable no asistir. Porque en este país de godos es más vergonzoso faltar a la cita de cada domingo en el estadio, que dejar plantada a la mujer, y es más aceptable serle infiel a la novia, que alentar al equipo rival. ¡Así somos!
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