Por: MARCO FIDEL AGUDELO CANO (@canocanomarco)
En política todos nos declaramos expertos tanto como hablar de futbol, sexo o religión.
En los grupos sociales donde la política electoral se mueve con furia, los candidatos y sus seguidores recurren y arman su estrategia con el más noble de los propósitos: ganar la voluntad y el deseo de los electores y con ello ser triunfadores en las elecciones.
En cada territorio del país, las elecciones y, en consecuencia, las campañas se mueven distinto, aún cuando hay tradiciones similares en los vicios y trampas de los viejos gamonales y señores electorales y siendo la misma norma electoral para todo el territorio. Esto para decir que desde hace casi dos siglos, momentos cercanos al inicio de nuestra republiqueta, hay personas fieles a un partido político, hasta hace poco rojo o azul en esencia, y desde hace poco variopintos, dispersos y diversos partidos han sido creados.
También hay otro grupo que no vota y otro tanto que sabotea el proceso electoral. Esta ha sido la historia electoral colombiana. Sin embargo y en especial desde la Constitución del 91 un grupo de inconformes algunos, informados otros, han ido sumando, en diferentes regiones del país, una masa que vota por tendencia, por descarte, por rechazo a un candidato y por propuestas nuevas de gobierno y liderazgo político, alejándose de las maquinarias tradicionales. Voto de opinión lo llaman y cada vez gana más adeptos.
Desde hace un par de décadas el voto de opinión ha subido al poder a concejales, diputados, congresistas, alcaldes, gobernadores con propuestas de gobierno progresistas y basadas en ideas de cambio, desplazando del poder a los tradicionales canjeadores de favores, favorcitos y mercados y a los amañados partidos tradicionales empotrados en el poder que se deriva del Estado.
Naturalmente los candidatos que arrastran votos de opinión no son tantos, ni tan fuertes pero si persistentes. Una y otra vez en cada elección reaparecen marcando tendencia y posicionando en la población una nueva forma de hacer política, cuestionando las tradicionales formas retardatarias y posicionando en la agenda pública los nuevos temas y apuestas que el país debe asumir. Suelen ser individuos con pensamiento de avanzada en un país con una cultura electoral conservadora que se debate entre el modernismo político, las exigencias de las corrientes internacionales y la resistencia de nuestros gamonales, al sentir en riesgo sus históricas maquinarias electoreras alimentadas con sangre y dinero negro.
Entre el voto de maquinaria y el voto de opinión se generan tensiones en las urnas, en campaña y en el ejercicio de la política. “Generalmente, se entiende al candidato elegido por maquinaria como un funcionario público cuyo único mérito para ostentar el cargo es tener dinero, incurrir en fraude electoral, usar el erario en beneficio propio, estar asociado con grupos armados ilegales o ser beneficiario de una casta política”.[i] Así son respaldados con más facilidad por familias en situación de pobreza y últimamente se ha demostrado que los votantes son contactados por las bases de datos con las cuales el Estado otorga subsidios, según Natalia Springer.
A su vez se describe al voto de opinión como votar por quién uno cree, no por quien le regala un tamal, le promete pavimentar una cuadra, le recibe una hoja de vida o le invita con tono “veintejuliero” a ponerse la camiseta del partido de sus abuelos, como asegura Springer, quien a su vez afirma que un voto informado sobre las propuestas de cada partido o candidato, puede ser también muy emocional, pues responde a coyunturas o escándalos que marcan la agenda nacional y generan simpatía o rechazo.
Para la analista política Laura Wills, el de opinión “es un voto suelto. Lo ejercen ciudadanos que no están comprometidos con un candidato o un color político y no son consistentes de una elección a la otra. Se da sobre todo en las ciudades, porque allí convergen ciudadanos de distintos orígenes y realidades, con menos posibilidad de que se les restrinja su libertad de elegir. Es un voto más moderno”.
Ya en las elecciones de 2010 al Congreso, la analista internacional Laura Gil lo advertía: “El voto de los colombianos se va a ir inclinando hacia el de opinión por el desgaste de la política tradicional, la necesidad de un cambio generacional y la insatisfacción por las prácticas políticas”.
De los candidatos presidenciales, Peñalosa es el que podría representar la masa de los electores de opinión en primera vuelta. Para segunda vuelta podría aceptar apoyo del uribismo como ya lo ha hecho antes. Los demás candidatos continúan matriculados con las tradicionales casas de derecha o izquierda como es costumbre y según los compromisos adquiridos por maquinaria.
Entonces, los candidatos lo saben. Los colombianos lo saben. El voto de opinión gana peso, es apenas natural que estos eviten a cualquier costo confrontaciones públicas, preguntas sin respuestas pregrabadas, enfrentamientos que impliquen argumentos. A estas alturas de las campañas, una salida en falso puede significar perder el favor de los electores traducidos en votos.
Son muchos los caballos de batalla, el Proceso de Paz es uno de ellos con suficientes votos de opinión. A propósito, se sospecha que el Gobierno nacional puede firmar con las Farc cualquier cosa en campaña, a la que luego no se le pueda hacer seguimiento y control, hipotecando la verdad y la reparación de las víctimas a cambio de apoyo político, de este grupo ilegal, para la reelección.
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[i] http://www.elespectador.com/noticias/politica/su-voto-de-opinion-o-de-maquinaria-articulo-479533
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