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¿Ser ilegal no paga?

Ciego a los signos del control mafioso que hay en Medellín permanece el alcalde de Medellín, al parecer nada le dice que varios de los cabecillas más importantes del hampa habiten la ciudad y se paseen por ella como Pedro por su casa, sin ninguna acusación formal contra ellos. “Fredy Colas” es uno de ellos, el caso más visible de los criminales que viven acá y que conociendo las autoridades su influencia criminal, no pueden hacer nada, pues contra ellos no pesa ningún requerimiento por parte de la justicia.

El caso de “Fredy Colas” se convierte en un hito, hoy condenado por las autoridades de los Estados Unidos por lavado de activos, con un preacuerdo judicial que lo conmina a pagar más de 4 millones de dólares y siete años de prisión que lo dejarán con pena cumplida y posiblemente ciudadanía gringa y un buen patrimonio asegurado. Tal vez más dinero del que jamás imaginó en su vida como ciudadano colombiano legal.

El caso no es para menos cuando según varios medios aún quedan varios personajes de este calibre, de cuyas actuaciones hay pleno conocimiento pero pocas pruebas y que desde 2013, en medio de un pacto de no agresión entre “La Oficina” y “Urabeños”, llevan la tasa de homicidios de Medellín en picada. Pero como lo leí este fin de semana en una entrevista a Aldo Cívico “Hay que mirar qué pasa detrás de esas cifras bonitas”.

Detrás de la cifra bonita de la reducción de homicidios está el casi invariable número de desapariciones, que para 2014 fue de 665 casos, la extorsión sistemática a los comerciantes en el centro y en los barrios, y toda la implicación que tiene el negocio del lavado de dinero para la cultura de la legalidad y la economía de la ciudad.

Y es que detrás de la ausencia de liderazgo del alcalde frente al tema, tan siquiera como una voz de denuncia (pues mucha de la labor para perseguir estas bandas depende de entes nacionales e independientes, como la Fiscalía y la Justicia que requieren de un trabajo adicional para lograr una articulación efectiva), está la oportunidad de que los criminales recuperen el terreno perdido en un discurso que venía haciendo camino sobre una sociedad legal.

No es tanto que el alcalde salga cual Terminator a atrapar uno a uno los criminales, sería suficiente con que despabile y note que en momentos como estos es necesario no solo decir las palabras bonitas que nos produce Medellín, sino llegar al territorio a decir que guardar un arma, prestar el nombre para los negocios de los criminales y pagar extorción, entre otros hechos, ayudan a destruir el tejido social. Es garantizarles la protección a quienes denuncien a fondo el delinquir de las estructuras criminales.

Que a “Fredy Colas” lo rodearan y lo obligaran a entregarse a la justicia norteamericana por lavado de dinero y que vaya a entregar 4 millones de dólares como parte de castigo a la justicia del país del norte, con la seguridad de que otro tanto le quedará a él y un poco más la heredará a su estructura mafiosa, da cuenta que surtidos del sufrimiento de la ciudadanía los criminales se pensionan con jugosas cifras sin ni siquiera chistar.

No ha habido un momento en que veamos en la ciudad destapar un caso de lavado de dinero importante, en el que se mande un mensaje contundente de que la ilegalidad no paga, que ella no solo destruye vidas, sino el tejido empresarial de una ciudad que quiere destacarse por la innovación y el talento legal. Y es que sin un liderazgo claro frente al crimen, en Medellín ser ilegal seguirá pagando y eso da tristeza, porque la gente siente la inseguridad que produce el control criminal que estas bandas han alcanzado y que los ha llevado a amasar enormes cantidades de dinero.

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