Por: Daniel Montoya (@D_nielMontoya)
Ante la compleja realidad geopolítica que enfrenta Rusia en la actualidad, la tensión entre las autoridades monetarias de la Eurozona y Grecia aparece la oportunidad para que el Kremlin contraataque a Occidente luego de la remoción del ex presidente pro-ruso Víctor Yanukovich en febrero de 2014 que desestabilizó el estado tapón más importante de su frontera occidental. Sin embargo, de la capacidad económica de Moscú para financiar a Atenas dependerá que pueda capitalizar la oportunidad.
Análisis
Desde finales de enero, cuando el partido de izquierda Syriza ganó las elecciones presidenciales en Grecia, Atenas ha buscado una renegociación de los términos del pago de su deuda con la Unión Europea y el FMI que suma más de €240 billones, equivalente al 174.9% del PIB, y que vence el 28 de febrero de 2015, con riesgo de dejar al nuevo gobierno ilíquido a partir de marzo si no obtiene financiación externa.
Syriza ganó las elecciones de enero con promesas de expansión fiscal en oposición a las dolorosas medidas de austeridad – lideradas por Alemania – bajo las cuales se negoció su rescate financiero en el 2010, el problema radica en que el país mediterráneo no cuenta con los recursos para cumplir sus promesas y depende de la financiación de acreedores internacionales para llevarlas a cabo: “Syriza ganó prometiendo el dinero de otros”, decían los analistas.
Pero debido a la precaria situación económica, el gobierno griego no tiene muchas opciones para obtener financiación, hasta el momento solo sus vecinos europeos están dispuestos a financiarle para evitar su colapso financiero que pueda desencadenar un efecto dominó dentro de la zona euro, no sin antes establecer condiciones de control fiscal.
Las dos partes están en orillas opuestas en la negociación, sin embargo, ambas tienen los incentivos para llegar a un acuerdo y por eso no sorprendió que el viernes pasado firmaran uno, aunque sea transitorio.
Durante el viernes 20 de febrero los ministros de finanzas de la eurozona acordaron extender el plan de rescate financiero de Grecia por cuatro meses más bajo estrictas condiciones de disciplina presupuestaria y reformas económicas. Ahora, el nuevo gobierno griego tendrá dificultades para explicarle a sus votantes por qué no está cumpliendo con sus promesas de campaña.
Grecia tiene problemas económicos estructurales como alto desempleo, sobreendeudamiento y dependencia de importaciones de energía, lo cual reduce el margen de maniobra de su actual gobierno y lo hace dependiente del acceso a financiación externa para mantener a flote su economía, por eso aunque el primer ministro Tsipras critique las reglas de los organismos supranacionales, no puede tomar decisiones unilaterales que deriven en una eventual expulsión de la zona euro y el cierre de su única línea de financiación.
Del otro lado está Alemania, el líder de la eurozona, el cual exporta un equivalente al 50% de su PIB por lo que una zona de libre tránsito de mercancías como la zona euro es determinante para la sostenibilidad de su economía, y una eventual salida de Grecia sentaría el precedente para que otros países con problemas económicos se salgan y pongan en riesgo el interés estratégico de Berlín.
Esta tensión que apenas comienza y promete ser larga, puede ser explotada por Rusia para profundizar las divisiones al interior de la Unión Europea, desestabilizar a la Unión Europea y ganar poder de negociación sobre la crisis en Ucrania, el estado tapón más importante de su frontera occidental.
Moscú ya ha dado los primeros pasos para aumentar su influencia en el país helénico y ha construido una calurosa relación con el primer ministro griego Alexis Tsipras pero esto no será suficiente si lo que pretende es que se suba el tono de las discusiones entre Grecia y Bruselas, capital de la Unión Europea.
Grecia necesita dinero y mientras Rusia no pueda suplir esta necesidad, Alemania tiene la ventaja. Moscú enfrenta la caída del precio internacional del petróleo y la depreciación del rublo, factores que limitan su capacidad para girar dinero a Atenas; por el momento tiene la posibilidad de vender gas barato a Atenas, pero esto no será suficiente si lo que pretende es fortalecer las finanzas del país mediterráneo y contar con su apoyo en las votaciones para bloquear la imposición de sanciones al Kremlin.
De la capacidad de Rusia para patrocinar financieramente al nuevo régimen griego depende que pueda desestabilizar a Europa. No es solo la tensa relación entre Alemania y Grecia sino la colisión entre dos idea: una Europa unida o el resurgimiento del nacionalismo que se creía derrotado con la muerte de Hitler.
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