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Reductio ad Hitlerium

Por: ANDRÉS FELIPE TOBÓN VILLADA (@andfelltobon)

Días atrás, mediante obtusas lecturas en Twitter y algunos artículos en periódicos locales de Medellín, me percaté de que un concejal ha sido atacado y señalado de todas las maneras posibles, culpa de unos comentarios -reconozco- salidos de tono, en los que consideraba que la justicia reactiva en función de los criminales debiera seguir un parámetro vengativo cual Ley del Talión. Tal vez sucedió mediante el uso de otras palabras, pero sin duda en estas se devela el fondo del asunto.

A pesar de que quienes se muestran contrarios a las consideraciones del concejal no estarían de acuerdo al recibir una calificación de lo que hacen como un «ataque», es imposible dejar a un lado las tan comunes categorías que se dejan leer con suficiencia en periódicos y redes sociales, a saber: fascista, falangista, nazi, franquista, y cualquier otro régimen dictarorial de izquierda o derecha que, en su momento, estuviera a la cabeza de decisiones que una determinada mayoría considera «deplorables». De esta manera, los ataques de los indignados por las palabras del concejal están dirigidos a un interés asociativo expresado de la siguiente manera: «Lo que dice el concejal es exactamente lo mismo que en la práctica aplicó el fascismo y el nazismo, y como estos dos regímenes fueron escandalosos y malos, el concejal es tan escandaloso y malo como el fascismo y el nazismo».

Hasta el momento, pareciera que los señalamientos de los indignados son racionales. El concejal atenta, potencialmente con sus palabras, contra la categoría de «hombres» de todos aquellos criminales que han fraccionado el tejido de la justicia, puesto que los regímenes mencionados, al hacer lo mismo, crearon categorías «subhumanas» que permitían desmanes de todo tipo.

Sin embargo, y es en este punto donde empieza a incomodarme el asunto, si se considera esto como verdadero, esto es, que el concejal es un nazi o, cuando menos, un fascista (diferenciación de carácter meramente histórico), encontraríamos por tanto verdadero considerar necesario un castigo contra el concejal, tal como se aplicó en Nüremberg. En ese sentido, los que atacan usando estas palabras, o no saben qué dicen, o están reclamando un restablecimiento vindicativo de la justicia. ¿Paradoja?

«¡Lo está reduciendo al absurdo!» Escucho gritar en su interior a todos aquellos que, claramente, han tildado de «facho» y de «Hitler» a Campuzano. No obstante, el uso de mi reducción solo tiene lugar para declarar otra clarísima reducción ad hominem de todos aquellos que vituperan el nombre de individuos que lanzan consideraciones libres de su pensamiento. Tal reducción, nominada por el filósofo Leo Strauss en los setenta, no tiene otro nombre que Reductio ad hilterum. El peligro de esta reducción radica en el absolutismo moral que se encierra en quienes se atreven a emplearla, puesto que al declarar que alguien es Hitler en virtud de palabras pronunciadas, clavan la letra escarlata del enemigo absoluto en el pecho del señalado. Y… ¿Qué ha hecho la humanidad con los enemigos absolutos?

Otra posible interpretación del Reductio ad hitlerum, radica en el hecho de que los interlocutores simplemente tienen el interés de ponerle fin a una discusión cuando los argumentos parecen haberse acabado. En ese caso, clasifican el tema de «nazi», lo consideran -por tanto- malvado, y cierran el archivo.

En virtud de la buena fe que tengo en todos aquellos medellinenses que dijeron tales cosas de un ser humano, prefiero quedarme con esta segunda explicación. No sea que unos «Neo-Aliados» unan sus fuerzas para bombardear y arrasar hasta los cimientos la casa del concejal. ¡Qué tal que estuvieran pensando en esto!

P.S. En deuda con la filosofía.

 

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