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Publicado el Bajolamanga

Póngase zapatos cómodos

¿Y dígame, cuándo fue la última vez que se fue, así como decimos, “a pie pa’ alguna parte”?, ¿hace cuánto no camina su barrio, su vereda, su ciudad? O más bien.. ¿lo ha hecho siquiera alguna vez?

Pienso que no sería una exageración decir que entre los placeres más grandes que hay, está caminar. Salga con tiempo algún día en la mañana y dese el gusto de desplazarse a pie. La calle no huele a lo mismo cuando se camina, sus zapatos sobre el asfalto le revelan realidades que un carro con aire acondicionado y vidrios un tanto polarizados le esconden, el poder observar con calma a todo aquel que cruza frente a sus narices y que como usted decidió dejar su equipaje pesado en casa para disfrutar del camino, le permitirá ver con otros ojos la realidad en la que vivimos. Y no es una receta secreta ni mucho menos un truco de magia, y así suene contradictorio y hasta un poco incoherente.. si está cansado, agobiado, rendido, abatido, derrotado, malhumorado, aburrido, o cualquier otro sinónimo de las anteriores, entonces póngase unos zapatos cómodos y déjese llevar por el ritmo de las luces y los carros. Ya déjese de excusas que para la lluvia la sombrilla y para el sol el sombrero, cachucha, gorra o alguno de sus derivados o variantes, y no diga que “es que esta ciudad es muy peligrosa”. Primero salga a caminar.

Permítase ver desde otra perspectiva lo que sucede en las calles y las aceras; a veces la vida a través de un vidrio o una pantalla puede ser bastante engañosa, se distorsionan las miradas y las sonrisas, y no podría nunca saber por qué corría ese hombre con una caja en sus manos, que se veía bastante arreglado para ser miércoles en la mañana y que llevaba mucha prisa al parecer. Regálese la posibilidad de vivir su ciudad desde adentro, desde allí donde huele a tortas de chócolo y arepas de queso fritas en lo que podría fácilmente ser aceite de carros pero que se desmoronan en su boca al primer mordisco, desde allí donde verá que hay personajes que “se la sudan completica” por llevar en la noche algo de comida a su casa, que así sea la manilla, el chiclesito o la manualidad en alambre, entregan todo lo que tienen por sus familias. Viva por un momento su ciudad desde allí donde una multiplicidad infinita de realidades convergen para convertirnos a todos en transeúntes y desde allí, y solo desde allí, donde podrá oler el perfume del hombre que corría anteriormente con la caja en sus manos y podrá saber que su afán y su paso rápido se debían indudablemente a que iba con un poco de retraso a una cita con el amor de su vida.

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