Bajolamanga.co

Publicado el Bajolamanga

Ponerse en la piel de otras

Por: 

Catorce meses y casi una semana han pasado desde el día en que Jhonatan Vega decidió borrar el rostro de Natalia Ponce, la mujer que hoy encarna la lucha de las que pierden a diario su piel a manos de personas que se creen con la facultad de borrar pasado, presente y futuro, con perversión y sin dar lugar a la muerte, porque ese no es el interés. Peor aún, la idea, a la hora de actuar de estos asesinos de la esperanza pareciera estar centrada en la prolongación del dolor físico y emocional en el tiempo, en el recuerdo, en la vida. ¡Demonios!

Natalia y las que han sobrevivido a esta tragedia se merecen todo el reconocimiento. ¡Son mujeres de espíritu grande! Desde muy poco hasta mucho se ha hablado de ellas en los diarios del país y el mundo. Hoy, considerando que nunca es suficiente hablar de sus casos y alertar sobre el peligro de mentes como las de Vega en las aceras de nuestras ciudades, lo que quiero hacer es prestar mis letras, un momento, no más de dos páginas, para pensar en lo que implica perder la piel y con ella, la vida misma.

Según wikipedia, la piel “es el mayor órgano del cuerpo humano o animal. En el ser humano ocupa aproximadamente 2 m², y su espesor varía entre los 0,5 mm (en los párpados) y los 4 mm (en el talón)”.

A esta descripción, un tanto escueta por cierto, pero técnicamente válida, quiero agregar lo que Mediline considera como las funciones de la piel: “entre las principales funciones de la piel está la protección. Ésta protege al organismo de factores externos como bacterias, sustancias químicas y temperatura. La piel contiene secreciones que pueden destruir bacterias y la melanina, que es un pigmento químico que sirve como defensa contra los rayos ultravioleta que pueden dañar las células de la piel. Otra función importante de la piel es la regulación de la temperatura corporal”.

¿Qué significa entonces que alguien quiera lacerar, masacrar o destruir tu piel dejando el recuerdo en el tiempo? entendiéndolo desde el simple hecho de obstruir sus funciones se podría concluir que cuando a alguien le acaban con la piel, la intención es exponer a la víctima a la desprotección absoluta. ¿Para qué? Para que el miedo sea el compañero, para que nunca más pueda mostrarse, para que siempre el temor a desaparecer esté presente. Esa puede ser una de las razones.

También puede ser que quien quiere acabar con la piel de alguien quiere que las bacterias, las sustancias químicas y la temperatura hagan de las suyas dando lugar con el tiempo a una muerte lenta y dolorosa. ¡Porque la tortura acá pareciera ser el fin, el método, el medio, el disfrute del agresor! ¡Demonios!

Por otro lado quien quita la piel estaría queriendo exponer a la víctima a morir por la incidencia directa del sol. ¡Querer ver quemado para siempre y siempre peor al agredido! ¡Diablos!

fucsia.co ya había mostrado antes esta realidad. Pero no es redundante volverla a traer al ruedo. ¿Cómo no ponerse en la piel del otro? Según feminicidio.net en 2011 Colombia se situó en el primer lugar de países en el mundo que sufren ataques con ácido a mujeres. Además, la revista Fucsia agrega que “la proporción es mayor si se tiene en cuenta que Colombia tiene 46 millones de habitantes y 42 casos registrados ese año; mientras tanto en Bangladesh, para la misma fecha, fueron reportados 84 casos con 167 millones de habitantes y en Pakistán, con una población de 200 millones, se registraron 150 mujeres atacadas”. Desesperanza es la palabra.

En su piel

Tal vez lo que siempre me hace reconocerme en el espejo son los cientos de pecas que habitan mi rostro. Son esas pecas las que dan cuenta de mi historia, de mi sangre, de mi familia. Las pecas me recuerdan que soy hija de un hombre que la guerra me quitó. A través de éstas él a diario me recuerda que está en mi piel, en mi razón y en mi corazón.

Son entonces las pecas, habitantes de mi piel, protagonistas de mi historia, sentimiento, razón, corazón. Son un capítulo estelar en mi vida. ¿Qué pasaría si alguien decide que me las quiere quitar? Me estaría quitando la historia, me estaría quitando la vida, me estaría quitando el corazón, me estaría borrando… y eso, precisamente, es lo que hacen estos embajadores del miedo: borrar con un mal borrador la vida de estas mujeres. Las borran dejando la página ajada con dos fines: que nunca vuelvan a leerse, pero que nunca olviden que alguien las quiso borrar.

¿Qué se puede sentir perder la piel? ¿Qué se puede sentir perder la identidad? ¿Qué se puede sentir al dejar de ser, siendo consciente de eso? ¿Qué se puede sentir perdiendo el rostro? ¿Qué se puede sentir cuando le roban a uno la traducción del alma? ¡Seguramente se siente la desesperanza, la desolación, el despojo! Las y los quemados con ácido son desplazados de sí mismos.

Hoy le presto mi cara, mis letras, mis pecas, mis lágrimas, mis ojos a quienes con ácido les han borrado el rostro. Les presto el mío para mirar, para llorar, para expresar. Me pongo en su piel para imaginar qué se siente perder el órgano más grande y más vulnerable, me pongo en su piel para decir que nadie tiene derecho a violar la barrera del miedo, que nadie tiene por qué dejar borrones en la vida, que nadie tiene por qué dejar punzadas en el alma.

Me pongo en la piel de quienes han perdido el rostro, no se trata de un artículo más, se trata de una voz, además, para que no dejemos de hablar de este problema, para que cada vez menos se pierdan las esperanzas, para que cada vez nos borren menos espejos de las almas. ¡No podemos permitir que se nos olvide lo que esto le ha costado a tantas mujeres y hombres! ¡No se nos puede olvidar el dolor que sigue ahí presente! ¡No se  nos puede volver paisaje esta tragedia que tantas lágrimas, muchas veces ignoradas, ha generado en nuestro país!

Póngase por una hora en la piel de estas mujeres. Intente sentir lo que sintieron, intente pensar lo que pensaron, intente imaginar lo que han imaginado. Sienta, piense, imagine. ¡No hay derecho a que se nos olvide esto! Preste su piel y  no deje de hacerlo porque sólo si se es consciente de esta tragedia, se puede defender en la piel de otros esta historia escrita en tantas pieles con tinta de fuego.

Ésta y otras columnas puede leerlas en Bajo La Manga (www.bajolamanga.co)

Comentarios