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Más allá de los reconocimientos

Por: Andrés López (@andresflopez)

Se necesitó que un medio inglés internacional hablara del tema de la prostitución en Medellín para que como sociedad nos sonrojáramos y nos pusiéramos a la defensiva. Y no era para menos, llamaron a nuestra ciudad como “el burdel más grande del mundo”, un título para nada honroso comparado con las últimas distinciones que ha tenido la ciudad más innovadora del mundo. Algo que parece exagerado si nos comparamos con otras ciudades de otros países.

El tema no es nuevo, pero como suele suceder en nuestro país muchas cosas se quedan en titulares rimbombantes de los medios y pasan al olvido. Recordemos por ejemplo las noticias de hace 2 años de El Tiempo en las que se hacía una radiografía de la explotación sexual infantil y la que salió en El Espectador en mayo del 2013 y que fue noticia nuevamente hace poco en Caracol Noticias, donde un grupo de investigadores de la Corporación Centro Consultoría de Conflicto Urbano C3 había encontrado que las redes de turismo sexual hacían uso del Metro de Medellín para ofrecer sus servicios. Son temas difíciles de digerir. Es imposible no sentir repulsión mientras se leen las noticias y las cifras, por el solo hecho de que existen.

Si tenemos en cuenta que Medellín ha venido creciendo más que otras ciudades, que fue catalogada como la más innovadora, que fue escogida como uno de los mejores destinos turísticos en Latinoamérica, como una de las ciudades con mejor calidad de vida, y le sumamos la cantidad de eventos nacionales e internacionales de los que ha sido anfitriona, es de esperarse que a la ciudad se le presenten nuevos retos que afrontar o se profundicen algunos problemas ya existentes. Pensar que la transformación de una ciudad no traerá nuevos desafíos es una mirada miope del desarrollo y sin prospectiva.

Ahora bien, el análisis se debe dar no solo sobre la prostitución en sí, que es legal en el país, sino sobre la explotación sexual infantil, la trata de personas y el llamado narcoturismo. La solución a dichos problemas no puede partir del desconocimiento o la negación de los mismos, sino por el contrario del estudio, la prevención y el control riguroso para poder atacarlos de la mejor manera. Aceptar la realidad es mejor que ponerse una venda, y enfrentarla es mejor que ignorarla. Pero para abordar el tema también hay que considerar otros aspectos que ayudan a que avancen. Poco se habla por ejemplo del fenómeno de la Parahotelería en la ciudad, donde lugares con fachadas de casas residenciales son usadas para que extranjeros se diviertan con drogas y sexo. Tampoco se trata de satanizar a los visitantes ni mucho menos al turismo. Otro fenómeno similar se presenta en unidades residenciales de El Poblado donde se arriendan apartamentos por días y hasta por horas para ser usados con el mismo fin. Los taxistas, los comerciantes, así como las unidades residenciales y los hoteles son conscientes de lo que sucede alrededor del turismo sexual, con la lamentable connivencia de algunos, pero los que están en contra no pueden enfrentar solos algo que es de índole nacional, más aún cuando el negocio va cambiando en su accionar y busca otros medios para delinquir.

Todos esto son temas que se deben analizar para tener un conocimiento amplio de la problemática. Así como se debe revisar y hacer un control a la inversión de la que habla la Alcaldía de 32.000 millones en prevención, y saber que tan efectivas están siendo las medidas que se están tomando.

La ciudad se ha quedado con el orgullo de las distinciones, que merecidas las tiene, pero ha faltado tener una visión holística y de largo plazo sobre lo que implican dichos reconocimientos. Resulta normal que todas las miradas estén puestas sobre Medellín, y cualquier cosa que suceda acá influirá en el resto del país. Algunos pretenderán exagerar tanto lo positivo como lo negativo, pero la posición que tomemos como ciudad no puede ser siempre a la defensiva. La idea no es minimizar los problemas, pero tampoco exagerarlos hasta el punto de considerar la ciudad como el lupanar más grande del mundo. Debemos ser capaces de analizar las cosas objetivamente, para poder tener el panorama en su real dimensión y así plantear soluciones realmente efectivas, así los temas sean tan dolorosos como éste.

Nota adicional: no podía dejar de pronunciarme en contra del voto obligatorio. Un tema tan profundo requiere de una discusión profunda a nivel nacional y con la opinión pública, y  la reducción del abstencionismo no se puede lograr a través de medidas coercitivas a la libertad. De momento celebran las maquinarias políticas, que tendrían una razón más para hacer de la compra de votos un negocio. Esperemos los otros siete debates.

 

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